Shibboleth
EN THE West Wing hay un episodio en que un grupo de inmigrantes cristianos chinos llega a EEUU a asilarse de la persecución religiosa. El presidente Bartlet (Martin Sheen) se convence de su fe conversando con uno de sus líderes, cuando éste lo corrige clarificando que su fe no se expresa en conocimientos de religión, sino en la forma en que la viven. Bartlet le dice que les otorga asilo porque han dicho "Shibboleth", que es el nombre del capítulo, y que es una contraseña usada en una historia bíblica (Jueces 12) para distinguir soldados de tribus diferentes.
Hemos visto complacidos el surgimiento de candidaturas presidenciales en la oposición. Dentro de poco tendremos precandidatos de casi todos los sectores. A diferencia de otros, yo lo encuentro muy saludable. Nos da la oportunidad de escuchar una larga conversación pública entre ellos. Tampoco me parece perjudicial para las municipales, porque crea la oportunidad de enmarcar los discursos y propuestas locales en un proyecto nacional.
Es especialmente saludable, porque habemos muchos en la oposición que queremos darle la oportunidad a todos los precandidatos de decir "shibboleth". Y esto es importante porque a lo menos, desde mi punto de vista, a ninguno de ellos se les ha escuchado decirlo fuerte y claro. Casi siempre después de mucho rezongo y mucha timidez se les escucha decir, en vez, "soy cristiano".
Decir "soy cristiano" hoy día, en la oposición, es decir, "estoy en contra de la desigualdad". Al igual que la declaración de fe del inmigrante chino, puede ser falsa y oportunista, no lo sabemos.
Decir "shibboleth" hoy es decir que se está dispuesto a luchar por políticas públicas que atacan las estructuras de la desigualdad y que desagradan a los poderes fácticos y empresariales. Esto constituye un "shibboleth" porque muestra disposición a asumir el costo que ello implica con quienes financian campañas, reparten privilegios y manejan medios.
Todos tenemos nuestro "shibboleth" y el mío tiene cuatro partes: (1) reforma laboral pro-negociación, que requiere, para empezar, la sindicalización automática con desafiliación voluntaria; (2) política industrial dirigida a transformar la estructura productiva hacia sectores premiadores del trabajo, la capacitación y la educa- ción; (3) la prioridad para el objetivo de lograr que la educación pública sea mejor que la privada, hasta el punto que vuelvan a ella los niños de clases medias y altas, y (4) una reforma a los tributos para que éstos contribuyan a mejorar la distribución del ingreso y un alza en la carga que financie una expansión significativa en políticas sociales y educativas. Todas, cosas que no gustan entre quienes financian campañas, por eso es que sirven de contraseña.
Un buen candidato presidencial tiene que tener muchas virtudes para serlo: competente en los medios, viable en la primaria y competitivo en la elección. Además, debe ser capaz de juntar una coalición que tenga una oportunidad realista de obtener mayorías parlamentarias para que sus promesas sean algo más que saludos a la bandera.
Pero nada de eso sirve si es que no tiene convicciones respecto de lo que dice.
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