Retrato de un sobreviviente

<P>Cómo el senador Guido Girardi llegó a controlar la "máquina" del PPD y ha logrado sortear los casos cartas, Spiniak y Publicam.</P>




En el living con desniveles de su residencia, que está rodeado de 21 figuras de santos que colecciona desde niño, decenas de máscaras y un crucifijo colgado en un extremo de la pared, el senador Guido Girardi (PPD) porta en sus manos una carpeta. Los papeles los desempolva uno a uno y afirma que revelan cómo votó los proyectos del Ministerio de Hacienda durante el gobierno de Michelle Bachelet, además del discurso que realizó en la Cámara Alta para apoyar en una sesión la ley de pensiones.

Girardi lee en voz alta, molesto. El domingo pasado, en el programa Tolerancia Cero, el ex ministro Andrés Velasco lo tildó como "el líder del clientelismo y las malas prácticas" y relató un diálogo que según él sostuvo con el parlamentario días antes de asumir como jefe de las finanzas, en marzo de 2006. El economista dijo haber recibido presiones para designar a 12 personeros del PPD en su cartera y, ante su negativa, el senador le habría respondido: "Así nos vamos a ir, tú no pones a esa gente y yo no apoyo ningún proyecto de Hacienda",

Las carpetas que guarda Girardi son sus descargos (ver página 6). Y forman parte de las críticas cruzadas que desplegaron esta semana el parlamentario y el precandidato, que terminaron dividiendo a los ex ministros de la Concertación en torno a la figura de un "sobreviviente" de la política en Chile. Ninguno como el senador se las ha arreglado para aumentar sus cuotas de poder en los últimos 10 años, a tal punto que en áreas como Salud llegó a ser considerado un hombre clave. Todo eso, pese a haber estado en el centro de escándalos como el caso Spiniak, el envío de 24.648 misivas de apoyo a su reelección en la presidencia del PPD con cargo a la Cámara o la inclusión de facturas falsas de la empresa Publicam en su rendición electoral. En medio de este último caso, anunció que tenía un tumor cerebral, según sus adversarios para victimizarse, del cual no se tuvo más noticias.

¿Cómo Girardi ha logrado sobrevivir? Esta semana, el parlamentario dio algunas luces de su manejo de crisis. Primero, analizó escenarios con abogados, descartando hasta el jueves querellarse en contra de Velasco. Y, al mismo tiempo en que lanzaba una ofensiva comunicacional, contó con el apoyo cerrado del PPD y puso a prueba sus lealtades en el partido. Los telefonazos se sucedieron unos a otros. El miércoles llamó a las 8.00 al ex ministro Francisco Vidal. Más tarde tomó contacto con Víctor Barrueto, a quien llevó a la presidencia del PPD en 2003 y ocupaba ese cargo en la época en que Velasco dice haber sido presionado por el parlamentario. Ambos dirigentes lo apoyaron en público.

El férreo control de la "máquina" del PPD, su capacidad de sobreponerse a las crisis y el sacar uno a uno del camino a sus adversarios forman parte de un estilo que comenzó a forjar en los 80. La historia, que comenzó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, fue relatada por más de una decena de personeros del PPD consultados por La Tercera y contrastada con el parlamentario, quien negó una serie de episodios.

Girardi armó su primer "lote" a inicios de los 80, cuando formó el grupo Pehuén en la Facultad de Medicina de su universidad. El entonces estudiante construyó una red de 500 ecologistas y detractores del régimen militar que más tarde se llevaría en masa al PS, cuando le propusieron fichar en las juventudes de ese partido una vez que se graduó de la escuela. Corría 1986 y el médico ya tejía lealtades -entre ellos la del alcalde Gonzalo Navarrete, uno de sus más cercanos- y comenzaba a articular otras redes. En el partido se había encontrado con su referente del MIR en la Alianza Francesa, Gonzalo Martner, y su tarea era coordinar la juventud. Lo ayudaban tres buenos amigos: el actual ejecutivo de HidroAysén Daniel Fernández y los ecologistas Hernán Sandoval y Patricio Rodrigo.

