Rivadeneira y los animales políticos chilenos
<P>El abogado y fundador de RN , quien falleció el pasado lunes, dio en abril del 2010 un testimonio sobre su extensa trayectoria política. Su visión sobre Allende, Pinochet y Piñera queda plasmada en este relato póstumo.</P>
En 2002, durante un viaje a EE.UU., Ricardo Rivadeneira descubrió inesperadamente que tenía un tumor en el cerebro. El abogado tenía 74 años y se sintió razonablemente bien por cuatro meses. El 5 de abril de 2010, ocho años después, Rivadeneira recordó en el living de su casona del barrio Los Dominicos, en Las Condes, cómo fueron los ocho años siguientes. "Ha sido bastante molesto, pero no dramático. Debe ser por mi edad. Mire, uno tiene que morirse de algo y el cáncer es una forma de morirse".
Fue el primero de tres encuentros que agendó con La Tercera para repasar su trayectoria política, marcada por 32 años en el Consejo de Defensa del Estado (CDE), la fundación y primera presidencia de RN y las negociaciones que impulsó junto a Sergio Onofre Jarpa con la oposición, entre otras cosas. Le costaba subir las escaleras, se apoyaba en un bastón y ya había cambiado habitación con su hijo Ignacio, el jefe de Contenidos de la Presidencia, para quedarse en el primer piso de su residencia.
A ratos de pie, muy cerca de una oficina repleta de libros de historia y derecho, Rivadeneira describió una conversación con Salvador Allende en la que terminó acusándolo de "complotador" y otra con el ex general Carlos Prats, sobre una posible guerra con Perú en plena Unidad Popular. En el segundo encuentro con el abogado, realizado dos semanas después, abordó una fallida gestión con los comandantes en Jefe para nombrar un candidato de consenso con la Concertación antes del plebiscito; las sugerencias de Ricardo Lagos y José Antonio Viera-Gallo para negociar un período de cuatro años y así acortar el casi seguro gobierno de Patricio Aylwin; las tensiones del Piñeragate y su llamado a respaldar la administración de Sebastián Piñera. "Este tiene que ser un gran gobierno para que las ideas de centroderecha puedan gobernar por un largo período. Hay que ser responsables y colaborar", dijo esa vez.
A ratos pedía descansar y le costaba levantarse. Un día después de la última entrevista, Rivadeneira cayó hospitalizado. Sus jornadas las comenzó a intercambiar entre la clínica, su residencia en calle La Viña -en frente de Piñera- y su fundo de San Fernando, donde iba acompañado de su esposa, Mercedes Hurtado. El lunes pasado falleció, horas antes de cumplir 83 años. Aquí su testimonio.
"Todos en el CDE, salvo su presidente, que era Eduardo Novoa, éramos contrarios a la Unidad Popular. No hacíamos política, pero tuvimos una participación importante. Con Allende se nacionalizó el cobre y se les expropió a las grandes mineras, acordando indemnizarlas, pero restándole las utilidades excesivas que podrían haber tenido en años anteriores. Al final, las utilidades excesivas eran superiores al monto de indemnización. Eso provocó que entablaran juicios en tribunales internacionales y que el cobre quedara incautado. Fue terrible. A mí me tocó por el CDE defender a Chile en los tribunales europeos, así es que instalamos una oficina en Londres y otra en París. Estudiamos el tema y llegamos a la conclusión de que, por jurisprudencia, estábamos perdidos".
"En esa época estaba trabajando en este asunto en París. Jorge Edwards, que era ministro consejero, organizó un cóctel para el general Carlos Prats, que venía llegando de Moscú. En medio del cóctel, Prats me tomó de un brazo, me llevó a un salón y me dijo: 'Yo no sé si usted sepa, pero yo ando por aquí comprando armas, porque el país está amenazado de un ataque por Arica por parte de Perú y no tenemos nada para defendernos. Y pasa que nadie me quiere vender armas, porque tenemos el cobre embargado. Me dicen que no tenemos cómo pagar. En Moscú me dan más facilidades, pero no me atrevo a llegar con tanques rusos. Arregle esto del cobre'. Le expliqué que como abogado no podía hacer mucho, que el gobierno tenía que arreglarlo, porque los juicios no se iban a ganar. Y que si ganaban, iba a ser en 15 años. 'Cuando logre comprar los tanques ya van a estar instalados los peruanos en Curicó', le dije.
