Rol del Museo de la Memoria
Señor director:
El debate suscitado en torno al Museo de la Memoria no sólo ha evidenciado problemas en torno a la forma y fondo de la memoria y los derechos humanos; también ha revelado problemas respecto de la definición y sentido de un museo en nuestro país.
Un museo es un “espejo trizado”, cuya refracción múltiple refleja partes imposibles de recomponer. Este defecto aparece diferido en el tiempo, desplazado de los acontecimientos originales, distanciado de la institución y de quienes se esfuerzan por impedir el olvido. En el caso del Museo de la Memoria se exacerba, al tratarse de una entidad concebida en un país cuya identidad ha sido permanentemente manipulada por quienes han administrado política, social e históricamente “los contextos”.
¿De qué contexto podemos hablar si el relato constitutivo del país ha sido borroneado, negado o desaparecido? No lo hay, se ha llegado tarde, sólo hay fragmentos cuyas memorias están sostenidas extrapoladamente por deudos e instituciones que intentan impedir su disolución.
En este punto, el Museo de la Memoria ha encontrado su pertinencia y justificado su misión, pues provoca la suficiente inestabilidad sobre el pasado y el presente, haciendo aflorar los puntos de vista de quienes creen que los museos son lugares para construir identidades nacionales a partir de respuestas absolutas y esencialistas, cuando en realidad son instituciones sociales para formular preguntas acerca de nuestra existencia, por más urgentes, incómodas e inquisidoras que parezcan.
Ramón Castillo
Director Escuela de Arte
Universidad Diego Portales
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