Revelan vuelos secretos argentinos para comprar armas en 1982

<P>Durante la guerra de las Malvinas, el gobierno transandino consiguió que Israel y Libia le vendieran armamentos.</P>




A pocas semanas de conmemorarse 30 años del conflicto armado que llevó, en 1982, a Argentina y a Reino Unido a enfrentarse por el dominio de las islas Malvinas (Falkland para los británicos), un grupo de pilotos civiles transandinos decidió romper un pacto de silencio y revelar al diario Clarín los detalles de la operación secreta para conseguir armas para las fuerzas argentinas.

La historia se remonta a comienzos de abril de 1982, cuando un grupo de pilotos civiles de la empresa Aerolíneas Argentinas fueron contactados por el gobierno del general Leopoldo Galtieri para que asumieran una importante y riesgosa operación militar: volar a Medio Oriente y Africa para adquirir armamento. Debido a las dificultades que enfrentaba Argentina para comprar armas en el mercado mundial debido al bloqueo que logró imponer Reino Unido, con el acuerdo de Estados Unidos, la entonces Comunidad Europea y las naciones de la Mancomunidad Británica.

De acuerdo al relato de los siete pilotos protagonistas de esta trama (Gezio Bresciani, Ramón Arce, Leopoldo Arias, Juan Carlos Ardalla, Jorge Prelooker, Mario Bernard y Luis Cuniberti), la llamada "Operación Aerolíneas" implicó dos viajes a Tel Aviv (Israel), cuatro a Trípoli (Libia) y uno a Sudáfrica. Sin embargo, este último fue abortado en pleno vuelo, porque al parecer los militares argentinos no habrían logrado cerrar el negocio con el traficante de armas local.

La razón por la que pilotos civiles aceptaron formar parte de esta operación las resumió Gezio Bresciani (71) al señalar que "cuando alguien te dice que tu país está en guerra y que puedes ayudar de alguna manera, no te detienes a pensarlo demasiado. Eso sentimos nosotros".

De acuerdo al relato de los pilotos, el primero de los seis viajes que se realizaron, se hizo cinco días después de iniciada la guerra, el 7 de abril de 1982; mientras que el último se efectuó el 9 de junio, cinco días antes de que finalizaran las hostilidades.

Todos los vuelos se realizaron en aviones comerciales Boeing 707 pertenecientes a la entonces compañía estatal argentina, naves a las que se les sacaron los asientos y se les acondicionó para transportar armas. El propósito era sortear el férreo control aéreo del enemigo y pasar desapercibidos.

Para ello debían operar en clave "sigilosa", que significaba la obligación de mantener los equipos de radio y las luces de los aviones apagados. En caso de que no pudiesen esquivar los radares, debían entregar información falsa sobre su posición, ya que cualquier sospecha podía significar ser interceptados o incluso derribados. "Eramos un misil atravesando la oscuridad de los cielos", explicó Mario Bernard (82).

La operación era tan confidencial que los pilotos no podían decirle nada a sus familias. Primero se les contactaba por teléfono, se les pasaba a buscar a sus casas, se les llevaba al aeropuerto de Ezeiza, y sólo minutos antes de embarcarse se les entregaban datos de la misión que debían cumplir. En algunos casos, incluso, la información se les entregaba en pleno vuelo, como le ocurrió al piloto Luis Cuberti (76), quien una vez que despegó se enteró que su destino era Trípoli, la capital libia.

La ruta de los vuelos era Buenos Aires-Recife-Islas Canarias-Trípoli o Tel Aviv. Hasta hoy, ninguno de los ahora septuagenarios pilotos tiene claridad de qué tipo de armas trajeron, aunque estiman que podrían ser misiles soviéticos, minas antitanque y antipersonales. Al regresar del periplo debían aterrizar en la base aérea El Palomar, desde donde se trasladaban las armas a la zona del conflicto.

Según sus protagonistas, sólo el 30% de ese arsenal habría llegado finalmente a las islas.

Las revelaciones muestran la escasa preparación con la que el régimen militar argentino se lanzó a una guerra contra una potencia como es Reino Unido.

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