Para el plebiscito se había acercado a algunos "fácticos" socialistas, como Jorge Arrate. Y, tras la llegada de Patricio Aylwin, entró al PPD. Su ascenso fue rápido. En 1991, con 30 años, tomó la decisión de llegar a la directiva del partido y lo logró: fue tesorero de la directiva de Erich Schnake. Desde ahí saltó al Sesma, donde comenzó su carrera política con actos de fiscalización en horarios prime de la TV. En sus ocho meses en el cargo, Girardi se dio cuenta de que las multas a las empresas eran irrisorias, pero que el llegar con la prensa a denunciarlas tenía un alto rédito: llegó a decomisar 70 mil tarros de conserva, cerró tres mataderos frigoríficos y las emprendió contra 20 industrias de cecinas en Santiago, de las cuales clausuró cuatro y prohibió funcionar a cinco.

Ya con marcado estilo mediático, que contrastaba con la timidez que mostró en su comando durante su fallida campaña a diputado por Las Condes de 1989, Girardi comenzaba a extremar posiciones y a incomodar al gobierno de Aylwin. Un día, Edgardo Boeninger lo llamó a su oficina en La Moneda por un proyecto medioambiental. "Tú eres un joven encantador, pero no le puedes tirar mierda a esta ley. ¿Por qué no ayudas y colaboras?", le dijo, según el senador.

Girardi abandonó el Sesma en 1993 y comenzó a mirar el Congreso y a crear su propia estructura en el PPD, al alero de un dirigente en ascenso: Jorge Schaulsohn.

El médico había recorrido el país varias veces: encabezó unos 20 encuentros medioambientales y en las juventudes fue el encargado de afiliar a adherentes del PPD, para lo cual dejaba su departamento del Parque Forestal y viajaba los fines de semana a regiones. Con Schaulsohn trabajó fuerte y llegó a convertirse en diputado por Cerro Navia, donde atendía como médico. Solía recorrer poblados y decirle al oído al abogado el nombre de lugareños para que los saludara por su nombre. Por entonces, las tensiones en el PPD aumentaban. Schaulsohn y Sergio Bitar se disputaban la "herencia" política de Ricardo Lagos. En 1997 se enfrentaron en unas elecciones internas. Girardi manejó la "máquina" del abogado, quien perdió y terminó privatizándose ese año. El año anterior, el diputado había sobrevivido a un accidente automovilístico en Rapel: quedó sin un riñón, tuvo un estallido pulmonar, un derrame cardíaco y estuvo en coma más de un mes. Dice que hasta hoy hace gimnasia todas las mañanas, karate o mil abdominales para no sufrir problemas físicos: sólo el 5% de los pacientes salvan su vida de emergencias así.

En 2000, cuando Schaulsohn estaba retirado, Bitar concentrando en el Senado y Lagos en La Moneda, Girardi consolidó su poder: llegó a la presidencia del PPD y al año siguiente logró elegir a 21 diputados -la mayoría afines a él- y el 2006, ya fuera de la mesa, contaba con 10 de los 22 diputados, 12 de los 13 presidentes regionales y 22 de los 32 integrantes de la directiva nacional. El eslogan del partido sintonizaba con su perfil fiscalizador: "El PPD te defiende como león". Girardi se alzaba como carta presidencial de la colectividad y, tal como ahora, solía recorrer al menos una vez por semana las ferias de Santiago y no dejaba de asistir a reuniones con la "máquina" partidaria. Así lo hizo hace dos semanas, cuando cruzó la capital para llegar a un encuentro de la mesa con los presidentes regionales del partido: los saludó y se fue.

"Desde el punto de vista político, yo considero que fue un error y también asumo mi responsabilidad personal en el sentido de que no tuve, oportunamente, un mejor criterio para reconocer antes este error". Con estas palabras, el 5 de junio de 2002, Girardi hizo frente a la polémica por el envío de 24.648 cartas destinadas a militantes PPD, financiadas con dineros del Congreso, en medio de la campaña para su reelección a la presidencia del partido frente a Nelson Avila.