"En agosto de 1973 todos decidimos renunciar al CDE y le mandamos una carta a Allende. El no nos respondió, pero nos citó a La Moneda. Apenas nos saludó de lejos y nos dijo: 'Señores, comprendo que la carta de ustedes forma parte del complot que existe en sectores de derecha para asumir una actitud subversiva y arrancarle el poder al gobierno'. Guillermo Pumpin (miembro del CDE) quiso decir algo, pero el ex presidente dijo que no iba a abrir diálogo, porque nuestra intención era evidente. Eugenio Valenzuela, que también era del Consejo y que era más rabioso, planteó: 'Presidente, es difícil aceptar lo que está diciendo, porque es una ofensa'. Allende nos respondió: 'Mire, no hay discusión aquí'. Se paró y nos hizo con las manos un gesto de que nos fuéramos. No tuvimos más que salir y mientras bajábamos por las escaleras desde la puerta, Allende nos gritaba: 'Están complotando'".
"Todos estaban muy ofendidos, y yo sólo me reía de lo enojado que estaban, porque había algo de cierto en lo de Allende: todos pensábamos que el gobierno era un desastre y que los militares debían intervenir. Pero no complotábamos, al menos hasta ese minuto. Entonces yo les dije, ahí mismo en La Moneda, 'complotemos, tomemos contacto con los militares, avisemos que el año judicial en Europa se inicia en septiembre, y que si van a hacer algo, tiene que ser pronto, tienen que arreglar de inmediato lo del cobre, porque o si no, no van a poder vender un gramo'. Ahí Valenzuela dijo que tenía un primo general, que era Javier Palacios (encargado de la toma de La Moneda). Eugenio se contactó con Palacios y él se enojó mucho. 'Yo no soy ningún complotador, soy un general constitucionalista', nos dijo, aunque estaba más metido en el complot que todos nosotros. Al final, le entregamos la información y terminamos de complotar: le dejamos una lista con nuestros nombres para que nos llamaran para ver lo del cobre. A los pocos días del golpe me vinieron a buscar en un jeep y me llevaron al Ministerio de Minería. Ahí redacté el decreto donde nos restituyeron como comisión del Cobre".
"En esos meses participé en una comisión por temas fronterizos del Ministerio de RR.EE., y tuve un primer contacto con Pinochet. Más contacto con él tuve por la crisis bancaria, porque el gobierno designó un interventor que era del CDE. Bueno, yo no me dediqué al Banco de Talca, porque era chico, sí al Banco Español Chile. No pasó un día, y los tenía presos a todos. Después de eso intervenimos el Banco de Chile y preparé la querella contra Javier Vial y otros ejecutivos. Vial tenía buenos abogados y pasaba una semana y otra, y andaba muy feliz por la calle. Entonces me llamó el presidente del CDE y me dijo que Pinochet lo molestaba cada dos horas por el asunto de Vial. Ahí fui a La Moneda a explicarle a Pinochet lo del Banco de Chile, y él me preguntó por qué con el Banco Español había sido rápido y con este otro no. Yo le decía que Vial había hecho las cosas igual de mal, pero con más resguardo, así es que el caso no era igual. 'Es igual', me dijo, 'lo que pasa es que este otro tiene más plata'. Ahí le dije que si caía Vial, caía también el superintendente de bancos y Rolf Lüders, que era ministro de Hacienda, porque habían creado con el Banco de Chile el Banco Panameño. Me dijo que le daba lo mismo".
