Timothy Geithner
<P>Sobre comida india en Nueva York, el ex secretario del Tesoro de EE.UU. habla de futuros riesgos, gestión de crisis, errores y percepciones.</P>
Llego al Bukhara Grill en Manhattan puntualmente a las 11.30, en una luminosa mañana de viernes. El restaurante está vacío y me llevan a una mesa en un rincón, cerca de la entrada, donde espero a mi invitado, Tim Geithner, el ex secretario del Tesoro de Estados Unidos. Acordamos esta hora temprana para disponer del tiempo suficiente antes de que él tenga que irse.
Geithner ha elegido el restaurante. Conoce bien la comida india, habiendo vivido allí por cinco años en su niñez. Lo conozco desde mediados de los 90, cuando era un joven funcionario que trabajaba para Lawrence Summers en el Departamento del Tesoro (el mismo Summers fue secretario del Tesoro el último año y medio de la administración Clinton). Ya entonces Geithner era la persona que sus superiores esperaban que resolviera los problemas.
Los problemas en los que Geithner se especializó fueron las crisis financieras. En los 90, trabajó en las crisis mexicana y asiática. Como presidente de la Reserva Federal de Nueva York (2003 a enero de 2009) y luego como secretario del Tesoro del Presidente Barack Obama (hasta enero de 2013 ), estuvo al centro de los esfuerzos por lidiar con la crisis financiera que afectó a EE.UU. en 2007 y alcanzó su punto máximo un año después.
Mi propia opinión es que las personas que afrontaron esta crisis, incluyendo a Geithner, cometieron grandes errores, pero también salvaron al mundo de otra Gran Depresión. Sin embargo, casi el único punto en que la izquierda y la derecha de la política estadounidense están de acuerdo es en que las medidas adoptadas durante la crisis fueron un crimen y una locura. La razón de nuestro almuerzo es la publicación del libro de Geithner, Prueba de esfuerzo: reflexiones sobre las crisis financieras. Es su caso por la defensa.
Llega algunos minutos tarde y nos saludamos con afecto. Siempre se ha visto más joven de lo que es y, a los 52 años, todavía lo hace. Es delgado, se ve en forma (corre varias veces a la semana) y bronceado.
El camarero llega a tomar nuestra orden. Pido un lassi salado para beber y una botella de agua para la mesa. Geithner pide pollo makhani (pollo con mantequilla) y kulcha de cebolla (pan). Elijo pollo kabab malai (cocinado en crema), con ocra y pan naan. Compartimos un poco de arroz. La comida llega rápidamente, y es deliciosa.
El mes pasado, Geithner asumió un nuevo rol como presidente de Warburg Pincus, una firma de capital privado de Wall Street. Así que empiezo preguntando cómo ha sido su vida después de dejar el servicio público. ¿Ha sido un ajuste difícil? "Estaba preparado para eso, lo había pensado mucho, y pasé un año escribiendo un libro y pensando en lo que había hecho y hablando sobre ello. Pero también hice 10 viajes con mi esposa, y fue genial".
Tomo nota de que su libro ha sido perfectamente sincronizado para chocar con la "tormenta Piketty" -la reacción a Capital en el siglo XXI, el bestseller sorpresa del economista francés Thomas Piketty-. ¿Le preocupa que todo el mundo haya dejado atrás la crisis? "No. Escribí el libro porque quería explicar lo que hicimos y tratar de explicar por qué los pánicos son diferentes, por qué requieren ese tipo de respuesta diferente y contrario a la intuición, y quería hacerlo en el largo plazo".
Entonces, ¿cuál es su mensaje? "Bueno, las crisis financieras son devastadoras. Pero limitar el daño no va más allá de la capacidad de la humanidad". Se necesitan amortiguadores, como más capital. Pero también "hay que equiparse con un conjunto poderoso de herramientas y utilizarlas agresivamente de cara a un pánico. Creo que lo más difícil de entender es que las corridas en un pánico requieren una respuesta diferente, una respuesta mucho más contraintuitiva que una crisis financiera normal".
Para tener la posibilidad de conseguir esos mejores resultados, argumenta, hay que "ir contra las reacciones instintivas que tiene la gente en una crisis normal, que es dejar que se agote, ser indiferente al fracaso de las empresas individuales, o abrazar la austeridad rápidamente. Y creo que el gran error de percepción que persiste es que nos ha movido más una excesiva preocupación por los bancos que el reconocimiento de que si se deja al país vulnerable al colapso del sistema, se expone a la persona promedio a un daño mucho mayor incluso que el que vimos en esta crisis".
