Un secuestro de película

<P><span style="text-transform:uppercase">[corea del norte]</span> Fueron la pareja de oro del cine surcoreano durante los 60 y eso los convirtió en el blanco de Kim Jong Il, entonces heredero al régimen norcoreano y quien anhelaba que sus películas ganaran premios en festivales internacionales para así superar a Corea del Sur. </P>




El cineasta Shin Sang Ok fue considerado el Orson Welles de Corea del Sur. Trabajaba junto a su esposa, la reconocida actriz, Choi Eun Hee y juntos -ella como musa y él tras la cámara- revolucionaron el cine surcoreano durante los años 60. El cineasta dirigió al menos 50 películas en 20 años e introdujo técnicas y temáticas nunca antes vistas en el país, como los lentes de zoom y la represión de las mujeres en la historia de Corea del Sur.

En 1976, sin embargo, tuvieron un muy sonado divorcio luego que su relación se quebrara por las deudas (el gobierno le quitó la licencia a Shin) y los amoríos del cineasta con una actriz muchísimo más joven.

Pero la glamorosa pareja volvió a reencontrarse, aunque en un destino impensado: en el país vecino y enemigo, Corea del Norte. Esto, luego que el heredero al régimen, Kim Jong Il, urdiera un plan para mejorar la calidad cinematográfica de su país: secuestrar a la pareja de artistas.

Esta es la trama del documental "Los Amantes y el Déspota" que se estrenó la semana pasada en el Festival de Cine de Berlín y que cuenta, a través de la mirada de Choi, y los registros de audio, los años en que se convirtieron en los cineastas de cabecera de Norcorea.

La cinta cuenta cómo el 11 de enero de 1978 y durante un viaje a Hong Kong , Choi desapareció de su hotel, dejando atrás todas sus pertenencias.

En la película, la actriz cuenta que estuvo sedada durante ocho días mientras viajaba en un barco y al llegar, aún desconcertada, fue recibida por el propio Kim.

Shin fue tras los pasos de su ex esposa y también fue abducido por agentes norcoreanos. Pero mientras a Choi la instalaron en una casa de estilo occidental, a él lo dejaron en un centro de detención. Tras un frustrado intento de escape, lo llevaron a un campo de concentración para criminales políticos. "Creí que iban a matarme. Pero te lavan el cerebro y te hacen trabajar", asegura Shin en una de las cintas que grabó mientras estuvo en Corea del Norte.

El cineasta estuvo ahí por cinco años, sin saber del paradero de su ex esposa. Ella se dedicó a la jardinería y se convirtió en compañía para Kim Jong Il, que la llevaba a diferentes funciones. Incluso le dio libros sobre el comunismo. "Como una muñeca, hice todo lo que me dijeron. Me decían qué comer, qué vestir", cuenta en el documental.

Por otro lado Shin, en su quinto año de encierro, comenzó a ganarse la confianza del hijo del Gran Líder. "Si me liberas, haré grandes películas sobre Corea del Norte", le decía en sus cartas.

En el día del cumpleaños de Kim Jong Il, Choi asistió a una fiesta en su casa y se encontró con su ex marido, quien más delgado y recién salido de la cárcel se convirtió en el nuevo asesor fílmico del régimen

Antes de comenzar con sus labores, Kim Jong Il les dio tiempo para viajar y dejar que Shin, se recuperara físicamente. La pareja, pensó en escapar. "Si escapamos, nadie va a creer nuestra historia, así que grabemos", cuenta Choi, quien empezó a esconder una grabadora en su cartera, durante algunos de sus encuentros con Kim Jong Il. De ese material, se desprenden las grandes frustraciones que tenía el heredero, por la calidad fílmica de su país.

"¿Por qué todas nuestras películas tienen las mismas tramas ideológicas?, No hay nada nuevo en ellas. ¿Por qué tantas escenas de llanto? Esto no es un funeral, ¿o si? Pero en Corea del Sur, ellos tienen mejor tecnología. La gente aquí es tan cerrada de mente", dice.

Shin fue responsable de filmar la primera historia de amor del cine de Corea del Norte y el primer beso en pantalla. También fue en Pyongyang donde asegura haber filmado la mejor película de su carrera, llamada, "Runaway". Con la ayuda de su esposa, hizo siete filmes antes de escapar.

La pareja vivió un "secuestro" muy particular. Tenían libertad creativa, vivían en una mansión y manejaban un Mercedes. No tenían que preocuparse de los recursos. "Odio todo lo de este país menos una cosa: nunca tengo que preocuparme del dinero", cuenta Choi que le decía Shin.

"Mostrémosle a Occidente de lo que somos capaces. Tengo grandes esperanzas en usted", le decía Kim Jong Il a Shin.

Pero cuando comenzaron a viajar al exterior para promocionar algunas de sus películas, el sentimiento de querer escapar los inundó nuevamente. "No nos precipitemos, seamos pacientes", decía Shin, quien en sus grabaciones manifestó una cierta lealtad a Kim, pero al mismo tiempo las ganas de escapar. "El hombre me ama y hace todo lo que puede por mí. No puedo traicionarlo", dice Shin en las grabaciones. "Pero hay una cosa que mantengo con fuerza en mi mente. Cuando te necesitan aquí, confían en ti. Pero podrían no necesitarme más", dice.

En 1986 viajaron a Austria a firmar un contrato con un productor de cine. Mientras estaban en un hotel, los guardias que los acompañaba a todas partes se relajaban en la habitación de al lado y no lo pensaron dos veces, por lo que salieron corriendo.

"A pesar de que corrí muy rápido, me sentí en una escena en cámara lenta en una película", dice Choi, que cuenta cómo, tras ser perseguidos por los agentes norcoreanos, lograron entrar a la embajada de EE.UU, donde pidieron asilo. Luego vivieron bajo la protección de la CIA y en 1989 se instalaron en Los Angeles por tres años. Estuvieron juntos hasta que Shin murió, en 2006.

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