Sergio Larraín: el fotógrafo que quiso eliminar sus imágenes de Magnum

<P>El único chileno de la agencia murió el martes, a los 81 años, en Ovalle, dedicado a meditar. </P>




El martes pasado, María Elena Mira, productora ejecutiva de Magnum, estaba en Italia preparando la exposición de Josef Koudelka, fotógrafo checo, integrante de la agencia de fotos más prestigiosa del mundo, fundada en 1947 por Henri Cartier-Bresson y Robert Capa.

Ese día, María Elena recibió un mensaje en su correo. "El presidente de Magnum nos anunció la noticia. La partida de Sergio Larraín. ¡Un excelente fotógrafo de renombre internacional!", cuenta desde Turín.

Había muerto el único fotógrafo chileno que ha formado parte de la agencia. Tenía 81 años y se retiró a vivir al norte, desde mediados de los 70, dedicado al yoga, a dar mensajes ecológicos, alimentándose con una dieta basada en el principio del yin y el yang.

El martes, en la pieza donde meditaba, el mito sobre el artista que dejó los estudios de Ingeniería Forestal, en la U. de Berkeley, a cambio de una cámara Leica IIIC partía para siempre. Era el hombre, de pasado burgués, que eligió retratar a los niños que dormían a un costado del río Mapocho, y que en 1958 se unió a las filas del selecto grupo de Magnum a petición de Cartier-Bresson. Su serie de imágenes de Valparaíso y Londres lo consagró.

Ese martes, en la calle Socos 232, de Ovalle, se oían mantras. La figura de un Buda acompañaba su cuerpo, vestido de blanco. Alrededor, sus pinturas y telas con mensajes. Uno decía: "El Presente/Instante es la meta, no el Camino, es la Meta".

Larraín tenía una pequeña parcela, junto al río, en Tulahuén. "Muchos comentaban que había comprado toda Tulahuén para preservar el lugar", dice Mauricio Toro, fotógrafo de Coquimbo, quien conoció a Larraín en 1999. Ese mismo año se organizó en Valencia, España, una retrospectiva de su obra. El catálogo incluía una presentación a cargo de Roberto Bolaño. En junio de ese año muere su padre, el influyente arquitecto Sergio Larraín García-Moreno. Un capítulo especial para el hijo.

"Era evidente que no quería seguir los pasos de su padre", dice el poeta Armando Uribe, quien estudió con él en el Saint George's College. "Quiso alejarse desde un principio de su pasado de rico", cuenta Alejandro Jodorowsky, que a los 20 años lo conoció.

A fines de 1999, la prensa comienza a llegar a su casa de Ovalle. Desde la Televisión Española hasta The New York Times. Su archivo de Magnum volvía otra vez a la primera línea. Su autor le diría a un familiar: "Mi fotografía vale hoy en día mucho dinero".

No se equivocaba. En los 50 había retratado a la mafia siciliana y a los trabajadores de las frías calles de Londres. Había estado en Argelia, durante la guerra de guerrillas, y cubrió en exclusiva el matrimonio del Sha de Irán con Farah Diba, en 1961, que al día siguiente fue la portada de la revista Paris Mach. El pasado era glorioso: una de sus fotos inspiró el cuento Las babas del diablo, de Julio Cortázar, que luego Antonioni convirtió en la película Blow-up.

Lo que siguió para Larraín fue continuar entregando el mensaje de Oscar Ichazo, líder místico boliviano que había conocido en Arica, en 1968.

Molesto aún, estaba decidido a eliminar su archivo de Magnum, que en los años 80 le había rechazado sus fotos abstractas sobre el norte de Chile. Larraín contactó a un abogado en París, dándole un poder para hacer la gestión. Es cuando Cartier-Bresson le envía cartas a Ovalle para que desista. Larraín cree que el espíritu original de la agencia se ha perdido. "Sentía que Magnum era una empresa comercial", dice su amigo y fotógrafo Luis Poirot.

El fundador de Magnum le escribe: "No haremos exposiciones de tu trabajo ni publicaciones sin tu expreso consentimiento". El año 2000 se crea la Fundación Cartier-Bresson y parte del archivo de Larraín ingresa. Otro intermediario para que Larraín no pierda su archivo es Koudelka. El checo, admirador de la obra del chileno, mantenía copias de sus negativos. Ahora, tras su muerte, Gregoria Larraín quedará a cargo del legado de su padre. Además, hereda sus folletos con mensajes que firmaba como Alhamdu Lillahi y fotos del Valle del Limarí. "Ya no aparecían personas en las imágenes", dice un familiar. "Usaba una cámara Nikon F", agrega. A pasos de la pieza donde meditaba, revelaba. Este año saldrá un libro por editorial Metales Pesados con 10 fotos inéditas de Magnum, acompañadas de un ensayo de Gonzalo Leiva.

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