Roger Ebert: "Odio tener que colocarles estrellas a las críticas de cine"

<P>El ganador del Pulitzer se refiere al oficio de escribir sobre cine y a la importancia de la crítica.</P>




El hombre lleva diez años enfrentándose a la posibilidad de una muerte cercana y hace cuatro se quedó sin habla. La enfermedad lo atacó por primera vez en 2002, con el diagnóstico de cáncer a la tiroides. Vinieron varias operaciones y luego el mal atacó las glándulas salivales. Las cuerdas vocales debieron ser sacrificadas y parte de la mandíbula ya no existe en su cara. Pero Roger Ebert dice que ya basta, que no quiere más intervenciones dolorosas y que si la enfermedad retorna es mejor dejar que pase lo que tenga que suceder.

Ebert, el crítico más popular de Estados Unidos, acaba de publicar sus memorias bajo el título de Life Itself, un libro de 450 páginas que desde su aparición ha sido elevado a las alturas por la crítica especializada.

Desde The New York Times, Maureen Dowd lo comparó incluso con Hitch 22, las elogiadas memorias del periodista Christopher Hitchens, otro hombre que comparte con Ebert la desgracia de haber perdido el habla tras un cáncer. Al igual que Hitchens, el crítico de cine estadounidense fue un polemista proverbial en sus días de salud absoluta y condujo con su fallecido colega Gene Siskel el espacio Siskel & Ebert, el programa televisivo de crítica de cine más famoso de Estados Unidos. En este espacio, ambos solían enfrentarse por alguna película en particular, y el pulgar arriba o abajo se transformó en su marca registrada para dar el veredicto respecto de la cinta: si acaso era óptima o desechable.

Ebert es el único crítico de cine en Estados Unidos que tiene su propia estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. En 1975 fue el primer profesional de la reseña de películas que logró el Premio Pulitzer y sus columnas -que originalmente se publican en el Chicago Suntimes- aparecen al mismo tiempo en otros 200 periódicos estadounidenses.

Ha escrito 15 libros y desde que perdió el habla se ha transformado, además, en un renovador entusiasta de su sitio web RogerEbert.com, donde mantiene diálogos con lectores, reseña películas clásicas y publica un promedio de seis críticas a la semana. Desde su computador responde también a La Tercera.

¿Cómo nació su interés por el cine? ¿Qué película lo marcó?

Crecí amando las películas, pero probablemente fue una una función en 35 milímetros de Ciudadano Kane que tuvimos en el colegio, lo quedespertó mi interés absoluto y llamó mi atención sobre el propósito y la construcción de las grandes películas.

Creció en un hogar católico. ¿Cómo le influyó esa formación?

Aunque ya no soy más un creyente, aún estoy de acuerdo con las enseñanzas éticas y sociales de la Iglesia. Permean mis valores.

¿Y es creyente en el sistema de estrellas, de uno a cuatro que usa para valorar las películas?

Odio el sistema de las estrellas. Por eso lo considero una medida relativa, no absoluta. Simplifica las cosas. Y, obviamente, prefiero que la gente lea mis críticas. Tampoco me gustan las listas de las diez mejores películas o esas cosas. No se pueden mezclar peras con manzanas.

¿El público les hace caso a los críticos?

Algunas personas sí, pero la mayoría no los sigue

¿Y se puede guiar a los que hacen caso?

Esa es sólo la teoría. A fin de cuentas, una mala película son dos horas perdidas de tu vida para siempre. Por lo menos hay personas que me dicen que mis libros de las Grandes películas les han ayudado de algo.

¿Por qué en su libro de las Grandes películas cambió su valoración original de El Padrino II, de tres a cuatro estrellas?

Mi norma no es cambiar lo que he escrito antes, pero en algunos pocos casos lo he hecho. En la vida uno aprende.

¿Cree que los años 70 fueron una época dorada del cine americano?

Si, absolutamente. Hubo una generación de realizadores que comenzó a salir de todas partes del mundo, los estudios aún no destruían la creatividad a través del marketing y Woodstock nos legó un nuevo espíritu.

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