Recôncavo Baiano 100% tradicional

<P>Epicentro de la cultura bahiana, rico en caña de azúcar, repleto de artesanos, ritos y supersticiones. Estos son algunos de los encantos del tímido pero atractivo Recôncavo Baiano.</P>




BAHÍA ES sinónimo de capoeira y candomblé, de playas, coloridas pulseras de Nosso Senhor do Bonfim y un sinnúmero de postales de la cultura brasileña. Sin embargo, de la zona geográfica ubicada al sur de la ciudad de Salvador, conocida como Recôncavo Baiano, poco se sabe.

Insólito o más bien injusto, pues adentrarse por algunas de las ciudades que lo conforman, como Santo Amaro, Cachoeira y São Félix, permite conocer y comprender el magnético sincretismo entre brasileños y africanos, donde algunas de sus expresiones culturales se han esparcido por el mundo entero.

Pero no sólo eso, pues además en Cachoeira es posible apreciar construcciones emblemáticas, sobrevivientes de innumerables luchas independentistas contra los portugueses; o conocer la fabricación de los mejores puros artesanales en São Félix; o disfrutar de la tradición de los alquimistas en Santo Amaro que ofrecen milagrosas plantas y hierbas. Es el lado B de Bahía, un viaje que parece alternativo, pero es 100% tradicional.

Si no fuera por el cantautor Caetano Veloso quizás Santo Amaro -a 60 km de Salvador- aún sería un misterio en Brasil. Gracias a que él y su también popular hermana, María Bethânia, nacieron aquí, poco a poco la ciudad se hizo conocida en el resto del país. Incluso, todos los habitantes saben que la casa blanca con ventanas azules y a dos cuadras de la plaza pertenece a la familia Veloso. Pues era normal que hasta diciembre de 2012, la señora Cano, su difunta madre que falleció con 105 años, recibiera a cuanto curioso llegaba a preguntar por sus hijos.

Ambos hermanos siempre dan las gracias por haber nacido en el rincón más afro de Brasil. Y es que los rasgos físicos de la mayoría de sus habitantes, sus costumbres, artesanías y la entonación con la cual pronuncian sus palabras, parece que nos transportaran a finales del siglo XV, cuando por aquel entonces desembarcaron los primeros esclavos africanos al puerto de Salvador.

Hoy, muchos de esos descendientes se instalan en la feria al aire libre en las orillas del río Subaé: entre el puente da Moringa hasta el Convento das Humildes. Son cerca de 500 m lineales donde se ofrece todo tipo de productos: puros, frutas, verduras, hierbas, cangrejos, el popular aceite de dendé y hasta cerdo desmenuzado. Entre los improvisados puestos, mientras algunos feriantes gritan, otros juegan tranquilamente a las cartas o dominó, mientras el resto traslada sus alimentos para venderlos en carretillas.

Un caos parecido ocurre cada 2 de febrero, cuando miles de turistas y bahianos se reúnen para honrar a la patrona de la ciudad, Nossa Senhora da Purificação. La fiesta ya tiene más de 150 años y son unas 400 bahianas las que se encargan de llevar a cabo el lavado de pies en los escalones de la iglesia principal. Los hombres animan la fiesta al ritmo del maculelé, donde se simulan peleas con bastones, al ritmo de cánticos afrobrasileños.

Si ya estuvo en Brasil o si bien ya pasó del portuñol a un nivel básico de portugués, puede que sepa que "cachoeira" quiere decir cascada. Pero no se engañe si escucha sobre Cachoeira de Recôncavo Baiano, pues no se trata de un destino tipo Foz do Iguazú (aunque en su entorno sí ofrece abundante naturaleza), sino que de una de las ciudades arquitectónicas más valiosas de Bahía, considerada Monumento Histórico desde 1970.

Pese a que con Santo Amaro la separan apenas 60 km, a medida que se avanza hacia esta localidad, las diferencias comienzan a quedar al descubierto. En Cachoeira la temperatura aumenta, pero el caos disminuye, pues su día a día es tan tranquilo y armónico, que pareciera más bien que nos desplazamos por montañas tibetanas, que por el extravertido Brasil. Por eso la mejor recomendación es recorrerla sin mapas, GPS ni punto de referencia, sino que sólo por intuición.

Verá que aún se usan burros como medio de transporte, a bahianas caminando sin afán turístico ni comercial, sino que para honrar a su cultura, casas de estilo barroco con muros descascarados, pero con finos detalles arquitectónicos en los bordes de sus ventanas, puertas y techos. Todo eso, mientras sus habitantes observan curiosos a los turistas que no se cansan de tomar fotos y de comprar souvenires en la calle de las Emociones, la que cuenta con diversos talleres artísticos.

Cachoeira alberga también la iglesia Irmandade da Boa Morte, una famosa joya arquitectónica que representa la hermandad entre las ex esclavas africanas, quienes con sus propias manos construyeron ese templo y que hasta nuestros días se constituye sólo por mujeres negras. Otra visita imperdible es el conjunto que conforman la iglesia y el Convento do Carmo, que con más de dos siglos de historia, hoy se transformó en posada y en un restaurante tradicional de la cocina de Recôncavo, donde se puede degustar por ejemplo la anduzada, un plato preparado con andu -un poroto verde tipo arveja-, costillas, tocino y arroz.

Una de las mejores alternativas para apreciar São Félix, el punto final de nuestro circuito, es detenerse a orillas del río Paraguaçu, pero desde el sector de Cachoeira. Allí la gente se instala para posar frente a la foto postal: una colina frondosa en áreas verdes, un puñado de casitas ordenadas una al lado de la otra y una cruz instalada en la cima de ellas.

Para llegar hasta ella, basta cruzar el antiguo puente imperial bautizado como Don Pedro II, una impresionante estructura metálica, considerada como una de las obras de ingeniería más importantes de la época. Hoy, en cambio, es el primer punto turístico de São Félix, luego le siguen la antigua estación ferroviaria y su cárcel pública, aunque su principal atractivo radica en las diversas fábricas de puros repartidas por la zona.

Es que desde hace 141 años que este pequeño trozo de Recôncavo ofrece finos puros que han cobrado fama internacional. La primera fábrica en abrir sus puertas fue Dannemann, la cual llegó a tener más de 4.000 funcionarios. Sin embargo, a causa de las dos guerras mundiales comenzó a cesar sus funciones, hasta que en 1989 se transformó en un centro cultural, donde unas 15 "charrutas", como se les apoda, siguen confeccionando puros para honrar los gloriosos tiempos de antaño.

Aquí, al lado de ellas es posible apreciar también cada etapa en el proceso de fabricación, desde la clasificación de las hojas, hasta la máquina que calcula la fluidez del aire en su interior. Y, por supuesto, comprar puros Dannemann a precios mucho más convenientes. Y es que, sea fumador o no, vale la pena probar un puro para revivir los tiempos del Brasil imperial.

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