Un clásico digitalizado: lanzan nueva edición del Atlas de historia de Chile de Claudio Gay
<P>En 315 láminas, el naturalista registró la flora, fauna, paisajes y costumbres del país en el siglo XIX.</P>
Al profesor de química no le interesaban demasiado las salas de clases: prefería irse de excursión. Claudio Gay llegó a Chile en diciembre de 1828. Sería maestro de ciencias en el nuevo Colegio de Santiago, que se inauguraba en marzo. En París había estudiado historia natural y lo que de verdad lo traía hasta acá era la idea de explorar un territorio desconocido en Europa. Al principio solo tuvo tiempo de recorrer los alrededores de Santiago o hacer viajes rápidos al mar o la cordillera. Aun así, como le escribió a su maestro Alexandre Brogniat, al cabo de un año tenía "una buena serie de observaciones que bastarán para dar a conocer estas comarcas tan poco visitadas por los naturalistas".
El científico llegó en un momento preciso: la nueva república no contaba con mapas fiables, se desconocía la ubicación exacta de las ciudades, no había estudios sobre su flora, fauna ni geología. Gay ofreció sus servicios al gobierno. Y en septiembre de 1830 firmó un contrato con el ministro del Interior, Diego Portales, para hacer un viaje de investigación por Chile.
Era una expedición de tres años y medio. El gobierno se comprometía a darle todas las facilidades y costear sus gastos. A su vez, Gay se comprometía a producir una historia natural general del país, con su flora, fauna y minerales, acompañada de láminas ilustrativas; una geografía física y descriptiva, con observaciones del clima de cada provincia, cartas geográficas, láminas y planos de ciudades, puertos y ríos; un tratado de geología, y una estadística general y particular de Chile, así como un Gabinete de Historia Natural y un catálogo de las aguas minerales con sus respectivos análisis químicos, entre otros trabajos. O sea, era una tarea enorme. La obra de su vida.
Entre 1830 y 1842 Gay recorrió sur, centro y norte del país. Y en 1844, en París, comenzó a publicar sus investigaciones. Fueron 30 tomos donde abordó historia, zoología, botánica y agricultura. Dos de ellos formaron el Atlas de la historia física y política de Chile. Publicado por primera vez en 1854, el Atlas es relanzado por ediciones Lom y el Centro de Investigaciones Barros Arana de la Dibam, en el año del Bicentenario.
La nueva edición recoge los dos tomos en un solo volumen. Fiel al original, se basa en uno de los ejemplares mejor conservados de la Biblioteca Nacional. Las imágenes fueron escaneadas y restauradas digitalmente, para eliminar manchas, las huellas del deterioro del papel y los timbres con que fueron marcadas para evitar robos.
El Atlas reúne 315 láminas, de unas tres mil que realizó, entre mapas, flora y fauna, paisajes, ciudades, labores agrícolas y mineras, tipos y costumbres populares, así como la vida de los mapuches. Realizadas con detalle y delicadeza, cada una tiene valor por sí misma y en su conjunto "delinean un panorama general del Chile de mediados del siglo XIX", como observa el historiador Rafael Sagredo en la introducción del volumen.
Políticamente, sus mapas fueron decisivos: le dieron forma al país, dibujaron su topografía y fijaron sus límites. Sus ilustraciones de la vida vegetal y animal, a su vez, son el primer estudio de la botánica y zoología chilena, que incluye algunas especies desaparecidas o en peligro de extinción. Del campo a la ciudad y del pueblo a los salones sociales, retrató una tipología de personajes y costumbres: la caza de cóndores, la trilla, una chingana, mineros, vendedores callejeros, tertulias de salón, entre otros. Naturaleza y sociedad: con rigor científico y pasión de artista, el naturalista creó la primera gran imagen gráfica de Chile.
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