Todas las caras de Mendoza

Fabricante de empanadas en su juventud, miembro de la Democracia Cristiana durante la universidad, fanático de las motos, medio hermano de un abogado socialista que partió exiliado tras el golpe y al que no vio por 29 años. Para conocer parte de las facetas del contralor, asistir a sus clases de Derecho Administrativo en la UC es un buen punto de partida.




Son las 11.30 de un miércoles de abril y, en la centenaria sala 31 de la Casa Central de la Universidad Católica, Ramiro Mendoza (52) está sentado junto a un pequeño escritorio gris. Sobre la mesa tiene tres libros y una hoja blanca con la lista del curso, que comienza a leer sin levantar la voz, pese al murmullo en la sala. Frente a él, sentados en pupitres apretujados está la mayoría de los 72 alumnos -de quinto año, muchos de los mejores promedios de la generación- que cursan Derecho Administrativo con el Contralor General de la República.

Cuando termina la lista, Mendoza se levanta de su silla, camina cinco pasos hasta un computador y abre una presentación power point. En cinco líneas, la diapositiva -que permanecerá ahí los 80 minutos de la clase- resume los cinco conceptos que el profesor abordará en la sesión. Antes de comenzar a explicarlos, dice:

-Pablo Rojas, por favor, háganos un resumen de lo visto el lunes pasado.

Desde el fondo de la sala no se logra descifrar lo que el alumno responde. Se ve sí que revisa apurado las últimas páginas en su cuaderno. Mendoza lo mira atento, de brazos cruzados:

-Me da gusto como preparan las clases mis alumnos. Mejor, cambiemos de torturado -dice.

Después de hacerle media docena de preguntas a otro alumno, el contralor comienza con su clase. Mendoza parece un predicador mientras sube y baja por la escalinata central del aula con el Código Civil en la mano. Más allá de los artículos legales, los conceptos teóricos y los casos de jurisprudencia, a medida que pasan los minutos, su clase revela facetas del mundo privado de Ramiro Alfonso Mendoza Zúñiga. Desde su gusto por el cine, como cuando hace una referencia a El día de la marmota; hasta su afición por los autos, cuando recuerda el burocrático sistema de importación de vehículos que regía en Chile hasta 1973.

Uno de esos detalles que sirven para descifrar a Mendoza no lo ven los alumnos de las últimas filas, sobre todo quienes revisan correos en el iPhone o divagan por Facebook. De traje azul y camisa blanca, el profesor lleva una corbata oscura con diminutas motos bordadas, de no más de un centímetro.

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Así como las clases explican facetas desconocidas de Mendoza, a él las clases le sirven para explicar su designación como Contralor General de la República. Al menos, así es como les cuenta a sus más cercanos esa historia, la que siempre comienza repasando el famoso discurso que Steve Jobs, el fallecido fundador de Apple, dio a los egresados de Stanford en 2005. Ese discurso se centra en la idea de "conectar los puntos" de la vida, cuestión que Jobs explica contando que uno de los pocos cursos que tomó en la universidad fue uno de caligrafía; el que no parecía tener ninguna utilidad. Sin embargo, 10 años más tarde, ese conocimiento fue esencial cuando diseñó el primer Macintosh en el garaje de su casa. "Era imposible conectar esos puntos mirando hacia adelante, cuando estaba en esa clase. Pero fue muy claro al mirar hacia atrás 10 años más tarde", dijo Jobs, enfundado en una toga negra.

Para Mendoza, fueron tres ex alumnos, que luego se transformaron en asesores cercanos a Michelle Bachelet, quienes le dijeron a la Presidenta que él era el indicado para el cargo. La escena la recuerda así uno de esos tres que hoy prefiere no ser identificado:

-¿Conoces a Ramiro Mendoza? -preguntó la mandataria.

- Ah, sí, Bubu. Así le decíamos en la universidad. Es el mejor para el cargo, pese a no ser cercano a la Concertación.