¿Cuáles son estas nuevas técnicas? "Yo diría que hicimos tres tipos de cosas muy distintas al manual anterior. Una es algo que sé que apoya -parece obvio, aunque rara vez es aceptada-, y es que usamos la política monetaria, la política fiscal y la estrategia financiera en concierto. Lo segundo fue un uso amplio de las garantías. Como gran parte del sistema estaba fuera de los bancos, teníamos que diseñar un conjunto mucho más complejo de topes. Lo tercero, los tests de esfuerzo, era un dispositivo nuevo para tratar de recapitalizar y reestructurar el sistema financiero lo más rápido que se pudiera y de un modo que, en la medida de lo posible, redujera el riesgo para el contribuyente. Entonces, queríamos diseñar algo que maximizara la probabilidad de que los mercados privados recapitalizaran el sistema". De hecho, dice, el incentivo para obtener capital privado resultó "mucho más eficaz de lo que pensábamos que sería".
¿Cómo fue que llegaron a estar tan mal las cosas? "Tuvimos un período de 50 o 70 años de tranquilidad en las finanzas estadounidenses, que engendró este vasto grado de confianza excesiva. Y esas condiciones permitieron que pasaran dos cosas peligrosas. Una fue un largo período de rápido crecimiento de la deuda en relación con el ingreso. Segundo, en Estados Unidos la mayor parte de ese riesgo terminó fuera del núcleo del sistema bancario".
¿Es posible, me pregunto, que el éxito en la prevención de otra Gran Depresión lleve a la gente a repetir las locuras muy pronto? "Sí, pero creo que el riesgo mayor es esta resaca de inseguridad y falta de confianza que conduce a un crecimiento subóptimo por un período de tiempo más largo. También tengo una visión más optimista de lo que es posible porque, aunque somos vulnerables a las manías, eso sólo ocurre cuando las políticas han tenido éxito durante mucho tiempo. Pero el hecho de que no se puede eliminar el riesgo de crisis sistémicas y pánicos no significa que uno no tenga una enorme capacidad de limitar sus efectos, de nuevo sólo por mejores opciones de política en medio de la tormenta".
…
Me vuelco a cómo se manejó la crisis misma. ¿Reaccionaron las autoridades muy lentamente? En opinión de Geithner, "la reacción fue tardía en nuestra crisis, sobre todo, debido a los límites de las herramientas que teníamos cuando comenzó, porque no teníamos la autoridad, hasta que el pánico aterrorizó a la gente, para hacer lo que teníamos que hacer. También hay una niebla en el diagnóstico al principio: no se sabe si el shock es sistémico. La respuesta óptima debe ser gradual inicialmente, porque se aprende algo de eso y uno no quiere ser generoso prematuramente".
Una posibilidad, agrego, es que todo el mundo había olvidado la Gran Depresión, ya que había salido de la memoria viva: era la crisis de nuestros abuelos, no la de nuestros padres.
"Exactamente", responde. "Pero teníamos una ventaja, porque estamos en un mundo más globalizado. Larry (Summers) y yo habíamos vivido y visto un montón de crisis, y Larry era una especie de arquitecto de la aplicación moderna de la doctrina Powell (por el ex general Colin Powell) de usar una fuerza abrumadora de los pánicos financieros. Utilizamos nuestra experiencia en el país más fuerte en el planeta".
Dirijo la conversación hacia la política fiscal. La crisis en sí causó enormes déficits fiscales, que la administración Obama heredó. Pero también pensé que el estímulo fiscal de 2009 era demasiado pequeño. ¿No habría sido mejor haber pedido más de lo que podían conseguir? En lugar de ser crucificados por el argumento de que el estímulo no funcionó, podrían haber dicho: "Bueno, no nos dieron las herramientas que pedimos".
Geithner responde con firmeza: "Mire, pensábamos que estábamos al borde del abismo. No queríamos vernos peleando una guerra prolongada con resultado incierto".
Luego añade: "Creo que tiene razón respecto del modo en que los estadounidenses se sienten acerca de la economía ahora. Es decir, es cierto que la confianza es un poco mejor, y es cierto que se está viendo por primera vez alguna aceleración salarial a nivel de ingreso medio y el desempleo de corto plazo está volviendo a los niveles normales.
"Pero otra manera de verlo es pensar que la economía lo ha hecho bastante bien, dado el proceso de desendeudamiento y esos choques a la política (en particular la crisis europea). Pero, ¿por qué la gente entendería eso?".
Uno no gana discusiones con contrafactuales, digo yo. Uno no puede ganar el argumento de que el estímulo hizo las cosas menos malas que lo que pudo haber sido sin él. Es demasiado nebuloso.
Geithner sigue: "La otra cosa es que las percepciones son muy importantes, y la percepción ineludible y abrumadora creada por lo que hay que hacer para romper un pánico es este sentimiento de injusticia profunda, de premiar a quien no lo merece, de recompensar al pirómano. Y no hay manera de sanar eso".
Y continúa: "En el libro cuento una historia sobre Erin Burnett, corresponsal de CNN, que se acercó a una manifestante de Occupy Wall Street que tenía un cartel contra el Tarp (Troubled Asset Relief Program, el rescate federal a la banca) y preguntó: '¿Sabías que el contribuyente obtuvo un rendimiento positivo de las inversiones en los bancos?'. 'No'. 'Si eso fuera cierto, ¿cambiarías de opinión?'. 'Sí, lo haría'".
