Subirse por atrás a la micro o irse caminando... Qué tan honestos somos

<P>El individualismo, la modernidad, pero también nuestros sesgos sicológicos nos hacen la tarea difícil. A pesar de que en la teoría lo sabemos, cada vez es más complicado para nosotros definir qué es honesto y qué es corrupto. </P>




Frase 35 de las 42 frases típicas de los conductores ebrios: "Pero mi caba, ¿no podríamos arreglar esto de otra forma?". Frase 28 de las 42 frases típicas de la oficina: "¿Tú no cachai a alguien que me pueda hacer un certificado médico?". Frase 37 de las 42 frases típicas de Escolares: "Tío, ¿me lleva?".

En los últimos años la productora audiovisual Wokitoki ha generado propagandas para medios sociales sobre las frases más típicas de la vida diaria. Esos dichos que usamos para sacarnos el parte o para no pagar la micro son clásicos que reflejan las conductas cuestionadas que siempre, sin excepción, decimos que hacen más los otros que nosotros mismos.

En teoría, y sólo en la teoría, sabemos que desbloquear la consola de videojuegos o pedirle a un amigo que nos compre algo para saltarnos la fila son actos reprochables. Poco honestos, poco probos. En la práctica, en cambio, creemos que a veces se justifica hacerlo: casi el 70% encuentra coherente pedirle a un amigo que nos compre algo para saltar la fila o contratar a un familiar. Así lo constató un sondeo realizado por el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la U. de Talca que analizó la probidad en Chile y hasta dónde estamos dispuestos a justificar estos actos.

¿La conclusión? La línea entre lo correcto e incorrecto no está muy clara. Nos cuesta determinar qué es bueno y malo en la práctica, aunque en la teoría lo sabemos. El 62% justifica desbloquear la consola de los videojuegos (aun cuando el 57% lo estima incorrecto) y 60% cree que es razonable pedirle a una persona influyente que lo ayude con la terna en el trabajo ( el mismo porcentaje cree que es un acto "corrupto". Ver infografía).

Esa línea difusa del comportamiento ético es la que han estudiado especialistas en los últimos 20 años. Y se han dado cuenta que nuestra ética ha ido variando debido a que la modernidad nos ha dado más opciones, pero también más responsabilidad de decidir por nosotros mismos qué es bueno y qué es malo. En esos términos, ha ido quedando obsoleta la frase "es así y punto". En muchas situaciones, primero está el "depende".

Pero, por otro lado, esa arbitrariedad está dada por aspectos cognitivos que en la práctica nos llevan a decir (y hacer) algunas de esas frases típicas que aparecen en el primer párrafo, aunque en la teoría pensemos todo lo contrario.

Límites difusos

En el estudio, el 30% dice que nunca hay que incurrir en las prácticas que ellos mismos definen como incorrectas. El 70% restante declara que depende de por qué se incurre en esa situación. ¿Y en qué caso justificamos caer en ellas? Cuando, por ejemplo, falta el dinero (72%) o cuando hay evidencia de mal funcionamiento de las instituciones (43%).

Viéndolo desde ese punto de vista, lo incorrecto no parece ser tan incorrecto: si una persona no cumple con las reglas para "ayudar" a otra que no tiene los medios para pagar, ¿es deshonesto o es un buen tipo?

Eso es lo que intentó indagar la sicóloga Francesca Gino, de Harvard Business School, y se encontró con que los mecánicos de una compañía revisora aprobaban entre un 20% y un 50% de autos que no deberían haber sido aprobados en la revisión técnica. Y no era a los Ferrari o a los BMW. La ayuda iba para los dueños de vehículos más masivos, como el Honda Civic.

En su estudio, Gino descubrió que los mecánicos cometían el fraude para ayudar a quienes tenían menos recursos, es decir, a quienes eran como ellos. ¿Estaban haciendo algo malo? Según los mismos mecánicos, no. Ellos simplemente lo hacían para ayudar, por lo que no podían ver la consecuencia de su accionar fraudulento. Según los especialistas, nuestros sesgos cognitivos nos confunden. (Ver recuadro)

"Algunas veces no vemos el comportamiento poco ético de otros. No nos damos cuenta de que ese primer paso lleva a una cadena de eventos que culminan en algo significativo", dice a Tendencias la investigadora. En definitiva, hacemos "la vista gorda". Sobre todo cuando ese comportamiento sirve a nuestros intereses, agrega. Esto ocurre más seguido de lo que creemos, como cuando los jefes dicen que "hay que hacer lo necesario" para lograr la producción anual.

"Cuando nos beneficiamos personalmente al quedarnos callados, buscamos una justificación a esa actitud. Esta actitud se ve facilitada por las justificaciones como "todos sabían lo que pasaba" o "yo estaba preocupado de mi trabajo", explica a Tendencias Roberto Weber, especialista en toma de decisiones en la U. de Zurich.

Y si no nos beneficia, en ocasiones ver a alguna persona que esté haciendo actos, como "colgarse" de algún servicio nos produce indiferencia (23%) o hasta lo podemos encontrar "pillo" (23%).

Pero entre tanta ambigüedad tenemos un límite. Hay una cosa que no transamos: cuando la actitud del otro nos perjudica. Sobre todo nuestro bolsillo. El 45% de los encuestados reconoce que cuando ve que otros realizan acciones poco honestas se molesta. Wenceslao Unanue, sicólogo de la U. de Sussex, en Inglaterra, y de la U. Adolfo Ibáñez, dice que esto se da porque el límite ya no se pone en lo valórico, sino que en el bolsillo. "Aunque de a poco hay un giro más a la equidad, nuestro límite es cuando lo sufrimos en carne propia. Eso es propio de una sociedad individualista".

Primero yo

Este individualismo (en el que Chile es segundo después de Estados Unidos, según el estudio británico Cultura y autoconcepto: aclarando las diferencias) sumado a la relativización de los valores son características propias de la modernidad. "Antes las normas venían impuestas por las instituciones o por los mayores. Se hacía lo que decía la tradición. Con la modernización hay una mayor reflexibilización y todos somos más críticos. No aceptamos la vara que las insituciones o la tradición nos imponían antes sobre lo bueno y lo malo", dice Pablo Salvat, director del magíster Etica Social y Desarrollo Humano, del departamento de Ciencias Políticas, en la U. Alberto Hurtado.

En ese sentido, se entiende que el 87% cree que estas prácticas se dan con mayor frecuencia que hace dos décadas. Los especialistas dicen que no necesariamente es que haya más actos corruptos, sino que hay más medios para conocer lo que pasa. Antes era más difícil enterarnos. Y, al mismo tiempo, criticarlos.

Según Marcela Ríos, coordinadora de gobernalidad del PNUD, esta ambigüedad también se da porque no sabemos identificar los actos poco éticos que no tienen una sanción explícita. "Los chilenos todavía no tienen claro qué cosa es corrupción y qué no. Parece que hay más conciencia de lo que es un acto corrupto cuando se trata de hacerle trampa al Estado (como mentir en las fichas sociales) pero es más confuso cuando es a la empresa privada o en la vida cotidiana", comenta.

De hecho, en la encuesta, el 79% dice que es más reprochable que un funcionario público ejerza su influencia para que acepten a su hermano en un trabajo, a que el jefe de una compañía haga lo mismo con el hijo de su mejor amigo, cuando en realidad es la misma situación en diferentes ámbitos.

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