Rodrigo Hinzpeter: "He probado una buena dosis de ingratitudes y amarguras"

<P>Rodrigo Hinzpeter celebra los resultados de la última encuesta de victimización y, excepcionalmente, se sale del libreto de ministro de Defensa y habla de política. Recuerda su paso por Interior, asegura que la Concertación "aún no aprende a ser oposición", y aventura una presidencial estrecha.</P>




El domingo 28 de febrero del 2010, a pocos días de asumir el ministerio del Interior, Rodrigo Hinzpeter pronosticaba que "la reducción del número de delitos se verá en tres años". Las declaraciones pasaron desapercibidas por el terremoto ocurrido esa misma madrugada. Esta semana, la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc) reveló que el número de hogares víctimas de delito cayó casi 5 puntos en 2012 y el titular de Defensa celebra esos resultados recordando que hasta noviembre estuvo a cargo, desde Interior, del combate a la delincuencia.

La última Enusc marcó una caída de hogares víctimas de delito. ¿Cómo recibe los resultados desde otro cargo en el gobierno?

La encuesta refleja que al tercer año se ha logrado conseguir un objetivo que nos habíamos propuesto para cuatro: reducir la victimización en un 15%. Queda la satisfacción de que las políticas públicas que tuve la oportunidad de implementar en Interior están orientadas en la línea correcta. Es impensable que un futuro gobierno elimine distinguir entre barrios comerciales y residenciales; los STAD; los patrullajes de a pie con carabineros. Queda la satisfacción de haberse dedicado a una de las tres prioridades más importantes de los chilenos.

Una de las críticas en su contra fue que, en Interior, privilegió el tema de la seguridad y dejó de lado la conducción política...

Yo fui el primer ministro del Interior y Seguridad Pública. Al ministerio se le incorporó la seguridad pública como una obligación legal. Además, se requiere de una oposición que esté dispuesta a hacer política... Si se logró hacer política por otros ministros del Interior de la Concertación fue porque en nuestro sector había personas que expresaban que era buena para el país la democracia de los acuerdos. O porque había otros que se declaraban bacheletistas-aliancistas en los peores momentos de popularidad de Bachelet. Nosotros, lejos de inventar o plantear cuestionamientos y negar oportunidades, fuimos una oposición constructiva, y por eso los ministros del Interior fueron capaces de articular grandes acuerdos.

¿A qué se debe esta mejoría en la Enusc?

En este mismo diario, el 28 de febrero de 2010, planteé que la reducción del número de delitos se vería en tres años. Yo no me jugué una ficha en el casino, sino que había estudiado cuánto tardaban en madurar las políticas públicas que implementaríamos. No se trataba de inventar la rueda, sino de mirar qué ocurrió en los países que han logrado enfrentar este desafío y adaptar políticas públicas exitosas (...). Es la satisfacción más grande que uno puede tener en política, porque pasé muchos malos ratos cuando gente de la oposición y de mi propio sector planteó que estábamos perdiendo esta batalla contra la delincuencia.

¿Los resultados lo reivindican?

No sé si reivindicar es la palabra, pero la política tiene muchas ingratitudes y amarguras. He probado de las dos una buena dosis y siento que, finalmente, haber concluido mi período como ministro del Interior, cumpliendo no en cuatro años, sino en tres la meta, por cierto que es satisfactorio (...). Es deseable que en materia de delincuencia haya mayor similitud con las políticas de Estado, como las relaciones internacionales. Pero en las aproximaciones a la delincuencia hay visiones distintas, desde la importancia que se le da: yo no he visto nunca a la ex Presidenta Bachelet referirse a la delincuencia. Hemos producido políticas estructurales y espero que no se modifiquen. Si el ministro del Interior del próximo gobierno cree en aquello que se me dijo tanto al comienzo, que es que el ministro está para ir al Congreso a tomar té y construir acuerdos políticos y descuida esto, sería un retroceso.

Su reemplazante, el ministro Andrés Chadwick, tiene un énfasis más político...

El ministro Chadwick, que tiene enormes talentos políticos, ha continuado muy abiertamente con la dedicación a la lucha contra la delincuencia que tuve yo y que emana de una convicción del Presidente. La centroderecha asigna mucha importancia a la seguridad ciudadana y al orden público; cree en el equilibrio entre libertades, derechos y obligaciones, y responsabilidades. Por lo mismo, planteamos que la protesta en espacio público debe tener una normativa. Manifestarse es un derecho, pero no un derecho absoluto como el derecho a la vida, sino que admite regulación.

¿Como ve el rechazo a la denominada "ley Hinzpeter" que busca regular este tema?

Hay liderazgos que le tienen temor a enfrentarse al movimiento social y hay otros de la oposición que creen que el orden público es menos relevante que el derecho a expresión.

