Una primera mirada dice más que mil palabras
<P>Diversos estudios prueban que en milisegundos el ser humano es capaz de extraer información sobre el carácter y el comportamiento de una persona con tan sólo mirar su rostro. Podemos predecir si alguien es confiable, inteligente, promiscuo o agresivo hasta con un 60% de exactitud.</P>
CONSIDERADA hasta ahora como simple "intuición", corazonada o parte de ese "sexto sentido" del que usted se jacta orgulloso ante las amistades cuando una persona le causa desconfianza, la habilidad para juzgar a alguien a partir de la primera mirada está demostrando ser mucho más compleja de lo que pensamos. No sólo decidimos si un rostro nos resulta atractivo en esos imperceptibles milisegundos que siguen al primer encuentro, sino que determinamos si nos parece confiable, desleal, si es extravertido, inteligente o si tiene dotes de líder con la misma rapidez y una exactitud que sorprende a los investigadores.
Diversos estudios están demostrando que existe una estrecha relación entre la apariencia física y la personalidad que exhibimos, lo que explica esta habilidad innata que todos tenemos para "juzgar un libro por su tapa". No sólo factores biológicos como los niveles de testosterona determinan comportamientos que se pueden "leer" en nuestra fisonomía, sino que -en sentido contrario- la forma en que actuamos cotidianamente se va reflejando con el tiempo en nuestra gestualidad y apariencia.
Simples prejuicios, dirán unos; la intuición que nunca falla, dirán otros, pero lo cierto es que tras décadas de estudios y experimentos en torno a las primeras impresiones, hoy sabemos que se trata de una capacidad sensorial que ha sido configurada durante miles de años de evolución y vida en sociedad. Muchas de estas claves están asociadas con la belleza y los procesos hormonales que ayudan a configurar ciertas características consideradas "atractivas". Por eso las primeras impresiones no sólo son persistentes, sino que influyen en la amistad, la elección de pareja y en el trabajo.
Las hormonas se leen
La hormona masculina, la testosterona, es una de las claves que permiten entender la fuerza de las primeras impresiones en el ser humano. Los hombres que han estado expuestos a mayores concentraciones de esta hormona durante la adolescencia, por ejemplo, desarrollan una quijada prominente y mayor simetría facial, todos rasgos asociados con el atractivo masculino. Esto explica el "magnetismo" que ejercen en el sexo opuesto, pero también que como consecuencia sean más propensos a ser infieles. Estudios han demostrado que cuando ellas están ovulando, por ejemplo, prefieren esta clase de hombres, pero los rechazan cuando se les pregunta si son confiables para una relación duradera.
Un estudio de la U. de St. Andrews se adentró en esta capacidad para comprobar cuán exactos eran estos juicios. Tras mostrar fotos de hombres atractivos que habían sido previamente entrevistados, las mujeres tenían que escoger cuáles les parecían más promiscuos. Al contrastar estas impresiones con lo que declararon los hombres previamente, se probó que los juicios de las muejeres eran acertados en el 60% de los casos. Dicho de otro modo, si busca pareja en un sitio web de citas y una persona atractiva le genera dudas, puede que no sea una mala idea confiar en lo que su instinto le dice sobre esa persona.
Pero además de exactos, estos juicios se realizan tan rápido, que quedan bajo el umbral de la percepción consciente: percibimos y casi no nos damos cuenta. Y es esto lo que la mayoría de nosotros definimos como una "intuición". La agresividad de una persona es un ejemplo claro que también se relaciona con una mayor exposición a la testosterona. Un estudio de neurocientíficos de la Universidad Canadiense Brock evaluó mediante un test la agresividad de un grupo de hombres, cuyas fotos luego fueron exhibidas ante un grupo de jueces. La trampa estaba en que las imágenes pasaban muy rápido y todos podían verlas por un lapso de un segundo. Para sorpresa de los investigadores, los participantes detectaban a los que habían registrado más puntos en las pruebas de agresividad en tan sólo 19 milisegundos.
Confianza y engaño
Pero las hormonas son sólo el comienzo de esta historia: al definir el atractivo, por ejemplo, se desencadena una cascada de reacciones que tienen impacto directo en la conducta. Dicho de otro modo, una persona más atractiva es mejor evaluada por los demás, tiene más opciones con el sexo opuesto y todo eso lo lleva a desenvolverse con más confianza. Y esa confianza se proyecta.
Una reciente investigación de la U. de Texas Austin probó que las personas atractivas son evaluadas mejor tras una entrevista de trabajo, consiguen ascensos más rápido y los empleadores confían más en ellos. Como resultado de esta ventaja, llegan a ganar como promedio entre 3% y 4% más que las personas con un físico menos aventajado. Esta investigación probó también que se retroalimenta: la mayor confianza, a su vez, eleva el atractivo que percibimos en una persona cuando la conocemos.
Todas estas "pistas" que leemos en una primera impresión son las que nos llevan a decidir con una primera mirada si estamos dispuestos a enamorarnos de una persona o si queremos hacernos amigos de ellas. La amistad, por ejemplo, se decide en los primeros tres minutos. Así lo comprobó un estudio de la Universidad de Minnesota, donde estudiantes universitarios debían relacionarse durante nueve semanas con un desconocido del mismo sexo. Transcurrido ese período, aquellos que habían valorado positivamente al compañero durante los primeros tres minutos se habían hecho amigos. Por el contrario, los que los habían encontrado "pesados", seguían manteniendo esa mala imagen.
Todavía más rápida es nuestra decisión de entablar una relación. Científicos de la U. de Pennsylvania analizaron con imágenes del cerebro cuánto demoramos en decidir si encontramos atractiva a una persona: tardamos sólo 13 milisegundos en juzgar el aspecto de alguien y decidir si vale la pena intentar avanzar más allá. Todos estos estudios demuestran que existe una relación entre el aspecto físico y nuestro comportamiento, lo que en definitiva explica por qué tras miles de años interactuando socialmente, somo capaces de inferir información de manera subconsciente, bastando en muchos casos una sola mirada.








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