¿Sabía que desconfiar es vital para generar cambios? Sí, así es

<P>No es para alarmarse, confiar sigue siendo lo óptimo, pero la sociedad evoluciona gracias a quienes en un momento optaron por desconfiar y desobedecer las normas. Es el lado amable del recelo: permite la innovación y el cambio. </P>




LO escuchamos a diario: la confianza escasea. Desde las voces que anuncian que las señales económicas no son de fiar, a la enseñanza que reiteradamente se hace a los niños hasta que lo aprendan: "No hables con extraños". Y eso no es todo. Hoy si se recibe una llamada alertando de un grave accidente a un familiar, lo más probable es que se trate de un engaño. No confíe. Todas las semanas emerge una nueva razón para sospechar. Los más extremistas incluso hablan de una epidemia de desconfianza, y las cifras acompañan ese escenario: en 2011 una encuesta Adimark sobre percepción económica reveló que 70% de los consultados desconfía de que se resguarden sus derechos de consumidor. Hace poco un estudio realizado por Ipsos y la U. Andrés Bello indica que 59% de los chilenos considera que las empresas no son transparentes sobre el real impacto ambiental de sus productos. Una encuesta de 2009 de la U. Diego Portales y Feedback agrega que en Chile los jóvenes desconfían en un 76% de sus vecinos, 56% de sus jefes y 51% de sus compañeros de trabajo o estudio.

Hay que reconocerlo, desconfiar ya es como parte nuestra. Sin embargo, y aunque pueda parecer lo contrario, no estamos tan mal... El recelo es un elemento central para la innovación y el cambio. Eso es lo que plantea Bruce Schneier, especialista en redes sociales que The Economist califica como el gurú de la seguridad informática, en su último libro Liars-Outliers (Mentirosos-Atípicos). El término outliers es la clave de su teoría y lo toma prestado del sociólogo Malcolm Gladwell, que en su libro del mismo nombre (Outliers), de 2008, lo usa para describir a personas que logran tener éxito fuera de lo común. A ese rasgo, Schneier agrega otro, la desconfianza, gracias a la que, según este autor, esas personas pudieron sobresalir. ¿Un ejemplo? La desconfianza frente a la norma, que por siglos se aceptó como correcta, de que los derechos de las personas dependían de su color de piel y sexo, fue la que permitió el cambio. "La sociedad avanzó gracias a quienes decidieron saltarse la norma y no discriminar en función de esos parámetros", sostiene el autor.

Así entonces, lo que en principio puede calificarse como un obstáculo, resulta ser la puerta de inicio de importantes modificaciones... Porque la sociedad evoluciona gracias a quienes en un momento optaron por desobedecer y no confiar en lo que se imponía. Son los que inventan nuevos modelos de negocios, afirma Schneier. Individuos como Copérnico y Galileo, que cambiaron el dogma oficial de la Iglesia sobre astronomía. "Personas que hoy son las que reclaman a los gobiernos por su responsabilidad en el cambio climático, personas que viven, a veces, lejos de lo que se considera como normal en la sociedad", señala.

Es lo que por ejemplo realizó Dakota L . Meyer, cabo primero de infante de marina en Estados Unidos. Su hazaña fue desobedecer. El 8 de septiembre de 2008, él con su equipo fueron emboscados por 50 insurgentes en la zona de Ganjgal en Afganistán. Estuvo atrapado por dos horas sin apoyo. Cuatro veces solicitó permiso para entrar en la llamada "zona de la muerte", donde había soldados heridos en pleno enfrentamiento. Y en todos esos intentos, la respuesta fue que no lo hiciera. Hasta que decidió abandonar esa posición que se consideraba segura y sin armas de apoyo entró en un vehículo armado a la zona de fuego más intenso. Pudo ingresar a socorrer a los soldados e infantes. Y lo hizo cuatro veces: salvó a 36 soldados.

Si Meyer hubiera confiado en las órdenes que recibía, la historia sería muy distinta. Tarea por la que fue reconocido en septiembre de 2011, con la medalla de honor de manos del presidente de los Estados Unidos. Es el único infante de marina que recibe esa medalla desde la guerra de Vietnam y uno de los pocos que, además, no la recibe a título póstumo.

Temor a la desconfianza

Ahora bien, si el recelo no es negativo y desde una mirada social hasta es pertinente para los cambios, ¿por qué con solo nombrar la palabra desconfianza se siente temor? Porque nada es tan absoluto, necesitamos la desconfianza, claro, pero también la confianza.

Para Schneier ese miedo se basa en que la sociedad no puede funcionar sin confianza. En que nuestro complejo e interconectado orden social requiere de confianza. Una gran cantidad de ella. De otro modo, aclara, todas las escalas de la sociedad, desde la más pequeña asociación, que es la que se da entre dos personas, a la relación con instituciones, no podría funcionar. Todo se desmoronaría.

Es simple, argumenta el autor, no sería posible salir de la casa sin esa confianza innata de que todo funcionará como se supone que debe funcionar. ¿Cómo? Es necesario fiarse en que el taxista sabe hacer su trabajo y lo llevará a su destino. Que el cajero automático funcionará cuando lo necesite y tendrá dinero. Y que el café que compra antes de entrar a la oficina no está envenenado. Por sanidad mental no queda otra opción.

Es necesario fiarse en las personas con las que interactuamos y en las instituciones. La opción a aquello, dice el especialista, es hacerlo todo uno mismo. Es el único modo de saber cómo se hace cada cosa y tener certezas.¿Quién podría? Seamos realistas, nadie. Solo queda confiar en la confianza.

"Tenemos que ser capaces de confiar en los extraños, en las organizaciones por separado y en todo el mundo todo el tiempo. También tenemos que ser capaces de confiar en forma indirecta, en personas que todavía no conocemos y sistemas que aún no comprendemos", argumenta el autor. Todos asumen ese acuerdo implícito. Y todos saben que una desconfianza extrema puede ser un elemento distorsionador.

Así, lo que Schneier propone es perder ese temor generalizado a la desconfianza para propiciar una dinámica que maneja equilibrios muy sutiles: por una parte, el confiar entrega la seguridad sicológica y emocional necesaria para vivir -gracias a ella es que es posible que se realice la cooperación- y por otra, la desconfianza es la que permite que las cosas evolucionen. "Ciertamente algunos progresos e innovaciones requieren violar esa confianza", explica el especialista y da otro ejemplo de la necesidad de que haya espontáneos desconfiados: fueron esos outliers los que en 1969 en Nueva York comenzaron el movimiento por los derechos de las minorías sexuales. Los mismos que en Estados Unidos consideraron que no era inapropiado sentarse en el bus al lado de una mujer negra. Sin esos elementos el cambio social sería imposible. Representa la ingeniería de la innovación: los grupos se benefician de esos miembros que no siguen las normas del resto. Pero se trata de un balance. El justo equilibrio entre la confianza social y el reconocimiento de que el recelo no es tan malo después de todo.

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