Santiago de bar en bar

<P>Por las calles de Bellavista se ven grupos de turistas con aires enfiestados y "empiscolados", que son conducidos por un guía hacia distintos bares. Es el turismo de moda, que de momento está reemplazando a los museos capitalinos. </P>




De noche, en las calles de Bellavista, se puede ver a un particular grupo de gente caminando. Entre los asiduos de siempre y entre las mesas repletas de Pío Nono, se mueve una multicultural comitiva de cabezas rubias y morenas, que hablan en inglés, pero que saben gritar con su mejor acento "Chi-chi-chi-le-le-le". Bailan en mitad de la vereda. Como si estuvieran en un carnaval o en plena fiesta de Año Nuevo.

La escena se ha vuelto más que popular en ciudades como Ibiza, Madrid, Londres o Barcelona, por cuyas calles desfilan enfiestados rebaños de gringos, haciendo de las noches la última de sus vidas. No es espontáneo, porque detrás de ellos hay un programa turístico, sólo que en vez de un recorrido por los principales museos de la ciudad, lo que se hace es visitar los bares y discoteques con más carácter en la ciudad. Para que el extranjero se lleve una postal promedio.

En 2009 se hizo el primer bar hopping en Santiago, un concepto nacido en Europa y Estados Unidos, y que consiste en recorrer a pie distintos bares en un perímetro acotado. A la capital llegó directamente importado desde Buenos Aires y fue bautizado como "Santiago Pub Crawl". En castellano equivale a "arrastrarse" o "gatear" de un bar a otro.

Fueron dos amigos veinteañeros, Bárbara Thomson y Elliott Nathan, los que descubrieron por primera vez este servicio. "Lo vimos en Buenos Aires. Allá se llamaba Pub Crawl y lo organizaba una empresa norteamericana que se llamaba Twelve Gate", cuenta Bárbara. De ahí, el paso para traerlo a Chile fue fácil: Elliott se puso en contacto con el dueño y lo trajeron para acá.

Al principio se realizaba sólo los sábados, pero luego se extendió al viernes y jueves. "Hemos tenido hasta 100 personas a la vez", dice Bárbara. Cuenta que es poco conocido en Latinoamérica, pero a ellos les ha ido bien. "La idea es que el turista se relaje, pueda salir seguro y se relacione con gente local, como nosotros", dice.

El lugar que eligieron los jóvenes empresarios fue Bellavista. Y por una razón lógica: es el barrio del carrete por excelencia y, además, está cerca de los hostales preferidos por extranjeros, en el barrio Bellas Artes, los alrededores de Plaza de Armas y la calle Mac-Iver. Para elegir los bares, el criterio fue principalmente el de espacios amplios y seguridad, y en la lista quedaron Zona3, Mi Launge, Galpón9 y Santería y Urban Club, que es la guinda de la torta. Aquí se baila.

Hace una semana, estos mismos miniempresarios llevaron la idea a Viña del Mar.

El punto de partida es a las 10 de la noche en el bar Zona3, ubicado en Pío Nono. Poco a poco comienzan a llegar los extranjeros -en esta época, la mayoría son brasileños- provenientes de los distintos hostales que hay en el barrio, el centro o Providencia. "Tienen que pagar $ 10.000, se inscriben y les damos una pulsera con la que pueden acceder a los descuentos en los bares", explica la jefa de país Pub Crawl Santiago, Bárbara Thomson. En la pulsera hay un mensaje escrito en inglés: "Si no recuerdas lo que pasó anoche, entra a nuestro sitio web para que veas las fotos". Eso, por si alguno se pasa de copas, aunque no es lo normal.

Esta vez, el grupo no supera las 20 personas, pero el ánimo es como el de una barra brava. Durante una hora, toman cervezas y vino, cantan y bailan como locos. "Partimos en este bar para que conozcan el verdadero carrete santiaguino, el del shop y las papas fritas", dice Bárbara.

Faltan 10 minutos para las 23 horas. Adrián, un joven de 20 años, es el líder del tour y quien tiene la misión de motivar a los visitantes. Por eso, da un discurso de bienvenida parado sobre una silla.

En una mezcla de inglés, español y portugués, grita: "Estas son las reglas: hay que permanecer unido al grupo, no se puede beber en la calle y... esta noche, ¡todos deben besar a alguien!". La euforia de los convocados es total. Brindis, más gritos y varios vasos de cerveza que se terminan "al seco".

En la calle, todo el staff está organizado para cuidar a los extranjeros. Adrián, el líder, siempre va a la cabeza y marcando el paso. Otro cumple el rol de scouter, quien se adelanta al grupo para llegar al siguiente bar y tener todo preparado para su arribo. Y, por la retaguardia, hay un chico que controla que no queden rezagados ni gente perdida.

"La idea es que los turistas se sientan en un carrete con amigos. Por eso, nosotros también estamos de fiesta y tomamos con ellos. Claro que con responsabilidad", cuenta Bárbara. De hecho, el staff lleva una polera que dice: "Yo puedo beber mientras trabajo... ¿y tú?". Además, estos guías/amigos nunca dejan solos a los turistas. "Si están muy borrachos, los llevamos en taxi hasta su hostal", explica Thomson.

Adrián grita "¡let's go!" y enfilan rumbo a Dardignac, para llegar al siguiente local, Mi Launge. En el camino se cruzan con una limusina blanca y un trío de chicas brasileñas les baila a los desconocidos que viajan al interior. También aprovechan de tomarse una foto. Frente al flash, se escucha un estallido de voces al unísono: "¡Santiago Pub Crawl!". El tour incluye un fotógrafo profesional, por lo que al día siguiente las imágenes ya están publicadas en el sitio web.

En el nuevo destino esperan unos shots para darles la bienvenida. Los "gringos", minutos más tarde, están con un daiquiri limón con un toque de curazao. Adrián, el alma de la fiesta, les presenta al barman y anuncia que esa noche hay 2x1. Bárbara cuenta que suelen trabajar con los mismos bares, que deben ser amplios para recibir al contingente internacional: "A ellos les conviene, porque se aseguran un mínimo de 20 ó 30 personas, que consumen bastante".

Simeon y Dale son dos australianos que llevan 20 meses viajando por todo el continente. "Un amigo que estuvo en Santiago nos recomendó este tour. Es bueno, porque así no tienes que salir solo", cuenta Simeon. Nuevamente, cuando faltan 10 minutos para que se cumpla la hora, el líder anuncia que hay que partir y los extranjeros se apresuran a terminar sus vasos.

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