Con Jobs en la mente, Mendoza ha dicho a cercanos que, "cuando yo les hacía clases, era imposible que imaginara eso, que conectara esos puntos".

Mirando en retrospectiva, José Antonio Viera-Gallo, hoy miembro del Tribunal Constitucional y que asumió la Secretaría General de la Presidencia en marzo de 2007, cuando el puesto de contralor llevaba siete meses vacante, dice que optar por Mendoza fue la decisión correcta. "El ha cumplido con los principales objetivos que se trazaron para su gestión: hacer más transparente y modernizar la Contraloría". En la práctica, según Viera-Gallo, eso se traduce en la apertura del organismo y en la renovación de su infraestructura, tanto en las oficinas regionales como en su edificio central, de Teatinos 56.

Con vista al Palacio de La Moneda, Mendoza tiene su oficina en el piso 9, llena de planos en las paredes. Quienes trabajan con él aseguran que habitualmente se va a las nueve de la noche. Trabajólico asumido, en una repisa tiene una colección de más de 100 figuras de búhos, animal que, según ha explicado, simboliza su predilección por estar despierto para trabajar de noche. Los domingos suele ir a su oficina entre las 17.30 y las 23.00.

Separado y padre de tres hijos, muchas veces su hija menor, Catalina (22), alumna de bachillerato en la UC, lo acompaña en esos domingos de trabajo. En parte para poder verlo, dice ella, y en parte para aprovechar el profundo silencio del lugar para estudiar.

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Hijo único de la pareja entre un contador del Ministerio de Obras Públicas y una funcionaria del Poder Judicial, Mendoza creció jugando a los tribunales con los documentos de su mamá, en San Miguel, con las comodidades de la clase media de entonces. Muy cerca de su casa, los primeros años de colegio los hizo en la escuela normalista Gabriela Mistral, hasta que se cambió al Instituto Nacional.

Pasar de una escuela de barrio a una con más de 16 cursos por nivel fue duro para Mendoza, aunque logró adaptarse rápido al régimen impersonal y de estudio riguroso del Nacional. Fue ahí, cuando tenía 16 años, que comenzó uno de los capítulos más singulares de su vida: el de fabricante de empanadas.

La historia la esbozó hace un par de años en la cena de la Confederación del Comercio, cuando fue premiado como funcionario público del 2009. Allí contó que un día una profesora le encargó comprar 500 empanadas para la recepción de unas visitas extranjeras. Cuando llegó a su casa, Mendoza le preguntó a su nana cuánto costaba hacer empanadas. El domingo siguiente horneó 10 para determinar el costo por unidad y tras una serie de cálculos, concluyó que era un negocio redondo y que él hornearía esas 500.

Tres días antes del evento escolar, Mendoza comenzó a fabricar las empanadas. El gran problema fue que fundió el horno de su casa. Pasó lo mismo con el que pidió prestado a una vecina y, así, terminó horneando en varias casas del barrio. Con menos de la mitad de las 500 empanadas listas, la mañana del evento partió a comprar el resto a distintas panaderías del barrio. Pese a los inconvenientes, cuando sacó la cuenta final, se dio cuenta de que había ganado plata. Decidió continuar con el negocio y partió a comprar un horno industrial. La sociedad productora de empanadas con su nana la mantuvo hasta sus últimos años como estudiante de Derecho de la Universidad de Chile.

En la facultad fue donde Mendoza conoció al diputado Jorge Burgos, uno de los más cercanos a él hasta hoy. De esos tiempos, además de recordar que Mendoza destacaba por su inteligencia y que siempre fue el encargado de hacer las empanadas para las fondas, Burgos destaca que el contralor fue miembro activo de la Democracia Cristiana, al menos un par de años. Otro que lo recuerda en esa faceta es el ex subsecretario de Interior Guillermo Pickering, quien era compañero de curso de Mendoza, "uno de los alumnos más inteligentes de la generación", dice. Entre fines de los 70 y comienzos de los 80, Pickering dice que la Facultad de Derecho era uno de los pocos lugares donde se discutía sobre política, y que Mendoza participaba de esas conversaciones junto a otros compañeros de curso, como José Antonio Gómez, Eduardo Saffirio, Pablo Ruiz-Tagle y Joaquín García-Huidobro.

