Rescatan Roma, la Loba, el cómic que Enrique Lihn dibujó hasta su muerte

<P>Cruzada por el erotismo y la contingencia, la historia quedó inconclusa en 1988.</P>




Un cartel colgado en la puerta indica las horas de visitas. No es un hospital. Es la pieza de enfermo en el departamento de Enrique Lihn. Es 1988 y el reconocido poeta chileno sabe que los días vienen contados por el cáncer. Escribe y dibuja. Cansado, sin fuerza, se amarra el lápiz grafito a la mano. Quiere terminar Roma, la loba, un cómic protagonizado por Mincho, un profesor de filosofía que sufre por lo suelta de cuerpo de su mujer: Roma. En marzo de ese año, a la par del desarrollo del cómic, Lihn comenzó a escribir poemas donde la muerte es protagonista. Los versos fueron publicados de manera póstuma en el libro Diario de muerte.

"Serás muy cotizado como filósofo en Bolivia", le sugiere con sarcasmo la voluptuosa Roma al pobre Mincho para alejarlo de su lado y vivir la vida de femme fatale. Prostíbulos, barrios de mala muerte y Nembutala, un país en dictadura con habitantes exiliados, es el escenario de Roma, la loba. El cómic que Enrique Lihn no pudo terminar. La muerte llegó a su departamento en la calle Passy, en Santiago, el 10 de julio. Tenía 58 años. A los 13 había ingresado a estudiar dibujo a la Academia de Bellas Artes. La primera entrevista que Lihn dio a un diario fue sobre una exposición inaugurada cuando tenía 19 años.

Horroroso Chile

Roma, la loba fue publicado en 1992 por editorial Andros, a cargo de Alejandro Jodorowsky y Pablo Brodsky, en una tirada de 500 ejemplares. Un año antes los dibujos se expusieron en la galería Gabriela Mistral.

Un material de culto, que ahora llega a librerías por editorial Ocho Libros y que reproduce el prólogo de la primera edición, del poeta Jorge Montealegre. Al volumen se suma una nota inicial del escritor Álvaro Bisama. "Lihn muere a la vuelta de la esquina de nuestro pasado reciente y no alcanza a verlo. Antes ha decidido volcarse hacia la anotación crítica de su propio presente", apunta Bisama.

"Eran 50 láminas. Cada una era como un cuadro", cuenta Andrea Lihn, la hija del poeta, sobre las dimensiones originales de Roma, la loba. Un mundo ficticio, pero creado a partir de la realidad inmediata del país: la dictadura militar. "El horroroso Chile", como escribió el poeta, que no quiso partir al exilio.

Andrea Lihn llegó desde Francia un mes antes de la muerte de su padre. "Le encantaba coleccionar todo tipo de cómics e historietas de humor negro. Le gustaba el Doctor Mortis", recuerda y dice que aún queda material inédito del escritor. La publicación de sus obras de teatro será lo próximo que conoceremos, además de la biografía preparada por el escritor Roberto Merino.

El pintor Oscar Gacitúa vivía en Chiloé en 1988, y se vino al departamento de su amigo en la capital para ayudarlo a terminar Roma, la loba. Fueron 10 días de intensa labor.

"El dictaba la historia, que se iba desencadenando en la medida que la dibujaba. Una historia compleja. Le costaba físicamente dibujar", recuerda Gacitúa, quien reforzó con tinta lo trazado por Lihn con lápiz grafito. El pintor corrobora el mito: "Enrique estaba muy débil, por eso se amarraba el lápiz a la mano. Suena muy dramático, pero sus dibujos son muy expresivos y necesitaba marcarlos".

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