"Yo vengo interesándome en política desde que estaba en el colegio, desde la elección en que salió Gabriel González Videla. A (Sergio Onofre) Jarpa lo conocía desde la infancia, porque él se crió en un fundo al lado del nuestro en San Fernando. En los 60, cuando estaba instalado en una oficina de abogados en Moneda con Morandé, Jarpa me invitó a inscribir un partido en el Congreso. Salimos de la oficina y cuando habíamos caminado una cuadra, me arrepentí, y le dije "sigue solo, mejor quiero ser abogado".
"El 86 estaba dedicado a mi profesión cuando me ofrecieron ser presidente de RN. Conocí a Pancho Bulnes, a don Pedro Ibáñez y a Carlos Reymund Aldunate, quien organizó todo esto en su oficina. Ahí me dijeron que yo era el presidente de RN, porque era independiente. Les dije que iba a ser incómodo, porque estaba lleno de reservas sobre Pinochet y los derechos humanos, y no era un fervoroso pinochetista. Nada los convenció. Asumí el 29 de abril de 1987 e hice declaraciones que no fueron bien vistas: terminar con el exilio, apurar la transición y el funcionamiento del Parlamento. En fin, tuve apoyo incluso en las FF.AA. Pero amigos míos y de Pinochet me contaron que él había considerado que todo lo que había dicho era horrendo. Yo le entregué mis planteamientos a Merino y Stange. Como ninguna de mis ideas fue aceptada, decidí renunciar. Después se dividió RN".
"En abril del 87 vino el Papa y uno de los programas que elaboró la Iglesia fue una reunión con la mesa directiva de los partidos políticos. Eran cuatro o cinco de la Concertación y RN. Asistimos (Andrés) Allamand y yo. Jaime Guzmán consideró que era políticamente inconveniente, porque consideraba que de estas reuniones iba a sacar algún provecho la Concertación. Yo me puse firme y dije que uno no se podía negar a una invitación del Papa, era lo más delicado que hay. Habló conmigo monseñor Bernardino Piñera y me dijo "cómo el Papa se va a juntar sólo con políticos de izquierda". Total que yo dije voy nomás. Fue una reunión fome. Estábamos todos ahí y apareció el Papa y nos saludo uno a uno, y nos dijo unas palabras bastantes obvias, que había que buscar la paz y la concordia, cosas que caían de cajón".
"Nuestro tema era el plebiscito que se venía encima el año siguiente. Se entendía que el candidato del Sí era Pinochet. Algunos teníamos reservas sobre el plebiscito. No era Pinochet versus Altamirano, por lo que la ciudadanía podía decirnos que No".
"Guzmán había tenido una influencia muy grande en Pinochet en los primeros años, pero cuando formamos RN esa influencia había decaído. Tras la crisis del '82, Pinochet nombró ministro del Interior a Jarpa y sacó a los Chicago Boys. Pero lo profundo ahí para Guzmán fue la llegada de Francisco Javier Cuadra, quien tuvo una importancia política similar a la que había tenido él. En Cuadra, Pinochet veía algo que no tenía Guzmán, que era el manejo de las comunicaciones. Guzmán consideraba que Cuadra, así me lo explicó, era un hombre muy inconveniente para los intereses del régimen. Para Guzmán, Cuadra era su adversario. Se sentía excluido del círculo de Pinochet por Cuadra, para él era una especie de culebra. Hubo un cambio que lo favoreció el '87, que fue que Pinochet trajo de vuelta a Sergio Fernández a Interior y en paralelo salió Cuadra de la Segegob".