Fue uno de los momentos complejos de su carrera. Y el parlamentario aplicó una fórmula que repetiría en adelante para enfrentar las crisis: defenderse en las causas judiciales -jamás ha recibido algún tipo de sanción en tribunales- y luego explorar salidas políticas. El caso se sobreseyó sin responsables, pero terminó con una guerra civil en el partido: Fernando Flores y Schaulsohn articularon una carta en que criticaban la conducción "frívola" de Girardi y presionaron para adelantar las elecciones y desbancarlo del partido.

En octubre de ese año, Lagos le propinaría otro golpe al parlamentario al remover a tres de sus operadores en el gobierno. Se trataba de Gonzalo Navarrete (ISP), José Concha (Sesma) y Daniel Farcas (Sence). Farcas fue la baja que más le dolió: en el PPD se hablaba de que era un recaudador de fondos de campaña y su "delfín", que luego se trasladó a la Uniacc y fue destituido en 2010 en medio del escándalo de las becas Valech. Cercanos a Girardi niegan que Farcas haya sido su "mano derecha".

Con su líder debilitado, el girardismo acusó a Schaulsohn de haber regresado a la política para recuperar la "herencia" que le dejó al parlamentario, que se rehusaba a entregarle su lugar de cacique. El senador había sido su brazo derecho y su relación, que incluía navidades juntos y paseos en Cachagua, se quebró para siempre. El parlamentario desempolvó entonces una características en la que coinciden todos los consultados: su habilidad para proteger a aliados y castigar a sus adversarios.

El médico cobró sus cuentas. El primero en caer fue el entonces senador Nelson Avila. En diciembre de 2002, lo expulsaron del partido: fue acusado de haber dañado a la colectividad al anunciar que congelaría su militancia y de querer levantar una candidatura presidencial con las fuerzas extraparlamentarias. Meses después realizó un acuerdo con el ex ministro Francisco Vidal para que el sucesor fuera Víctor Barrueto. En los hechos, como hasta ahora, mantuvo el control.

Ya fuera de la presidencia del PPD, en enero de 2004, el parlamentario enfrentó otro episodio controvertido: el caso Spiniak. El envío del menor L.Z. a TVN en su vehículo para que diera dos entrevistas donde supuestamente acusaría a Carlos Bombal y Nelson Avila de participar en las fiestas de Spiniak le costaron la acusación de la UDI de ser parte del montaje y de Bombal de ser uno de los personajes más oscuros de la política chilena.

Girardi debió explicar su participación en los episodios que protagonizó L.Z., incluyendo la vez que declaró haber recibido un par de zapatillas de parte suya a cambio de involucrar a los senadores. El menor después negó sus dichos. El parlamentario, una vez más, actuó rápido y de la mano de abogados. El mismo día de la declaración inicial de L.Z. fue a tribunales para pedir ser interrogado. Para entonces, Pablo Longueira había puesto el foco en una balacera que ocurrió una semana antes en la residencia de otro menor que se suponía que tenía antecedentes sobre las fiestas de Spiniak: el entonces diputado PPD llegó al lugar pocos minutos después del altercado y su presencia coincidió con la de un medio de comunicación.

Los difíciles días que enfrentó Girardi no impidieron que en 2005 lograra obstaculizar la precandidatura de Flores: realizó un acuerdo con Francisco Vidal y Víctor Barrueto y proclamaron a Bachelet como candidata. En esa misma elección arrasó con el senador Andrés Zaldívar (DC) en Santiago Poniente y le presentó a la ex presidenta a algunos miembros de Expansiva -que presidió Velasco-, como el ejecutivo Jorge Rosenblut.

Ya en un ambiente muy crispado en el PPD explotó en 2006 el caso Publicam. Girardi andaba en China. La empresa fantasma figuraba en su rendición electoral con supuestos pagos por $ 25 millones. Desde el extranjero, el senador fue asesorado por los abogados Juan Pablo Hermosilla y Samuel Donoso y se concentró en evitar una posible solicitud de desafuero del Ministerio Público. Explicó que se trataba de "un error de forma, no de fondo" y que asumía la responsabilidad política del episodio, pese a no haber tenido nada que ver. Dijo que había delegado la rendición a su administrador electoral, Ricardo Farías, quien sí terminó formalizado.

