Restaurante Da Carla cierra sus puertas tras 54 años de tradición
<P>Sin previo aviso a sus comensales de siempre, el local bajó su cortina el 6 de julio pasado. </P>
Mientras vivió, Carla Schiavini Badini nunca quiso irse de lo que consideraba "su casa", el restaurante que funcionó en Mac Iver por 54 años. Hasta el Da Carla llegaban personajes como Anacleto Angelini y otros empresarios de viejo cuño, quienes consideraban al comedor como la extensión de su hogar gracias a su oferta de pastas finas, pescados a la italiana y una de las mejores barras de antipastos que recuerde el centro de la ciudad.
Ese pedazo de historia se enriqueció por la ligazón que su propietaria tuvo con el Teatro Municipal, que enviaba a sus mejores artistas luego de cada función de estreno. Sin embargo, de esa época de oro sólo queda el recuerdo, pues el pasado 6 de julio, sin previo aviso ni ruido alguno, la refinada trattoria cerró definitivamente las puertas de la sucursal madre.
La marca de Carla
En 1958, Schiavini decidió dar el paso y abrió en el centro una cocina que no sólo trabajara las especialidades italianas, sino que las hiciera con calidad. Se hizo conocido en poco tiempo y alcanzó su máximo esplendor en los 80, época en la que llegaban artistas de la talla de Ornella Muti, Plácido Domingo, Luciano Pavarotti, Claudio Arrau y Pedro Vargas a degustar sus especialidades.
Pero Carla se enfermó y en 1996, murió. Como no tuvo descendientes, dejó todo en manos de su amiga y socia, Rita Ronconi, quien se encargó de continuar el negocio durante cuatro años más. Pero se cansó y vendió. Fue entonces cuando la sociedad, liderada por Atilio Barbieri, asesor gastronómico de larga trayectoria, aterrizó sobre el restaurante y le dio un nuevo impulso.
Entre otras cosas, reactivó el vínculo con el teatro y abrió una sucursal en Av. Nueva Costanera (2003). Pero los 12 años que pasaron entremedio no pudieron evitar el desgaste natural del local céntrico. De hecho, desde hace un año sólo abrían durante la hora de almuerzo. "Este sector ha crecido mucho en términos culturales y de oferta gastronómica, pero no así esta calle. Ya no teníamos estacionamientos cercanos y pasaban muchas micros. Entonces, para muchos ya no era atractivo venir. Como nos tocaba renovar el contrato de arriendo por cinco años más, decidimos que era mejor cerrar", cuenta Barbieri.
El administrador aclara que el cierre es pasajero, pues están buscando otro espacio en el centro. Por eso sólo embalaron el mobiliario de madera oscura, los cuadros, las fotos dedicadas y la vajilla en la que se servían los platos emblemáticos.
Gianfranco Zecchetto, otro de los actuales socios, cuenta que su madre era amiga de la fundadora: "Llegaron en la misma época a Chile, a principios de los 50. Carla partió como obrera en Mademsa y luego se hizo cargo del casino de la empresa. Tiempo después, se fue al hotel Libertador y esa experiencia, sumada a su herencia familiar (su padre tuvo restaurantes), le permitió abrir un pequeño espacio en Mac Iver con Santo Domingo", recuerda Zecchetto.
El sello no sólo fueron las pastas y los pescados, sino también el carácter que le imprimía la mujer al local. "No dejaba entrar a alguien mal vestido, como a turistas en pantalones cortos, por ejemplo. También le cobraba extra a la gente que se servía demasiado antipasto", revela Zecchetto de Carla, que murió pasados sus 70 años.
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