¿Ha sido brusco el cambio a Defensa?

Estoy muy contento. Tengo la convicción de que los meses transcurridos desde que me fui de Interior han abonado que la decisión de hacer un cambio en la jefatura de gabinete fue correcta. Había una relación que había llegado a un punto de desgaste que no era conveniente. Había muy mala voluntad política desde la oposición, y eso comprimía cuestiones importantes para el país. Estoy contento porque el mundo de Defensa es fascinante para cualquier persona que les tenga cariño a su país y a las FF.AA., que son instituciones fundamentales, porque no hay democracias desarrolladas y sólidas que no tengan FF.AA. también desarrolladas y sólidas.

¿Relación desgastada con quién: la oposición, parte de la Alianza o el Presidente Piñera?

Es evidente que cuando se produjo el cambio de gabinete, mi relación con algunos sectores de la oposición había sufrido un desgaste. Yo había sido objeto de un cuestionamiento permanente en cuestiones fundamentales de mi gestión, que había impulsado con un sello muy distintivo, como es la lucha contra la delincuencia. Había sido objeto de acusaciones constitucionales y se preparaba una interpelación. Pero con el Presidente ha sido, fue y continúa siendo una relación que considero un honor y un privilegio, por lo honesta, cercana y cariñosa.

Tuvo problemas con la UDI...

Yo sentí el respaldo de ambos partidos, pero hubo algunos episodios que -y esto es un punto que hemos conversado- la UDI quizás no comprendió o yo no me supe explicar bien, y eso generó incidentes o malos entendidos. Pero en sus trazos gruesos, y particularmente en todo el último período, la relación fue muy buena. Con la Coalición, salvo incidentes aislados, tuve una muy buena relación, pero también hay que tener una muy buena relación con la oposición, y eso fue mucho más difícil y complejo. Parto por poner en mi zona mucha culpa, pero también en la oposición debiera haber espacio para una autocrítica por la forma en que se relacionaron durante un buen tiempo con el ministro del Interior.

¿Qué autocrítica se hace?

La culpa evidente de una persona que es capaz de tener autocrítica. Yo... ninguno de nosotros había estado en el gobierno, por lo tanto, debo haber cometido muchos errores y, en ese sentido, creo que el juicio objetivo de que fue una relación difícil se comparta en el sentido de responsabilidad. Asumo que en esa relación difícil debo yo haber tenido muchas faltas y fallas, pero con la misma convicción sostengo que probablemente no fueron sólo mías, sino compartidas y a veces provocadas. Así como a nosotros nos tomó un tiempo entender la función de gobernar, a la Concertación le costó igual o más comprender la función de ser oposición. Aún no la comprenden.

¿Por qué?

Hace un par de semanas, el Presidente hizo anuncios importantes y responsables para el país, porque cuando se crece y crean empleos, se puede también generar una política de bonos y aumentar el salario mínimo sin generar un déficit como el que heredamos. Vi la reacción de la Concertación y creo que aún no aprenden a ser oposición...

Pero críticas a los bonos del gobierno no son algo nuevo. La Alianza hacía lo mismo, es parte de las reglas del juego...

No, no es parte del juego político por una razón muy sencilla: porque nosotros, durante momentos muy difíciles del gobierno, en que la adhesión llegó al veintitantos por ciento, tuvimos la fortaleza para plantear que mientras no se consolidara el crecimiento económico ni se redujera el desempleo, no era el momento de bonos ni aumentos de salario. Para el gobierno pudo ser mucho más rentable haber echado antes mano a esto. Es muy distinto entregar bonos quitándoles plata a los ahorros que darlos porque el país ha crecido. Entonces, ojo: acá el juego político tiene que ser con seriedad y nuestro gobierno la ha demostrado, pues no cedió ante la tentación populista en momentos muy duros de adhesión.

Se ha dicho que la reacción a estos anuncios se debería a cierto nerviosismo, porque el gobierno ha repuntado en las encuestas.

En Chile, hace más de una década que hay dos coaliciones muy competitivas y, por lo mismo, me llama la atención la autocomplacencia, incluso con sabor a soberbia, de algunos dirigentes de la Concertación que tienden a dar por ganada la presidencial. El que crea eso no entiende cómo se desarrollan los procesos electorales. Particularmente difíciles son para quien ya ha sido presidente, porque los chilenos se preguntan por qué alguien se quiere repetir el plato. La gente tiene muy presente aquello de que las segundas partes nunca fueron buenas y se pregunta por qué alguien va a hacer ahora lo que no hizo antes; por qué se implementó el Transantiago... los chilenos van a preguntar por todas las cosas malas del gobierno de la Presidenta Bachelet. Hoy las encuestas pueden marcar un determinado escenario, pero quienes se acompañan de la soberbia en política pueden tener malos resultados. Entonces, más que nerviosismo, lo que la Concertación requiere es realismo. La Concertación, que es la base de sustento de un eventual gobierno de Bachelet, es hoy por hoy la coalición más desprestigiada del país.