Pickering recuerda que muchas veces estudió en su casa con Mendoza y que comenzó a alejarse de él en 1979, cuando al padre de su compañero le detectaron un cáncer pulmonar. Entonces, para Mendoza -quien hoy fuma una cajetilla diaria-, la fabricación de empanadas pasó de hobby a obligación para costear el tratamiento de su papá, quien murió en 1981. En ese tiempo también se alejó de la DC y comenzó a trabajar en la oficina de su primo, el hoy ministro de la Corte de Apelaciones de Rancagua, Carlos Aránguiz. Además, trabajó para una empresa dedicada al arriendo de motos. A cambio de liberar a jóvenes detenidos por manejar sin documentos, él recibía una moto en préstamo. En esa época comienza su afición tuerca.

Hasta hoy, Mendoza ha tenido 25 autos y 14 motocicletas. En su bitácora registra modelos comunes de Citroën, Chevrolet, Nissan, Daewoo y otros más sofisticados de Alfa Romeo, BMW y un convertible Mazda. En el plano de las motos, registra desde la sencilla Suzuki de su época universitaria, hasta otras de gran cilindrada, como una Honda 750 y la exclusiva Ducati 1000, hasta su actual Vespa 300 GTS.  Según su hija Catalina, la Vespa no le gusta mucho, pero es con la que debe conformarse; pues desde que es contralor su padre no debe andar a toda velocidad como le gusta.

Con Catalina, Mendoza ha hecho viajes largos en moto al norte de Chile y a Buenos Aires, manejando siempre ellos solos. Pues según sus cercanos, al contralor no le gustan los grupos de motoqueros. "Para él la moto es como una prolongación de la libertad y autonomía. No la tiene para hacer amigos", cuenta uno.

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-Entiendo que uno de esos buses Monobloco aún funciona en el Instituto Nacional, ¿o no, señor Isamit? -le pregunta Mendoza a Julio Isamit, uno de sus alumnos tras hablar del cambio de normativa en la importación de autos después del 73. Para uno de los líderes de la "revolución de los pingüinos" de 2006, es un lujo tener como profesor de Derecho Administrativo a la máxima autoridad del Estado en la materia. "Además, siempre relaciona con casos contingentes, como lo ha hecho hoy con el accidente de Juan Fernández", cuenta Isamit.

Desde 1986 Mendoza dicta este curso en la UC y hoy es el único que hace, después de haber dictado clases de pregrado y posgrado en más de 10 universidades nacionales y en algunas de Argentina y Bolivia. Para entender lo importante que han sido las clases para él, un amigo recuerda que por nueve años Mendoza viajó a Antofagasta, a dictar clases todos los sábados por la mañana. Uno de los lugares más significativos para la vida académica de Mendoza fue la Universidad de Los Andes, donde trabajó 14 años. A raíz de eso, muchos creen que él es miembro o "hijo del Opus Dei", como algún senador esgrimió al momento de votar su llegada a la Contraloría. Quienes lo conocen bien aseguran que él siente una "empatía natural" con la congregación, por su modo de concebir el trabajo y que, además, fue muy bien acogido en la universidad, pese a ser más bien agnóstico. Mendoza nunca pensó en hacerse miembro de "La Obra", asegura un profesor que trabajó con él en Los Andes. Cuenta que dejó la universidad tras separarse de su esposa, porque "le pareció poco razonable seguir ahí".

