Ticino: Suiza en italiano
<P>Ambiente mediterráneo en el corazón de Centroeuropa. Es lo que define a Ticino, el cantón más meridional de Suiza que, en realidad, podría formar parte de Italia, aunque hace ya cientos de años que sus habitantes prefirieron conservar su independencia, aunque manteniendo el carácter, la cultura y las ganas de divertirse de sus vecinos del Sur.</P>
AUNQUE HAY UN BUS prácticamente cada hora desde el aeropuerto de Malpensa en Milán hasta Lugano, que tarda menos de una hora en alcanzar el cantón más meridional de Suiza, vale la pena, por lo menos en una ocasión, hacer el viaje entre Zurich y Bellinzona, la capital del Ticino -o Tesino- por tren y por barco. Gran parte del trayecto se puede hacer siguiendo los pasos del Wilhelm Tell Express, que cruza el lago Lucerna en barco, para luego llevarnos por una de las rutas ferroviarias más hermosas y espectaculares que puedan imaginarse, atravesando en zigzag montañas como el temible Gotardo, además de valles de una belleza extraordinaria.
Desde Bellinzona se puede elegir entre seguir el camino hasta Lugano o dirigirse directamente a Locarno, donde se conserva la fortaleza de los Visconti y sede de uno de los festivales de cine con más solera del circuito internacional. Da igual porque aunque sea la primera vez que se venga a este rincón de Centroeuropa con ambiente mediterráneo, hay que terminar conociendo estas dos carismáticas poblaciones frente a Lombardía. Tanto una como otra organizan docenas de festivales sobre todo en verano, que aseguran que nadie se aburra un solo momento en esta parte de Suiza.
Una arquitectura contemporánea
En realidad, podrían formar parte de Italia, pero hace ya cientos de años que prefirieron conservar su independencia, aunque manteniendo el carácter, la cultura y las ganas de divertirse de sus vecinos del sur. Antes de nada hay que descubrir Bellinzona, la capital del cantón. Una ciudad marcada por tres castillos declarados Patrimonio de la Humanidad, desde donde los suizos venidos de más allá del San Gotardo controlaban la zona. Cada uno de ellos tiene su propia idiosincrasia. Los amantes de la arquitectura contemporánea apreciarán de forma particular el trabajo de restauración que ha realizado Aurelio Galfetti en Castelgrande, pero cualquiera de los otros dos merece también ser visitado.
Tampoco hay que perderse el interior de muchas de las iglesias del casco antiguo que aún conservan frescos de diferentes épocas. Tanto Lugano como Locarno se reflejan en las aguas de alguno de los lagos que el Ticino comparte con Italia. Aunque las montañas e incluso los glaciares nunca están lejos, en ellas predominan las palmeras y disfrutan de un microclima muy templado, comparable al de muchas poblaciones a orillas del Mediterráneo. Ninguna se puede considerar una gran metrópoli, a pesar de la presencia de docenas de bancos y tiendas de lujo, conservando un discreto aire provinciano con un marcado toque rural que convive sin complejos entre hoteles y restaurantes de diseño, como los que abundan en la exquisita ribera de Ascona o en el no menos delicioso barrio del Muralto de Locarno.
No extraña que tanto escritores como artistas, como Herman Hesse, del que se puede visitar su casa convertida en museo, decidiesen refugiarse en este pequeño pero tremendamente sofisticado paraíso, a dos pasos de Milán, con todo tipo de servicios pero, al mismo tiempo, alejado del mundanal ruido. El transporte público es tan eficiente que no necesita subirse a un auto. Si el cuerpo pide navegar, hay continuos barcos que surcan los lagos, con paradas en los rincones más secretos, donde nunca falta un típico grotto, que es como se conocen los restaurantes bodega, donde los ticineses disfrutan de sus platos favoritos siempre acompañados de algún vino local.
En tren, funicular o bus
En el camino se puede descubrir Campione d'Italia, un oasis 100% italiano en Suiza conocido por su inmenso casino. Si, en cambio, se buscan montañas, casi se las puede tocar y siempre hay algún tren, funicular o bus que alcanza cualquier punto por muy remoto y alejado que sea. Para el que le guste la arquitectura hay rutas específicas que siguen los pasos de figuras internacionales nacidas en la Suiza italiana como Mario Botta, responsable de docenas de edificios destacando una obra tan original como la capilla de Santa María de los Angeles en el Monte Tamaro.
Colgada en un abismo y decorada con pinturas de Enzo Cucchi, es un lugar que nunca deja de emocionar y ya forma parte de esa lista de edificios que todo viajero debería visitar, por lo menos una vez en su vida. Quien se quede con ganas de más maravillas y tenga tiempo, puede acercarse también al precioso valle de Maggia, no lejos de Locarno, donde entre espléndidas iglesias románicas cuajadas de frescos de estilo lombardo se esconde, en la aldea de Mogno, la capilla dedicada a San Juan Bautista, diseñada por el mismo Botta en los 90 del pasado siglo.
Después, se puede dejar sorprender por la nueva estación de buses de Lugano que ha realizado él mismo justo enfrente de otra de sus obras más carismáticas, un edificio de viviendas y oficinas coronado por un emblemático árbol. La colección Thyssen de la Villa Favorita en Lugano hace tiempo que está en Madrid, pero todavía quedan museos muy importantes como el de Arte Moderno con obras de Bacon, Nolde, Rouault o Botero y nunca falta alguna gran muestra de arte contemporáneo patrocinada por uno de los muchos bancos suizos.
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