Al analizar el caso, Girardi priorizó el frente judicial y optó por reconocer que la factura había sido utilizada en su comando para formalizar los pagos a los brigadistas. Además, aclaró que no había presentado las boletas para reembolso fiscal (como lo permitía la ley) y que los dineros rendidos con cargo a Publicam sí se habían destinado a gastos del comando.

El costo fue alto. El PPD se tensionó al máximo. Pero Girardi jugó otra vez sus cartas y, mostrando pragmatismo, se instaló en una vereda opuesta a la de Schaulsohn y apoyó a Sergio Bitar en vez de Flores en las elecciones para la presidencia del partido de mayo de 2006. Bitar salió electo y el senador salió otra vez a cobrar cuentas. El actor Alvaro Escobar, a quien Girardi convenció de postular como diputado y decidió renunciar al partido en agosto de ese año, dijo que recibió una orden del líder PPD: "Vas a renunciar al Parlamento y nosotros vamos a meter a uno de los nuestros".

El girardismo impulsó la expulsión del partido de Schaulsohn en diciembre por sus declaraciones sobre una "ideología de la corrupción". El abogado se encontraba en EEUU. y, de acuerdo a sus cercanos, sólo volvería a ver en dos ocasiones al parlamentario y amigo por décadas: en el Teatro Municipal y en el Congreso. En ambas oportunidades lo saludó formalmente. Flores renunció a la colectividad en enero del año siguiente.

En esos mismos días, tras una fuerte baja en una encuesta del CEP, Girardi informó que tenía un tumor cerebral que debía operarse prontamente, lo que le valió críticas de sus adversarios. El noviembre de 2008 tuvo que enfrentar un nuevo conflicto, cuando se dirigía al Congreso y un carabinero detuvo su automóvil para cursar un parte al chofer del parlamentario, por conducir a exceso de velocidad. El procedimiento seguido por el uniformado originó la molestia del senador PPD, quien llamó a la ex subsecretaria de Carabineros Javiera Blanco para quejarse por el trato desigual del que -según él- había sido objeto, ya que mientras era multado una comitiva pasó a alta velocidad por la misma ruta. El episodio también terminó gatillando duras críticas. Bachelet dijo que "la ley pareja no es dura.

Tras la derrota de Eduardo Frei, Girardi ha apostado por posicionarse como líder del sector más izquierdista de la oposición, generando una plataforma que aspira a tener hegemonía sobre el centro político. En esa línea, en abril pasado articuló el acuerdo para que el PPD, PRSD y el PC levantaran una lista paralela de concejales para la elección municipal de octubre.

Desde el PS, el senador Camilo Escalona se opone a esta estrategia. A su juicio, un eventual segundo gobierno de Michelle Bachelet debe fundarse en el eje histórico de la Concertación, el bloque PS-DC.

Al final, es considerada una pugna por ámbitos de influencia de cara a un quinto gobierno de la Concertación. Eso explicaría la divergencia de ambos respecto del diálogo con el gobierno. Escalona tendió puentes con el Ejecutivo para apaciguar las críticas a la ex jefa de Estado por el 27/F y congelar por ahora la carrera presidencial. Girardi trató de bloquear la aproximación para impedirle a su rival vestirse con un éxito en este plano. Ambos son políticos pragmáticos, pero tienen distinta formación política: el senador PPD nunca fue marxista, tiene sensibilidad ecologista, cree más en los movimientos sociales que en los partidos y siempre ha estado muy conectado al área de la salud.

En el corto plazo, tras haber llevado a Jaime Quintana a la presidencia del PPD y propinado una fuerte derrota al laguismo, el senador hoy está por asegurar su reelección por Santiago Poniente. Y aunque es cuidadoso respecto de sus ambiciones presidenciales, en el PPD se sabe que nunca ha renunciado a la idea de llegar a La Moneda. Su escenario sería el año 2017.

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