Viajes: Capadocia, la más fantástica aventura turca

<P>Esta zona, ubicada en medio de Turquía, es un extraño mundo de roca. Curiosas figuras de piedra esculpidas por el viento, iglesias y hasta ciudades subterráneas son parte de los atractivos por explorar. Un lugar donde un paseo en globo es algo imperdible. </P>




HABLAR DE Turquía es hablar de aventura. Tal como ocurre con la India, se le asocia con lugares únicos y exóticos, que van más allá de "unas simples vacaciones" y que visitarlos se transforma en toda una experiencia de vida. Y eso es precisamente lo que pasa con Capadocia.

Por lo menos, eso es lo que le pasó Geert van Volelaer, un belga a quien le bastó sólo un viaje de 10 días para darse cuenta de que este sería el lugar donde pasaría el resto de su vida. Así que aquí está ahora, convertido en uno de los pilotos de globos aerostáticos que comparten los cielos de esta región ubicada a 800 kilómetros al oeste de Ankara -capital turca-, ya que es uno de los mejores lugares del mundo para realizar este tipo de paseos.

Pero ¿qué es Capadocia?Describiéndolo de manera sencilla, podría decirse que es uno de los lugares más curiosos del planeta.

Todo debido las formaciones geológicas generadas por la suma de cadenas montañosas, erupciones volcánicas y millones de años de corrientes de viento, que dieron como resultado un paisaje marciano en el corazón de Turquía, con extrañas formaciones rocosas llamadas "chimeneas de hadas", las que posteriormente fueron excavadas por los locales tranformándolas en casas habitables, iglesias y ciudades subterráneas completas.

Capadocia es uno de los pocos sitios donde los globos aerostáticos pueden volar prácticamente todo el año. Contratar un vuelo es una idea que da un poco de susto al principio, pero observar desde lo alto lo caprichoso de este paisaje merece una oportunidad.

Los globos parten cuando aún es de noche. Esto permite que, a la luz del alba, puedan observarse de manera precisa los retorcidos pliegues del valle, los conos de roca, los volcanes y una vista única de Goreme, uno de los poblados-base para visitar la región de Capadocia.

El globo asciende lentamente, sin movimientos bruscos ni giros que provoquen mareo, hasta llegar a los 500 m de altura, en un espectáculo panorámico que dura una hora. Mirar Capadocia desde el cielo es una experiencia que se premia, sobre todo si es la primera actividad antes de comenzar a explorar la región. Pero hay otros imperdibles.

El Museo al Aire Libre se encuentra en las afueras de Goreme, emplazado en medio del valle y se confunde entre todas las formaciones rocosas que dan vida al lugar. Es un kilómetro y medio de camino desde el poblado, el que de por sí también es un espectáculo de formas onduladas que se asemejan a campanas y panales de abeja. Al llegar, encontrará un pequeño mercado y a un adiestrador de camellos que por seis euros le permitirá dar un paseo. El Museo al Aire Libre es un ejemplo exquisito del arte bizantino de esta zona, que a lo largo de la historia ha sido conquistada por asirios, persas y romanos, permitiendo que diversas culturas y religiones se asentaran aquí.

El recinto es un conjunto de cavernas labradas en la roca volcánica, que fueron el alojamiento de miles de cristianos que se hicieron de valles completos, en su huida de los romanos e invasores árabes. En las cavernas vivían sacerdotes, ascetas y monjes, que también eran enterrados en las mismas grutas. Las cuevas poseen tal sofisticación que, aún hoy, es posible observar iglesias con pilares y altares en perfecto estado de conservación. Muchos de estos santuarios ostentan frescos del siglo X al XIII, con escenas de la vida de Cristo y del Antiguo Testamento. El lugar fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.

En las cercanías de Goreme hay una gran cantidad de rutas que se recorren a pie o en bicicleta. Se pueden contratar tours, aunque también es posible adentrarse en ellos por cuenta propia, ya que los senderos están bien definidos y señalizados.

Uno de ellos lleva hasta el Valle de Gulludara (también denominado Valle Rosa), un lugar completamente deshabitado, donde la piedra erosionada dio lugar a esculturas naturales de indescriptible forma, cuyas tonalidades cambian según la hora del día. Por este mismo camino se llega hasta el pueblo de Cavusin, una aldea completamente tallada en la roca y que hasta hace sólo unas décadas se mantenía habitada. Un buen día de caminata permite conectar el Museo al Aire Libre con el Valle Rosa, por ejemplo, y acabar en este increíble pueblo abandonado. Sin embargo, eso no es todo. También es posible visitar 15 de las 50 ciudades subterráneas que hay en la zona, como Derinkuyu. Al parecer, esta urbe fue construida por los hititas y, luego, habilitada y ampliada por cristianos, que la ocuparon en casos de emergencia. Tiene varios niveles que alcanzan los 50 metros bajo tierra y se cree que entre 5.000 y 10.000 personas podían permanecer ocultas durante un mes en esta ciudad, comunicados por un laberinto de túneles y estrechas escaleras.

Otro lugar interesante es el Valle de Ilhara. Un cañón que contrasta con el resto del paisaje debido a su vegetación regada por el río Melendiz. En sus laderas hay una decena de capillas que aún conservan sus frescos pintados hace más de 10 siglos. Son 14 kilómetros de recorrido que se pueden conocer a pie o a caballo.

Durante el siglo II, Goreme fue un cementerio romano. Sin embargo, se llegó a transformar en un importante centro religioso cristiano durante los siglos siguientes, y hoy es la capital turística de Capadocia.

Es la favorita de los mochileros y los turistas de presupuesto ajustado, aunque quien busca servicios más exclusivos también encontrará hoteles y restaurantes de extraordinaria calidad.

La zona se caracteriza por sus vinos, los cuales se han desarrollado en Capadocia desde tiempos inmemoriales. Estos son ideales para acompañar una buena sopa turca o una cazuela, esta última muy típica de la zona, la que se prepara sellada en un recipiente de greda, el que se debe romper para poder ser servido. La bebida local es el raki, un vino con anís cuya graduación alcohólica es de 45°. Suele tomarse en las cenas, especialmente con platos de carne, y en los bares se degusta acompañado de queso.

En Goreme, el hospedaje transcurre en cavernas. Los hoteles están metidos en las rocas, entre las chimeneas de hadas, y se las han arreglado para entregar la particular atmósfera de las casas locales, pero sin perder la comodidad, con amplias terrazas, conexión wi-fi e, incluso, bañeras de hidromasaje.

Una experiencia única que al principio puede causar un poco de extrañeza, pero como dice el refrán: "Donde fueres, haz lo que vieres".

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