Uganda: tras los pasos de los salvajes chimpancés

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif" size="3"><span style="font-size: 12px;">Cerca de la frontera con el Congo, entre chillidos atronadores, pisadas y movimientos de ramas, se halla uno de los rincones más fascinantes del mundo para descubrir a los primates en su hábitat natural. Estamos en el oeste de Uganda, en el Parque Nacional de Kibale.</span></font>




LA NOCHE cae a negro sobre el Kibale Forest Camp. Un hotel de siete cabañas, enclavado en el medio de un parque natural en el que la vegetación apenas deja pasar la luz. En la oscuridad, se escucha el rugir de la selva: gritos de primates, pisadas, movimiento de ramas... Estamos en el oeste de Uganda, cerca de la frontera con el Congo, zona de chimpancés.

A la mañana siguiente, muy temprano, hay que ir al cuartel general de los ranger del Parque Nacional. Diez hombres armados esperan a los turistas. Dan las instrucciones oportunas y avisan que se entra en un mundo espeso de raíces, ramas y barro (es un bosque lluvioso). En la misma carretera, cruzando un camino de tierra, aparece una hembra de chimpancé con su cría. "Hemos tenido mucha suerte, los hemos encontrado rápido. No hagan ruido", dice el guía jefe.

De copa en copa

Los chillidos atronadores de los chimpancés sirven de guía. De pronto, un grupo de entre 15 y 20 ejemplares se vislumbra entre las sombras, en las copas de los árboles. Toda la manada sigue al macho alfa. Saltan entre las ramas de troncos de más de 30 metros y comen fruta. Luego, los restos caen como si de un bombardeo se tratara sobre los curiosos humanos. Se deslizan por enormes lianas, saltan de copa en copa y, finalmente, bajan a la tierra a descansar.

El ritmo es constante, sorteando los obstáculos de la naturaleza más salvaje y sin perder ojo de cada movimiento de los primates. Es un momento único, cuando bajan al suelo, poder contemplar a los fieros y enormes chimpancés a menos de tres metros. "Son muy agresivos y cinco veces más fuertes que un humano, pero no nos atacan porque nos juzgan por nuestro tamaño. Sí atacan y llegan a comerse al resto de monos que huyen de ellos en cuanto los escuchan", explica el guía de la empresa Gorilla Tours.

En realidad, son los reyes de la selva, a excepción de los extraños elefantes que viven en medio de este bosque lluvioso. "Esa pisada enorme en medio del barro es de uno de los elefantes de Kibale", explica el guía. "Los chimpancés huyen de ellos, sus gritos alertan de su llegada o de la de otro grupo de chimpancés, con el que pelearían por el territorio".

Una experiencia única

Comienza entonces un espectáculo de movimientos y chillidos. Un chimpancé algo mayor se queda sentado en el suelo con gesto pensativo durante cinco minutos. Otros se tumban y juegan con sus pies y manos. Hay algún flirteo y alguna cría que quiere perderse. Ellos avanzan y el grupo de turistas va detrás. Tras más de tres horas, hay que regresar. No es una experiencia más en la naturaleza, es una experiencia impactante, única. "Volvemos", anuncia el ranger. Parece imposible que alguien sepa cómo salir de un lugar en el que parece imposible entrar.

Por la noche, en el hotel y tras contemplar más de 10 clases distintas de monos que viven en la zona (sólo hay que sentarse en el bar del hotel y esperar a que aparezcan), vuelve la imperturbable oscuridad y los gritos de la selva. No pasa nada, para entonces, uno ya entendió que duerme invitado en la casa de los chimpancés.

Dos recomendaciones finales. Hagan una visita al cercano pueblo de Bigodi. Un guía les acompaña y les enseña una villa rural ugandesa. Son más de dos horas de caminata y charla con la gente local y sus costumbres. Pregunten qué son las flores rojas que crecen en los árboles y se conocen como "las llamas de Africa", hay toda una leyenda sobre este árbol multiusos.

Para los más valientes, prueben el licor de banano que cocinan ellos mismos, en Bigodi. Un orujo a prueba de bombas.

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