"Acordamos, previo al plebiscito, que cuatro miembros de la Comisión Política fuéramos a hablar con los comandantes en jefe para plantearles nuestra preocupación por el proceso. Así es que partimos un día Jarpa, Guzmán, Allamand y yo. Yo decía: les agradecemos que nos reciba, venimos mandatados por el partido. Después Jarpa decía 'mire, venimos a hablar del plebiscito, ese es nuestro tema, el que maneja bien nuestra posición es Jaime Guzmán, así es que escuchemos a Guzmán'. Ahí tomaba la palabra Guzmán y les decía, 'mire, no consideramos que el plebiscito sea bueno o malo, pero sólo es útil para nosotros si se elige a un candidato de mayoría, de consenso con la Concertación. Pero no nos sirve si no se sabe si va a tener mayoría. Si el candidato tiene que ser Pinochet, la elección debe ser abierta'. Ahí el almirante Merino hacía comentarios irónicos. 'Por qué creen que el candidato va a ser Pinochet', decía. Stange nos decía que él, por lo que recibía de sus subalternos en las comisarías, tenía la impresión de que podíamos perder. Matthei fue clarito. Nos dijo que existía un compromiso con Pinochet de que él era el candidato, porque cuando se discutieron estas normas Pinochet les dijo que él a partir del año 80 quería tener 16 años de gobierno y para que se quedara tranquilo, acordaron que serían ocho, pero que habría plebiscito y él sería el candidato".
"No era una locura eso del candidato de consenso, porque siendo yo presidente de RN tuve por lo menos un contacto con un importante dirigente de la oposición. No voy a decir quién, porque no sólo está vivo, si no que activo (risas). Bueno, me dijo que entre ambos viéramos esa posibilidad. Incluso estaban dispuestos a aceptar un candidato militar, siempre y cuando no fuera Pinochet, que hasta aceptaban que fuera en servicio activo, cualquiera que no fuera Pinochet, y por sólo cuatro años. Yo sondee el asunto con algunas personas en RN, pero eran muy pinochetistas. Nada que hacer".
"Nos reunimos con el ministro de Interior, Sergio Fernández, para preguntarle quién iba a manejar el plebiscito, porque ya se había dictado la ley de partidos. Queríamos saber quién iba a ser responsable de esta candidatura de Pinochet. Ahí hablé yo. 'Estoy un poco afligido', le dije, 'porque vengo de la comisión política, y ahí están muy preocupados porque creen que tienen una responsabilidad y no saben mucho qué hacer'. Y Fernández me dice, 'vuelve tú tranquilo donde estos caballeros tan distinguidos y dile que nosotros vamos a hacernos cargo, que RN no tiene asignado ningún rol, salvo ir a votar'. Entonces, yo le pregunté 'para qué diablos dictaste la ley de partidos primero si no íbamos a tener ninguna injerencia'. Entonces me explicó que sin los partidos, el Tribunal Constitucional consideraba inconstitucional el plebiscito. "Los partidos existen para que el plebiscito se pueda hacer nomás', me dijo".
"A veces nos citaba (el general Jorge) Ballerino en su oficina. Ahí llegábamos Ricardo Núñez, Ricardo Lagos, Jarpa, yo, entre otros. Se veían ya los conflictos entre la DC y el resto de los partidos de la Concertación, porque se partía de la base que el candidato era Aylwin, así es que la DC quería un primer período de ocho años y los otros, no. Entonces venían Lagos o Viera-Gallo y me decía que RN planteara el asunto de los cuatro años, para que la DC no se molestara con ellos".
"Para la primera elección, el partido proclamó a Jarpa, pero Jarpa llegó a la conclusión de que el candidato que más le gustaba a Pinochet y a la derecha era Büchi, así es que Jarpa me pidió que convidara a mi casa a él, a Büchi, a Allamand y otros más. Así es que los invité a almorzar -había arroz con carne y de postre, peras- y almorzamos y nos quedamos toda la tarde. Bueno, Büchi apareció con Piñera como generalísimo. Piñera le dijo a Büchi que era muy importante que contara con Allamand, porque tenía experiencia política, y que me tuviera a la mano a mí como futuro ministro del Interior, porque como yo era sensible en temas de derechos humanos, servía para contrarrestar las críticas que habría sobre este tema. Piñera era inteligente, bien vivo, simpático, pero en la candidatura era todo muy desordenado y fue un desastre".
