Viajar sin internet

<P>A 25 años de la World Wide Web, el mundo de los viajes ha cambiado dramáticamente. Desde cotizar pasajes aéreos en línea a escoger hoteles por comentarios de otros viajeros, la internet ha aumentado nuestras opciones. ¿Cómo era viajar antes de tener todo a un clic de distancia? </P>




EL VERANO de 1964, un joven cronista de viajes llamado Luis Alberto Ganderats emprendió su primer viaje, una navegación de cuatro días al archipiélago Juan Fernández. "Un suplicio que me habría ahorrado si hubiese sabido lo que significaba hacerlo en una goleta que transportaba langostas de olor insoportable y que saltaba día y noche. ¡Quería devolverme nadando! Si hubiese existido internet, me habría orientado a otras maneras de llegar a esas islas", confiesa hoy el experimentado periodista de viajes.

Cuando Tim Berners-Lee diseñó la "Red informática mundial" que ahora llamamos sólo "la web", tal vez no imaginó cómo esta revolucionaría la sociedad, y menos, el mercado del turismo. Hoy, frente a una cantidad casi infinita de datos sobre destinos, alojamientos, movilización, restaurantes y muchísimos otros servicios relacionados con el mundo de los viajes, la oferta y la competencia, crecen permanentemente. A su vez, los viajeros están cada vez más informados y exigentes.

Pero mucho antes que la web existiera, Magdalena Claro, gerenta de ventas en Cocha, ya atendía a los escasos chilenos que viajaban fuera. Con 56 años en el turismo, ella recuerda bien esos primeros años de la agencia, en calle Agustinas, y las enormes diferencias con el trabajo que hace actualmente: "Tú venías y me decías 'quiero ir a París'. Entonces, yo tenía que llamar a Air France por teléfono y decirles que necesitaba tal espacio en tal fecha. Air France enviaba un télex a Francia con la información y, si todo salía bien, al día siguiente teníamos la confirmación del vuelo".

Para saber vuelos y horarios, las agentes de viajes tenían un gran libro, una especie de guía telefónica donde buscaban. Las tarifas eran planas, no cambiaban según las fechas ni la demanda, y si uno se arrepentía de viajar, sólo avisaba y se realizaba la devolución del dinero. Sin embargo, los precios de los boletos eran más altos y los pasajeros tenían casi nulas opciones de comparar tarifas. Simplemente se aceptaba la tarifa ofrecida.

En ese entonces, en las décadas 60 y 70, el boleto aéreo valía oro: se escribía a mano, con la información del pasajero y cada uno de los destinos, en numerosas copias. Si se perdía, bueno, era perder el vuelo. "Ahora no importa, porque toda la información está en los computadores, la gente lleva un papel al aeropuerto porque le gusta tener algo en la mano, pero está todo guardado en tu número de reserva y la aerolínea puede acceder a ello con tu nombre", agrega Magdalena, aunque admite que "si se cae el sistema es el caos".

Con tan poca información disponible, las agentes de viajes eran "gurús" a las que los pasajeros escuchaban y obedecían con atención. Si le mostraban a un pasajero el folleto de un hotel y le decían "tienes que alojar en este", la persona no dudaba. Un fuerte contraste con lo que sucede ahora, reflexiona Carla Passalacqua, dueña de la agencia Passtours, que lleva varias décadas atendiendo pasajeros: "Llegan con mucha más información y uno tiene que estar mucho más preparada, darles cosas especiales que la internet no les ofrece. Antes era todo más personal, más directo, ahora es inmediato, desechable. Si no les gusta, simplemente se van".

A sus 70 años y luego de haber recorrido el mundo, Paz Valenzuela dice que no cambiaría su agencia de viajes y que jamás compraría nada en internet, porque le da mucha desconfianza. Su primer viaje fue en 1963, a Francia, y aún recuerda los buenos consejos que su agente le daba."Uno compraba revistas, mapas y guías. Además, siempre estaba el factor de 'no saber'. Yo no quería saber todo, quería llegar al lugar y preguntarle a la gente, sorprenderme". Paz, además, mientras viajaba escribía sus propias bitácoras de viaje que luego prestaba a sus amigos y agentes de viajes. El conocimiento se compartía de boca en boca y era increíblemente valioso.

Pero hay otros que han migrado sin problemas a la web y que, confiesan, no podrían vivir sin ella. Es el caso de Martha Olano, colombiana de 47 años que vive entre Miami y Londres, quien recuerda cuando, en 1991, dio la vuelta al mundo con un pasaje "one way" de Los Angeles a Hong Kong. Recorrió por un año y medio Asia y Europa. Mientras viajaba le enviaba largas cartas y casetes grabados con su voz a sus papás en Colombia, para hacerles saber de sus aventuras. "Dos años después de haber regresado, seguían llegando cartas enviadas hace meses", agrega. Por eso, aunque escribir cartas era romántico, el mail es más práctico y no se despega de su iPhone. "Tengo tarjetas SIM de todos los países que visito y si compro algún folleto, al llegar, lo boto. Total, todo está en la web", dice.