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La llegada a la Contraloría, desde el estudio Philippi, Yrarrázaval, Pulido & Brunner, cambió la vida de Mendoza. No sólo tuvo que vender su Ducati. Según un político amigo de él, al darle mayor transparencia a sus dictámenes se convirtió en un actor público de primera fila, como hace mucho tiempo no lo hacía un contralor. Su trabajo tuvo injerencia en casos de alta exposición, como la salida de la ministra Yasna Proveste de Educación en 2008 o la venta de acciones de Colo Colo por parte del actual subsecretario de Chiledeportes, Gabriel Ruiz-Tagle, en 2010. Hoy, él ha vuelto a adquirir un perfil más bajo, lo que -según un parlamentario de la Concertación- no tiene relación con una decisión de Mendoza de pasar a segundo plano, sino con que los medios ya se acostumbraron a su estilo de trabajo y los partidos han dejado de recurrir a la Contraloría para zanjar conflictos entre coaliciones.

En lo personal también tuvo cambios. A través de su trabajo en Teatinos 56 se reencontró con viejos compañeros de universidad y conoció a nuevas personas ligadas a la política. Un buen ejemplo se puede encontrar hace dos años, en su cumpleaños número 50. Ese día, al restorán Paladares de Avenida Italia, en Providencia, llegaron -además de su primo Carlos Aránguiz-, Andrés Allamand, Ricardo Lagos Weber, Francisco Vidal, Felipe Bulnes, José Antonio Kast, Manuel Antonio Garretón, Viera-Gallo y una decena de abogados, como Jorge Bofill o Gonzalo García, actual miembro del Tribunal Constitucional. También se le reconoce cercano a Jovino Novoa y a Carlos Larraín y mantiene muy buenas relaciones con el diputado PPD Felipe Harboe y el ex senador socialista Ricardo Núñez, uno de los políticos más estimados por el contralor.

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Mendoza tiene una antigua y desconocida ligazón con el mundo socialista. El lunes 10 de septiembre del 73, el abogado socialista Javier Mendoza, hijo del padre de Ramiro, llegó a la casa de San Miguel, para contarle a la familia que estaba contento porque había sido nombrado interventor en Sumar. Después de esa tarde, los hermanos no volverían a verse por largo tiempo.

Días después del golpe, militares allanaron la casa familiar en busca de Javier, quien entonces ya había partido a Cuba, en un viaje que luego lo llevó a Alemania Oriental y Francia, hasta que en 1976 se asentó en Valencia.

En 2002, estando en Madrid por trabajo, Ramiro Mendoza se despertó una mañana pensando en su hermano. Hizo un par de llamadas telefónicas a tíos y primos en Santiago y, al poco rato, consiguió el número de su hermano. Entonces, tomó el teléfono y marcó:

-Diga -escuchó del otro lado de la línea.

-Hola, busco a Javier Mendoza.

-¿Lito? -preguntó una voz incrédula. Su hermano lo había reconocido de inmediato y, como si 29 años no fueran más que días, lo llamó por su apodo de infancia.

Después de colgar, Ramiro arregló todo para partir a Valencia, donde los hermanos se reunieron en un café, se dieron la mano y conversaron todo el día de lo que había pasado ese tiempo; en especial de la muerte de su padre, que Javier vivió desde lejos. Desde ese día cada vez que el contralor viaja a España, trata de ir a Valencia a ver a su hermano de 72 años.

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A las 12.50 termina la clase del profesor Mendoza.

Un alumno le muestra la foto que encontró en Google del modelo Peugeot del que habló en la clase. El profesor Mendoza se queda revisando otros modelos de autos que se veían en las calles del Santiago de los 70. Afuera, su guardaespaldas lo espera para salir caminando rápido por la puerta de Alameda, donde un auto está listo para llevarlo de vuelta a la Contraloría.

Si todo sale como está estipulado, Ramiro Mendoza dejará de ser el contralor general de la República el 10 de abril de 2015. Después de eso, aún no tiene claro qué va a ser de su vida. Además de cambiar la Vespa por una moto de mayor cilindrada, ha comentado que le gustaría subirse a una moto y conducir desde Santiago a Arica y luego a Puerto Montt, para fotografiar las animitas de la carretera que siempre le han llamado la atención, para quizá hacer un libro con ese material. Pero no descarta que la "teoría de los puntos" de Jobs lo lleven a otro destino.

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