"Lo otro es que las ruedas de la justicia se mueven lentamente y en EE.UU. tenemos una fuerte respuesta regulatoria, que cobró fuerza algo tarde. Ahora, puede que no sea en las formas que la gente considera más justas, pero hay más de US$ 100 mil millones en multas a los bancos retornando al contribuyente".
Geithner hace una pausa, obviamente disconforme con lo que ha dicho: "Déjeme plantearlo de otra forma. El hecho de que cinco años más tarde la gente todavía pueda sentir que lo que hicimos fue injusto, porque no pueden imaginar lo opuesto, no es, por supuesto, un argumento para no hacerlo".
El país enfrentaba una implosión existencial de su sector financiero, señalo. Sin embargo, la respuesta ha sido el populismo del antigobierno federal, a pesar de que el gobierno federal salvó la economía. ¿Es esta histeria temporal o algo más profundo?
Geithner es siempre optimista. "Lo que ha pasado en la política estadounidense es de larga data. La crisis lo empeoró. Pero si se mira a través del ruido y el teatro político, los resultados que EE.UU. ha podido producir han sido en realidad, en un sentido relativo, bastante buenos, y no me refiero sólo en relación con lo que hemos visto en Europa o Japón; quiero decir respecto de nuestros desafíos. Así que si se mira a través del ruido terrible, desalentador, de nuestro teatro político adolescente, hay una cantidad notable de política desordenada, imperfecta, pero bien diseñada. No he mencionado las reformas financieras. Entonces, nuestro sistema político, como muchos políticos británicos han observado, es capaz de brindar resultados cuando más importa".
Avanzo y le pregunto qué piensa de Obama. "Es un excelente tomador de decisiones en una crisis, dispuesto a decidir y no paralizado por la indecisión. Pone mucha presión sobre el debate, tratando de obtener mejores resultados. No hay juegos y está dispuesto a tomar una visión de largo plazo de la política, quizá no suficientemente larga, pero una visión a largo plazo de la política".
Y, añado, como el hombre que impidió la Gran Depresión II y aprobó la reforma de salud, Obama es uno de los presidentes transformadores de los últimos 50 años. Geithner dice: "Tengo la misma opinión, pero quiero ser justo. De nuevo, las cosas que funcionaron llegaron en dos etapas, y la primera la hicieron posible Hank Paulson (predecesor de Geithner) y George W. Bush... Ellos actuaron con excepcional valentía y sensatez".
….
Pido café y luego llega un postre -gulab jamun- como cortesía. Geithner rechaza el suyo. Pregunto por su futuro. ¿No dirá la gente: "Aquí hay otro que estaba en el Tesoro y llegó bailando a Wall Street"?
"La mayoría de la gente pensaba que yo venía de Wall Street", dice. Estoy de acuerdo; parece que todo el mundo piensa que cualquiera en un alto cargo económico trabajó alguna vez en Goldman Sachs. "Fui servidor público durante toda mi vida profesional y me encantó. Pero sabía que no podía hacerlo para siempre y tendría que hacer algo diferente. Estaba muy preocupado por la percepción de la forma en que nuestro sistema funciona. Así que decidí que no trabajaría para una empresa que hubiéramos regulado o rescatado, y tuve mucho cuidado en la elección de una empresa (Warburg Pincus) con una buena reputación ética".
Entonces, observo, ahora que tiene una vida esencialmente libre de crisis y puede llegar a casa a tiempo, sus dos hijos han crecido. "Exactamente. Es un poco trágico. Estoy atrasado, es terrible. Puedo darle a mi familia más privacidad ahora, porque no estoy en el ojo público, lo cual es bueno. Fue duro para ellos, mucho más que para mí. Uno pone una enorme carga sobre su cónyuge y se pierde grandes tramos de sus vidas. Mis hijos son fuertes y bien adaptados".
Su hija Elise estudia medicina, y hablamos de The Checklist Manifesto (2009), del cirujano Atul Gawande, que le regaló a Geithner el Dr. Y. V. Reddy, ex gobernador del Banco de la Reserva de la India. "Resulta un libro fascinante, en parte porque él (Gawande) describió cómo en esa profesión hacen cosas que en economía no hacemos tan bien. Tienen esas cosas que llaman revisiones de morbilidad y mortalidad todos los viernes, donde se repasan errores". Estoy de acuerdo en que a los bancos centrales no les gusta analizar sus errores del pasado, pero deberían.
Pago la cuenta y, después de una foto con el dueño del restaurante, nos vamos. Veo a Geithner como esencialmente estadounidense, un optimista que quiere que las cosas funcionen, imbuido de una gran fe en su país. El mundo es afortunado de que Obama recurriera a él. Es, sin embargo, poco probable que alguno de los dos obtenga crédito popular por ello.N
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