Si, según usted, a los chilenos no les gustan las segundas partes ni que se repitan el plato, ¿qué explica la amplia ventaja de Bachelet?

Hay etapas en que el elector no se representa la necesidad de tomar o reflexionar una opción y, por lo tanto, su respuesta tiene muy poco valor, porque es prácticamente un acto reflejo fundado en recuerdos y no en proyecciones. Luego hay un instante en el que los electores se abren, reflexionan, piensan, toman una decisión; y hay una tercera etapa en que la mente del elector se cierra y uno puede mostrarle que el candidato por el cual optó ha sido inconsecuente, pero ya adoptó esa decisión y no hay forma de sacársela de la cabeza. Son tres etapas y hemos estado cumpliendo la primera, donde la gente responde básicamente a partir de recuerdos. Ya vendrá el período de reflexión electoral y después de eso va a ser muy difícil de mover, por eso hay que mirar bien lo que ocurra entre junio a septiembre. Después de eso, las cosas no se van a mover.

El ministro Longueira abrió un debate al plantear que la Alianza debe llegar con dos candidatos a primera vuelta.

Definitivamente, y no tengo ningún asomo de duda, nuestro sector debe tener un candidato único a partir de julio y ello debe resolverse por primarias. La primaria va a lograr instalar de un modo democrático y eficiente a quien resulte electo, y a partir de ese momento el sector completo debe volcarse a apoyar al que gane. Como jefe de campaña viví lo que es tratar de reaglutinar a un sector prácticamente dividido por la mitad, como ocurre en una primera vuelta en sólo 30 días. No es posible pensar que en ese plazo uno logra componer y aglutinar en torno a un candidato a todo un sector que durante meses ha estado dividido.

¿Cómo evalúa las candidaturas de Andrés Allamand y Laurence Golborne?

Hay que apreciarlas en la perspectiva de los tiempos que estamos viviendo. Cuando se fijó que las primarias se hacían en junio, quizás debimos haber hecho un ajuste al plazo en que los ministros debían renunciar para ser candidatos. Es una norma para quienes compiten por el Parlamento y por sentido común se aplica a los que concurren a un cargo mayor, pero no advertimos que quedó un plazo demasiado largo para precampaña o primarias. Los candidatos han tenido que hacer un esfuerzo muy grande por tratar de estar en campaña, en un momento en que, honestamente, la ciudadanía no les presta toda la atención que ellos y su trabajo merecen. Creo que la primaria va a adquirir un momentum de intensidad y atención entre fines de abril, mayo y junio. Ahí va a cambiar el escenario.

¿Cómo se maneja lo que se cataloga como "derrotismo atávico" de la derecha?

Uno no tiene que hacerse cargo de las ansiedades ni de las pesadillas de cada persona. Yo no tengo ninguna ansiedad. La realidad política va a cambiar profundamente durante abril, vamos a tener primarias muy interesantes y convocantes; va a haber debates provechosos, y creo fundamental que nuestro sector emerja de esas primarias con un candidato único, que va a partir con un piso de 40, 42, 45 por ciento, y que se va a resolver en segunda vuelta. Hasta ahora, las cuentas que saca la Concertación son con un gobierno que pasaba por malos momentos de adhesión y con una candidata que optó por la fórmula de distancia más silencio. Pero la distancia y el silencio se le acaban cuando llegue, y este gobierno ya no está sembrando, sino cosechando, así que esperemos las proyecciones de mayo, junio, para volver a conversar. Soy un optimista, pero con fundamentos.

¿Cree que Golborne y Allamand deben acercarse más al gobierno?

Sin duda. Esto es un proyecto del sector y el gobierno, y quien resulte electo abanderado es parte fundamental. Este es un proyecto a ocho años. Aquí hay un grupo de personas que durante 20 años ejerció una oposición leal, constructiva, que llegó al gobierno por elección popular, se enfrentó a un terremoto, y en un período presidencial muy corto ha exhibido mucha eficacia. Este grupo les va a decir a los chilenos: "Permítanme terminar mi proyecto de ocho años, con cuatro más". Y hay otro grupo, que estuvo 20 años en el gobierno, que ya dio e hizo lo mejor que podía, encabezado por alguien que ya fue presidente y acompañado por personas que han ocupado todos y cada uno de los cargos imaginables durante décadas, que va a decir: "Vuélvame a dar a mí la oportunidad". ¿Una oportunidad para qué? ¡Si ya fueron gobierno por 20 años!

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