Una reforma ideológica
TERMINARON sacando la reforma que querían, en la medida de lo posible. Se consiguieron un camello que andan paseando como si fuera un corcel, cuando probablemente lo que necesitábamos era un elefante blanco en extinción.
Una reforma que un coreano o finlandés jamás entenderán. Regula cuitas locales: la del niño de la empleada que no va al mismo liceo que el del niño de su patrona (la clase media chilena aún tiene servicio doméstico y eso que este trabajo se ha vuelto cada vez más una actividad de clase media). La cuita del papá que abomina que las hijas de la vecina vayan a un colegio donde, pagando un poco más, puedan aprender “inglisch” y usen unas polleritas más coquetas que las del liceo de sus propias hijas. El terrible pesar que todavía les produce a algunos el no haber entrado al Instituto Nacional porque, con esas notas (menos del promedio exigido), no los aceptan. Y la tirria y sentimientos de culpa que le genera a una serie de tecnócratas de la educación, políticos y todólogos con micrófono y Twitter, tener que mandar a sus hijos a colegios particulares, bastante malos también, pero que, al menos, les asegura que entren a universidades, malas también.
La solución a la que han llegado, por tanto, es meter a esta enorme y disforme clase media (de niños flaites tatuados que chutean piedras y otros más listos que pueden llegar a ser gerentes o incluso más) en un mismo saco con una aplastante etiqueta que dice “igualdad”. La típica solución chilena, ideológica-estatista (el Estado burocrático, el único que puede nivelar), y que hemos tenido que soportar ya antes, hasta que, de nuevo, viene otra racha reformista. Porque esto de reformar es de nunca acabar. Masificación y achatamiento han sido el único norte de todas las reformas educacionales desde Frei Montalva, Allende, Pinochet, a ahora Bachelet.
Al igual que las anteriores, ésta no asegura calidad ni incentiva el mérito. Nada dice de infraestructura, de dignificación del trabajo del profesor, de mejor formación de nuestros profesores, de mayores exigencias a fin de lograr que los egresados de la enseñanza media sepan, al menos, leer y escribir, razonen y manejen cierta cultura mínima, política y espiritual (que no sea de Iglesia). El Estado va a recuperar los colegios -ha dicho la Presidenta-pero sabemos que el Estado no se la puede. Por eso la dictadura, obsesa con lo de la cobertura, incentivó a los privados que entraran en el negocio. Pero, igual, la educación estatal-municipal se vino al suelo y los espantados corrieron a poner a sus hijos donde pudieran sus recursos, tendencia que seguramente va seguir. La brecha entre los colegios fiscales o con financiamiento fiscal y los particulares también va a continuar si es que no aumenta. Y, quien no pueda pagar tanto (los hasta ahora apoderados de colegios subvencionados) tendrán que gastar en clases particulares, preuniversitarios, y demás compensaciones, mientras la educación igualitaria fiscal no mejore. Cuestión que no se ve por dónde.
Alfredo Jocelyn-Holt
Historiador
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.