Rivera Letelier: "Me faltaba vida para escribir este libro"

<P>En <I>El escritor de epitafios</I>, se aleja de la pampa y habla de ángeles y góticos. </P>




Mediodía. Todos los días de la semana. Al Café del Centro, en el Paseo Prat de Antofagasta, le faltan mesas. Entre el ir y venir de gente, Hernán Rivera Letelier entra sin apuro. Piel curtida, chaqueta de cuero y lentes oscuros, toma su mesa de siempre y casi al mismo tiempo que llega su primera taza té, aparece un par de fans pidiéndole autógrafos. Alguien llega a contarle una historia: "Se la regalo", le dice. Nada. Nunca nada bueno. Lo bueno lo ha escuchado sin querer en el café: dos de sus novelas surgieron de frases que oyó al pasar y que a nadie, salvo a él, se le ocurrió que podían servir para armar un libro. Ahora, son tres novelas.

No hace mucho, hasta la mesa del escritor llegó una mujer angustiada. Traía un "aura triste", recuerda. Le pidió un momento y él se escuchó diciendo: "La estaba esperando". Hablaron un poco más de 10 minutos y luego la mujer se levantó renovada. "Usted es un ángel", le dijo al despedirse. Sucedió de nuevo: ahí estaba la imagen que Rivera venía buscando hace años.

Precisamente, hace siete años, cuando Rivera imaginó una trilogía dedicada a los ángeles, duendes y hadas. Dio con los últimos tomos en Romance del duende que me escribe las novelas (2005) y La contadora de películas (2009), pero el ángel demoró. El resultado es El escritor de epitafios, su nueva novela: llegó hace cinco días a las librerías y ya figura entre los libros más vendidos. Y sí: hay ángeles. El protagonista es un ángel. "Un ángel de café".

Es otras cosas: alguna vez escritor de culto, hoy es un anónimo en Antofagasta que a diario frecuenta un café del centro. Tuvo un doloroso exilio y hoy suma a una pensión de exonerado político lo que gana por escribir epitafios. Su vida es tranquila hasta que aparece una adolescente gótica: el ángel se desbarranca.

Urbano y actual, pero también pausado y hasta metafísico, El escritor de epitafios es raro en la temática salitrera de Rivera. "Es un libro extrañísimo, yo le tenía un miedo", reconoce. "Es como un salto mortal sin la red protectora. Busqué un lenguaje casi angélico: transparente, liviano y profundo a la vez. Un tono que haga levitar al lector. Me costó. Cuando empecé a trabajar en él, hace siete años, tuve que dejarlo: me faltaba vida para escribirlo", explica.

No al lucro

Que le faltara vida es un decir: minero de las últimas salitreras nortinas, de niño Rivera recorrió el desierto junto su padre, un pastor evangélico, y en su juventud dio vueltas por Chile al ritmo de la revolución de las flores de los 60. Y ya sabemos: en los 90 saltó a la fama con La reina Isabel cantaba rancheras (1994).

Best seller consagrado, en 2010 su carrera escaló otro peldaño: ganó el Premio Alfaguara con la novela El arte de la resurrección, recibiendo 175 mil dólares. Luego giró por 19 países de Hispanoamérica presentando el libro. "Fue grandioso", dice. Después volvió a Antofagasta, al Café del Centro, a escribir todos los días, a publicar un libro por año. "Son novelas cortas, son como apariciones. Aunque gane un millón de dólares, voy a seguir escribiendo, porque me hace feliz", advierte.

Habla en serio. Cuando los 33 mineros de la mina San José estaban a 700 metros de profundidad, el teléfono de Rivera no paraba de sonar: de todo el mundo le pedían artículos. Alfaguara le pidió una novela. "Me ofrecieron cualquier cantidad de plata, incluso para hacer el guión de una película y escribir una novela. Me llamaban de todos los países. Pero yo no podía ponerme a ganar plata mientras ellos estaban abajo. Después que los sacaron escribí un par de artículos y los regalé a los diarios", cuenta .

Algo más: en El escritor de epitafios no hay ni minas ni mineros. Nada de su clásica pampa. Hay homenajes a Claudio Giaconi, cameos de Kafka, jotes en la Plaza de Armas de Antofagasta, una terrenal teoría sobre los ángeles, góticos románticos, vampíricos e industriales y música de Lacrimosa.

La música más triste

Fue en Roma cuando por primera vez Rivera vio a una gótica. "Me quedé contemplándola como 15 minutos. Era preciosa ", cuenta. Le pasa lo mismo al "ángel del café" de El escritor de epitafios. La ve pasar por la calle como un "lento velero oscuro" de guantes de encaje, bototos y medias en red. Un "ángel eclipsado".

La niña, Lilith, alejará al escritor de sus amigos artistas del café: el Pintor de Desnudos, el Escultor de Locomotoras, el Fotógrafo de Cerros, el Actor de Teatro Infantil y la Poetisa Erótica. Con ellos, se extiende en su teoría: todo el cielo es el gran ángel, y cuando quiere actuar se transfigura en un mortal. No cualquiera. Debe ser: "Irresponsable como los pájaros; lúcido como estrella; ido como una flor; adorador de nubes; cazador de crepúsculo y atolondrado con el sexo opuesto".

El protagonista pertenece a la misma estirpe de ángeles célebres, como Kafka, Pessoa, Kavafis, Pound, César Vallejo, Breton o William Burroughs. El, más allá del libro, es una mezcla del propio Rivera y Claudio Giaconi: escribió en los 70 un libro de cuentos llamado La extrema juventud, referencia a La difícil juventud, de Giaconi.

Los ángeles son artistas, pero también filósofos y bataclanas. "Los críticos de arte, en especial los de literatura, no figuran en esta jerarquía", se lee. Rivera complementa: "Simplemente, quería humanizar a los ángeles".

La caída del ángel del Escritor de epitafios llega al involucrarse con Lilith. Ella le muestra la escena gótica de la ciudad y él se fascina. Rivera también debió entrar, pero no le gustó tanto. Se informó de sus ceremonias en el cementerio y se hizo amigo de un par de góticas. "Una niña me prestó sus poemas góticos. Y también música, pero no me gustó nada: es para cortarse las venas en vertical, demasiado triste. Siniestra", cuenta.

El escritor de epitafios fue una pausa. "Me salí de la pampa para escribir este libro, pero ya estoy de vuelta: estoy escribiendo dos novelas sobre las salitreras. Es lo único que hago: escribo, escribo y escribo", cuenta Rivera. Y termina anunciando el 2012: el director Walter Salles irá al desierto a filmar una adaptación de La contadora de películas. "Está todo listo".

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