Una "tarantinada" con disfraz de cine bélico
En Bastardos sin gloria (que se exhibió ayer en Cannes), Tarantino retorna al estilo que lo ha hecho famoso, pero abordando el cine bélico. Desde los títulos de crédito sabemos que aunque el tema esté ambientado en la Segunda Guerra Mundial, no vamos a ser testigos de ningún tipo de convenciones, sino que las intrigas, la acción, la violencia, los personajes, los diálogos, el humor y la estética van a llevar el inequívoco sello de su autor.
El argumento desarrolla la historia de un grupo de soldados norteamericanos y judíos con la misión de liquidar a todos los nazis que puedan en la Francia ocupada. Los enfurecidos hijos de Sión, entrenados por un rústico teniente (Brad Pitt) no se limitarán a matar alemanes sino que tienen que torturarles, destriparles y arrancarles la cabellera para causar el máximo terror.
Tarantino también se permite alterar el desenlace de la Segunda Guerra, imaginando que sus soldados judíos queman vivos a Hitler, Borman, Goering, Himmler, Goebbels y demás, solucionando el final de esa tenebrosa guerra.
Como siempre, conviven la brillantez y los excesos, los hallazgos plenos de gracia y los momentos gratuitos, situaciones esperpénticas y su amor por la sanguinolencia, secuencias imaginativas y molestos guiños a los incondicionales. Lo mejor es la creación de un maquiavélico coronel de las SS especializado en la caza de judíos. Tarantino se supera a sí mismo con este monstruo de modales suaves y dialéctica hilarante.
Ayer también se dio Les herbes folles, de Alain Resnais, que alardeó de lírico durante mucho tiempo, de profundas investigaciones sobre la memoria, el espacio y el tiempo, aunque para espíritus simples resulta arduo averiguar lo que pretende contar. Según sus seguidores, todo en él es genial, pero yo sólo puedo asociarlo a irreprimibles bostezos. En los últimos años Resnais ha girado hacia la comedia inquietante, pero en este género tampoco consigue hacerme sonreír o reír.
Les herbes folles describe la relación entre un jubilado y una mujer que utiliza su tiempo libre para conducir avionetas, afición que ha constituido el eterno sueño del anciano reprimido. Los espectadores franceses parecían alborozados con esta pareja de neuróticos, aunque para el resto fue difícil pillarle el punto a Resnais.
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