El cronista y fotógrafo de viajes Jaime Bórquez (59) estaba en París cuando decidió extender su estadía un par de días más. Para su sorpresa -era temporada baja-, no había más habitaciones en el hotel donde alojaba, pero no se preocupó porque había muchísimos en el área. "Con total confianza salí a buscar uno, entré a 10 y todo lleno. Ahí me vino el miedo. Entré al último de la cuadra y el recepcionista me dijo 'no tengo habitaciones, pero si entra a esta página web, hay una disponible'. Eso hice y tuve la suerte de tomar la última. Sin internet, me habría quedado a dormir en la Plaza Vendôme".

Así de fuerte es hoy la dependencia que tenemos de internet al momento de viajar. Jaime lo grafica de la siguiente forma: "El viaje se transforma en un juego, tú verás las fechas y precios que te acomodan más, programando cada detalle, incluyendo el taxi que vas a tomar, los restaurantes que vas a probar, los museos a recorrer, las distancias que vas a caminar y si quieres, sin exagerar, hasta los bancos de plaza donde piensas sentarte, es cosa de entrar a Google Earth y ya lo tienes".

Internet ha significado un fuerte desafío para el mercado del turismo, dice el publicista y especialista en redes sociales Roberto Arancibia: "La web benefició a todos los actores del turismo. La oferta tuvo que mejorar y aprender a competir, y los usuarios aprendieron a usar estas herramientas para sacarles provecho y conocer ofertas, promociones y acceder a recomendaciones de otros viajeros, desconfiando de la publicidad más 'oficial'. Frente a clientes más exigentes, la industria tiene el desafío permanente de mejorar".

Y el cambio se ve hasta en los detalles más ínfimos: antes si uno viajaba a Europa sólo sabía que la primavera estaba llegando. Hoy podemos proyectar con exactitud una semana completa del clima que nos espera.

Esta apertura que ha significado la web permite, además, que emerjan nuevos negocios que ofrecen experiencias "alternativas" al clásico paquete turístico. Es el caso de Coachsurfing, que permite a viajeros alojar gratuitamente en casas de personas que quieren compartir con gente de diferentes lugares; Airbnb, donde locales arriendan espacios de sus casas a viajeros, por convenientes precios, y el emprendimiento chileno Destinalo.com, donde se pone en contacto a los viajeros con experiencias más ligadas a la cultura local. Catalina Huidobro, una de sus fundadoras, cree que el escenario se ha diversificado, pero también complejizado: "TripAdvisor es una locura, te puedes marear con tanta información. Tantas opciones pueden ser agobiantes, por eso uno termina recurriendo a amigos o conocidos que han viajado para pedir orientación. El desafío ahora es la curatoría de contenidos, de destinos y de alojamientos, para que la gente no tenga que buscar y bucear entre cientos de opciones. Pero sin internet la gente seguiría conociendo los mismos lugares, y no habría mucho lugar para la innovación".

La clave para el futuro, dice Dirk Zandee, country manager de Despegar.com, está en los dispositivos móviles, y un estudio de la Subsecretaría de Telecomunicaciones confirma que los chilenos también son parte de este movimiento. Hoy, 73,5% de los accesos a internet son móviles y Zandee agrega que cerca del 5% de sus ventas ya son a través de su aplicación móvil. "Ahora es muy normal comprar por internet, pero cada vez es más 'qué lata meterme al computador si puedo hacerlo desde el teléfono'. Para allá vamos".

Sin embargo, quienes tienen más experiencia advierten del talón de Aquiles que tiene nuestra frenética búsqueda de información por internet. "Antes los viajes eran a ciegas, eran muy estimulantes y hasta románticos. Se extraña la pérdida de incertidumbre, la escasa información que teníamos al partir nos regalaba a veces el descubrimiento absoluto, el quedarnos con la boca abierta. Así conocí parte de África en mis 20 o 30 años y esas emociones difícilmente las consigo ahora. Claro, siempre queda la opción de renunciar a internet, eso es algo que me gustaría sugerir a los más entusiastas. Es una manera muy excitante de viajar. Hoy tenemos que soportar muchas turistadas, viajes simplotes y hasta nos hemos ido acostumbrando a ellos", dice Luis Alberto Ganderats.

Ricardo Carrasco, viajero frecuente por sus libros de fotografía sobre naturaleza, concuerda y se apresura a poner "la influencia" de internet en su lugar: "La real experiencia es personal, la vives tú en el entorno, con personas que no les tocaron a otros viajeros que has visto en internet. Por eso es una excelente herramienta, pero es sólo eso, una referencia. La vivencia es y será personal, siempre".

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