"Allamand aparecía en las encuestas como el político con más futuro, pintaba para Presidente. Era muy hiperkinético, y de repente me decía, vamos a conversar con Ricardo Lagos, que es muy entretenido hablar con este ministro. Entonces íbamos al ministerio, y le preguntábamos qué opinaba de lo que estaba pasando. El era muy distinguido y conversábamos mucho de política. En ese tiempo, yo estaba en la Comisión Política cuando paso lo de la radio Kioto".
"Yo vi el programa... Fue terrible, porque dentro de RN, le teníamos bastante fe a este grupo que formaban Piñera, Evelyn Matthei, Bernardo Matte, Allamand y Espina. Cuando se supo este asunto, fue muy complicado, porque Piñera era senador, se inició la investigación en la justicia militar para saber quién había entregado esta grabación a Evelyn y en la comisión política a mí me tocó, como abogado, hablar con ellos".
"Todo era muy oscuro, porque nadie se atrevía a contar mucho la participación que había tenido. Me dolió esta situación. A todos nos dolió el lenguaje de Piñera conversando con (Pedro Pablo) Díaz, refiriéndose a Evelyn como 'esa cabra tal por cual'. Eso era penoso, pero más penoso era que se hubiera hecho uso de una grabación privada de un senador con un amigo, para llevarla a un programa de TV y resfregársela en una entrevista. Era muy delicado".
"Las relaciones quedaron complicadas, pero como siempre sucede en estas cosas intervino el tribunal supremo y expulsó a Evelyn, lo cual fue una lesera, como le dije a Allamand, porque una vez expulsada, fue elegida diputada por la UDI y después senadora, y a Piñera le impusieron una sanción de suspensión por unos meses y después Piñera fue presidente del partido, entonces todo se olvidó. Yo me formé la opinión de que todo lo que habían hecho era toda una lesera, pero tampoco merecían la pena de muerte".
"Yo podría haberme negado a defender a Pinochet por una distancia política. Habría quedado mejor parado, pero así como un médico no se niega a atender un paciente por su color político, no podía hacerlo. Habría sido de poco hombre. Yo no era amigo de Pinochet, le aclaro. Vi mucho a Pinochet cuando fui dirigente de RN a mediados de los 80, pero después lo dejé de ver hasta que lo detuvieron en Londres".
"Era imposible que hechos como los ocurridos, mil y tantas personas desaparecidas, otros tantos ejecutados sin juicio, quedaran inimputables. Uno lo ve en el caso alemán. No hay corazón para dejar estos crímenes así. Ahora, hay muchas formas de ser culpable. Pinochet no era responsable penalmente, pero sí tenía responsabilidad política, porque era Jefe de Estado cuando sucedieron estos hechos"
"Fui a Londres con Joaquín Lavín y Alberto Espina y cuando volví, Espina me pidió que fuera uno de sus abogados defensores. Nuestra estrategia era que Pinochet no estaba en condiciones de enfrentar un proceso judicial. Igual lo desaforaron. El estaba muy preocupado de su imagen, quería defender su nombre como gobernante, y entonces yo le decía que para eso él necesitaba pinochetistas y que yo no era pinochetista, que yo era ibañista. El se reía mucho de eso. Una vez me dijo, 'lo que yo en verdad necesito, es buen manejo con los medios, yo necesito de vuelta a Cuadra'.
"Pinochet estaba perdido con las fechas, no mantenía el hilo. De repente decía 'qué interés iba a tener yo en fusilar a esas personas que dicen que fusilé'. Uno le preguntaba si le había dado la orden a Arellano Stark por lo de la Caravana de la muerte y él sólo decía 'cómo se le ocurre'. En todo caso, a él no le interesaba tanto el juicio como el tema político. Siempre decía: Defiendan mi nombre, mi obra. Yo le contestaba que yo era abogado".
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