The Gutter Twins: Los imperdonables

<P>Son dos que llevan marcas en la piel, que han visto demasiado. Greg Dulli (ex The Afghan Whigs) y Mark Lanegan (ex Screaming Trees) firman desde 2007 como The Gutter Twins, dúo de sobrevivientes de los 90 que debuta en Chile el 4 de julio con <I>Saturnalia</I> (2008), uno de los mejores discos del último tiempo. </P>




Llevan las marcas en la piel. Heridas de mil batallas y el gesto desencantado de los que han visto demasiado. Mark Lanegan (44) y Greg Dulli (44) son dos veteranos de guerra. Dos que estuvieron en el frente durante los 90, en días en que escaseaba el optimismo, en que no quedaba otra que cantar con las tripas. Con la sangre en la arena. Vistieron uniformes en Screaming Trees y The Afghan Whigs, respectivamente. En dos de esas pequeñas-grandes bandas que vieron pasar la fama de largo. Por eso cruzar armas fue un gesto natural y bautizarse "gutter twins", algo así como los "gemelos de la acequia", fue casi un acto de nobleza histórica.

Su primer asalto fue una cita a la fiesta romana que celebraba el culto al dios Saturno. Por un día, cada 17 de diciembre, en la vieja Roma los esclavos eran patrones y los patrones esclavos. En Saturnalia (2008), el primer disco de The Gutter Twins, no hay cambio de roles. Sólo sincronía y el fiato de dos viejos camaradas que saben bien lo que tienen que hacer.

"Somos amigos, tampoco se trata de que estemos sentados en el pórtico esperando el Apocalipsis", respondía Dulli a comienzos del año pasado, justo cuando el rock independiente de EE.UU. volteaba la cabeza asombrado para ver de qué iba esta reunión.

Y tenía razón: el primer manifiesto de estos renegados que aterrizan el 4 de julio en Chile (ver ficha) tenía vocación gótica, paisajes progresivos y letras profanas sobre redención: "Tus ojos no se ven igual/ ellos han visto el cielo", cantaba Lanegan en Idle hands, que fue el primer sencillo de un álbum que llegó a figurar entre los títulos mejor criticados de la temporada. Aunque por cierto que eso de los reconocimientos de la prensa especializada a este par le importa bien poco.

Mark Lanegan, que cantando es como Clint Eastwood apuntando con un Winchester en una vieja cinta de Sergio Leone, fue un "outsider entre los outsiders". Nació en Seattle, ya tocaba en vivo cuando Cobain se compraba su primera guitarra, pero el vendaval del grunge apenas le desordenó el pelo. Publicó siete discos desde 1985 hasta 1996, pero su banda no consiguió lo que otros vecinos como Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains. Comenzó a grabar discos en solitario y se ganó el culto de los que vieron a un tipo con más convicción que ganas de salir en tapa de la Rolling Stone.

Dulli nació en Ohio y su corazón palpitó siempre al ritmo del punk. Su banda The Afghan Whigs también debutó en el disco en 1985 y ya desde comienzos de esta década, y después de años de militancia sin concesiones, han optado por la intermitencia.

Las medallas estaban a la vista y la admiración era mutua. Habían más cosas en común como para alimentar la leyenda: etapas oscuras de drogas y delincuencia juvenil. Cierta displicencia con los medios y con los músicos "emergentes" con los que alguno intentó compararlos. Ya en 2003, siempre ajenos al ruido, empezaron a darle vueltas a la idea de colaborar, de hacer algo juntos, y en marzo de 2008 apareció el primer título de estos verdaderos "héroes del rock alternativo de los 90", como los llamó el prestigioso sitio Pitchfork Media.

Su debut por Sudamérica se confirmó con la misma ética con que han armado su carrera: a través de su página de MySpace (www.myspace.com/theguttertwins) y el registro de shows recientes habla de una lista de temas que se arma con repertorio de cada una de sus bandas madres, más las canciones de Saturnalia (y las del EP Adorata, lanzado en septiembre pasado sólo para descarga en Internet) y citas a Bob Dylan y Led Zeppelin. Para dos que vienen de vuelta de varias, eso es suficiente: escenarios pequeños, un público que es el de siempre y las canciones que, para dos "imperdonables" como estos, no son otra cosa que su última batalla.

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