Un mito menos: la lluvia de ideas no sirve para nada

<P>Desde que se popularizó a finales de los 40, el <I>brainstorming</I> se ha regado por las oficinas del mundo como el mejor camino a la innovación. Pero la incómoda verdad es que esta técnica creativa nos hace generar menos propuestas que si pensáramos en forma individual.</P>




A finales de los 40 Alex Osborn, un ejecutivo de la agencia de publicidad BBDO, estaba en la cresta de la ola. Su empresa era la más creativa de Madison Avenue y para celebrarlo decidió transmitir las claves de su éxito en un libro. Así nació el best seller Tu poder creativo, donde Osborn entregó sus experiencias. La principal estaba en el capítulo 33, ahí exponía su idea más famosa, el brainstorming o lluvia de ideas. La fórmula era sencilla: se debía reunir un escuadrón de trabajadores, siempre con papel y lápiz en mano, y tratar de producir la mayor cantidad de ideas. Mientras más locas y exageradas, mejor.

Aunque también tenía reglas. La más importante era nunca criticar los aportes ajenos ni retroalimentar negativamente. "La creatividad es delicada como una flor, tanto que con elogios tiende a florecer, mientras que el desaliento a menudo pellizca el brote", escribió el ejecutivo, quien argumentaba que con esta técnica 10 publicistas de su compañía habían logrado generar 87 ideas para una farmacia en 90 minutos; es decir, casi una creación por minuto. La lluvia de ideas prendió, Osborn se hizo rico y famoso y su sistema creativo se transformó en el más usado y popular del mundo. Hasta hoy.

Porque nada es perfecto. Hoy sabemos que la panacea de la lluvia de ideas no es tan así. En Inside the Box: A Proven System of Creativity for Breakthrough Results, los investigadores Jacob Goldenberg (U. Hebrea de Jerusalén) y Drew Boy (U. de Cincinnati) recurren a varias investigaciones realizadas durante los últimos años y echan por tierra la visión tradicional de que la creatividad no sigue reglas, patrones o estructuras. ¿Ideas locas, exageradas y desbordadas? No sirven.

No son los primeros en cuestionar el sistema de Osborn. El primer golpe llegó a fines de los 50 y, aunque la evidencia no dañó la masividad de la técnica en ese momento, sí fue el punto de partida para el escepticismo entre los expertos. En el experimento de 1958 de la U. de Yale se dividió en 12 grupos a 48 estudiantes y se les entregó una serie de puzzles creativos que debían desarrollar con lluvia de ideas. Para comparar, se les pidió a otros 48 estudiantes que resolvieran los mismos puzzles pero solos. Los resultados fueron categóricos: quienes trabajaron en solitario produjeron casi el doble de ideas y sus soluciones fueron calificadas por un equipo de jueces como más factibles y eficaces. En vez de potenciarla, el brainstorming había disminuido la creatividad individual. Uno de los que más ha estudiado el tema en el mundo es Keith Sawyer, sicólogo de la U. de Washington en Saint Louis: "La lluvia de ideas está sobrevalorada, ya en mi libro de 2007, Group Genius: The Creative Power of Collaboration, se revisan investigaciones sobre esta técnica que demuestran que no es muy eficaz", comenta a Tendencias.

Piense "dentro de la caja"

Jacob Goldenberg explica a Tendencias que este sistema llegó a ser tan popular debido a que se produce una ilusión: la buena atmósfera que se crea en el grupo y la gran cantidad de ideas que surgen hacen creer a los participantes que la técnica es fructífera, pero también los inhibe para evaluar la calidad de las propuestas. "La mayoría de éstas después son 'asesinadas' por la dirección, y la reacción más común es pensar que el jefe no es creativo", dice Goldenberg.

En su nuevo libro, junto a Boyd, recuerdan que en su biografía Paul McCartney reconoció que en sus inicios él y Lennon usaban plantillas o moldes para componer. ¿Por qué lo escondieron tanto tiempo? Era lo más alejado de lo que nos imaginamos como un genio creativo. Otro ejemplo que dan es el de Agatha Christie, quien escribió 96 novelas de misterio también usando moldes. "Las plantillas obligan a las personas creativas a trabajar dentro de una forma limitada, bien delimitada para producir ideas", dicen en el libro.

¿Cómo lograr esa creatividad "controlada"? Simplemente olvidándose de la lógica que dice que mientras más extravagantes las ideas son mejores y asumir que la creatividad se potencia dentro de lo que conocemos, es decir, de nuestras áreas de conocimiento. Lo que ellos definen como "dentro o fuera de la caja". "Pensar 'fuera de la caja' para mejorar la creatividad es un mito. La creatividad real es, por lo general, una combinación nueva de viejos conceptos. Está dentro del mundo familiar", dice Goldenberg.

Sí, la creatividad no es una habilidad extraordinaria, sino algo que todos podemos desarrollar con entrenamiento, dicen los autores. Lo confirma Keith Sawyer: "No hay evidencia de que las personas creativas sean diferentes. No obtienen mejores calificaciones en las pruebas de habilidad o rasgos de la personalidad, por ejemplo". ¿La razón? Sawyer dice que cuando somos creativos, el cerebro utiliza los mismos bloques de construcción mental que usa todos los días, en situaciones como buscar la mejor forma de evitar un taco.

¿La clave? El trabajo en equipo

Aunque hubo algo en lo que Osborn no se equivocó: el valor del trabajo en equipo para la creatividad. Esto, a pesar del lugar común que la vincula con el genio solitario que de pronto tropieza con grandes ideas. Algo que Sawyer descarta sobre la base del estudio de los cuadernos de personas reconocidas por su ingenio, como los hermanos Wright, Darwin y el pintor Jackson Pollock. "Se asocia con un momento de inspiración, un destello, una gran idea. También con el genio aislado o solitario. La investigación contemporánea ha mostrado que eso es falso. En lugar de un flash de gran perspicacia, la creatividad surge con el tiempo, de muchas ideas pequeñas. Y en lugar de un genio solitario, casi siempre surge de conversación y colaboración", dice el sicólogo en su nuevo libro, Zig Zag: The Surprising Path to Greater Creativity.

No es todo. Un estudio de Ben Jones (U. de Northwestern) analizó casi 20 millones de artículos académicos y 2,1 millones de patentes de inventos de los últimos 50 años: la colaboración interdisciplinaria entre investigadores aumentó 20% por década y los trabajos con más de 100 menciones en otros papers, los más exitosos, tenían seis veces más probabilidades de ser escritos en colaboración.

¿La diferencia entre la lluvia de ideas y otras colaboraciones? Justamente lo que la primera evita como máxima: la crítica, que funciona como un mecanismo para ir puliendo ideas y, a través del intercambio, canalizar de mejor forma la creatividad. Un estudio de la sicóloga de la Universidad de California en Berkeley, Charlan Nemeth, mostró que las personas que participan de grupos de debates producen 20% de más y mejores ideas que los grupos que recurrían a la lluvia de ideas, donde no existe la crítica. Además, terminado el experimento y ya por separado, quienes pasaron por los equipos de brainstorming tenían un "remanente" de tres ideas y los de grupos de debate, siete. "La mejor manera de aumentar la creatividad es colaborar recíprocamente con otros a menudo y también participar en constantes prácticas creativas, a diario, que guardan las ideas chicas y hacen avanzar el proceso", concluye Sawyer.

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