Viggo Mortensen: "Interpretar a Freud fue uno de los desafíos más grandes de mi carrera"

<P>El actor se refiere a su trabajo en el filme de David Cronenberg. </P>




Viggo Mortensen es el más argentino de los actores de Hollywood (nació en Nueva York en 1958 y entre los 3 y los 11 años vivió en Buenos Aires). Pero en realidad, dada su versatilidad para interpretar roles muy disímiles y su capacidad para adaptarse a producciones de diversos calibres, estilos e incluso idiomas, a Mortensen le cabe el mote de actor del mundo. Del otro lado del teléfono, desde España, se escucha su voz, amabilísima y en un perfecto español que no esconde su impronta porteña: "Creo que fue Schopenhauer el que dijo que la vida parece un caos total hasta que, si uno tiene la suerte de llegar a los 80 años, se mira hacia atrás y todo parece una novela muy pensada, donde cada paso tiene un sentido. No sé si estoy del todo de acuerdo con esa idea, pero si recorro la lista de películas en las cuales participé, parece algo planeado, aunque no haya sido así de ninguna manera".

El próximo jueves 19 de julio se estrena en Chile Un método peligroso, del canadiense David Cronenberg, basado en una pieza teatral de Christopher Hampton. El filme tiene como protagonistas al padre del psicoanálisis, Sigmund Freud (interpretado por Mortensen), a uno de sus hijos putativos predilectos, Carl Jung (Michael Fassbender), y a Sabina Spielrein (Keira Knightley), paciente de Jung en primera instancia, luego su amante, transformada finalmente en una de las mayores eminencias de la psiquiatría en sus albores. De las relaciones entre estos tres personajes se ocupa Un método peligroso, relaciones que -como suele ocurrir en el universo de Cronenberg- distan mucho de ser plácidas. Y según Mortensen, el filme se encarga de pintar, además, una época donde "en las grandes ciudades europeas o en los Estados Unidos se pensaba que el mundo se había civilizado, había dejado atrás la barbarie. La tecnología, la planificación urbana, la ciencia parecían anunciar un avance indefinido. Y ahí aparece Freud diciendo 'no, no, no... no tan rápido.... No es tan fácil olvidar a la bestia salvaje que todos tenemos y siempre tendremos dentro. Debajo de esa fina capa de civilidad hay algo salvaje rugiendo, que no se puede domar del todo'".

¿Cómo fue la preparación de un personaje tan conocido?

La idea de David (Cronenberg) era recrear la época detalladamente, por eso se trabajó, por ejemplo, con los dibujos de las casas originales. Los diálogos, por otro lado, están basados en cartas reales entre los personajes. Y, por supuesto, existen fotografías de Freud, de Jung y de Spielrein. De todas formas, la gente recuerda la imagen de Freud en una etapa posterior de su vida, más anciano. La gente de maquillaje jugó un poco con mi nariz y tuve que utilizar lentes de contacto oscuros, además de engordar algunos kilos. En esa época a Freud le gustaban bastante el vino, la comida y por supuesto los cigarros. Fue un viaje de descubrimiento muy interesante. Me di cuenta de que el tipo tenía un buen sentido del humor, un hombre de familia con muchos amigos. Interpretar a Freud fue uno de los desafíos más grandes de mi carrera.

Es un rol diferente a los que hizo en Una historia violenta y Promesas del este, también de Cronenberg.

Es cierto, pero a mí no me sorprendió que quisiera hacer una película sobre este tema. En sus películas hay siempre un interés por el psicoanálisis, una reflexión sobre las mentiras, las fachadas, las máscaras que construimos. Su primera película, el cortometraje Transfer (1966), era una historia sobre un psiquiatra y su paciente. Cronenberg es un tipo tranquilo, muy seguro en lo creativo y en lo técnico. De esa forma se pudo concentrar en la vertiente más dramática de la historia, en los celos, las mentiras, las manipulaciones. Estoy seguro de que otro director hubiera dirigido una película más aburrida.

¿Por qué cree que lo eligió por tercera vez para una película?

Es verdad que es muy raro que vuelva a elegir al mismo protagonista. Nos llevamos bien y somos buenos amigos. Creo que los actores que trabajan con Cronenberg, aunque sólo lo hagan una sola vez, casi siempre entregan uno de los mejores trabajos de su carrera. Se sienten relajados, libres; él es un director que entiende muy bien a sus actores, aunque provengan de extracciones distintas o tengan diferentes métodos. Algo atípico, desgraciadamente. Los directores, en general, se sienten inseguros y no saben cómo tratar a los actores. Incluso les temen, y por eso los tratan como a herramientas que hay que soportar o manipular hasta llegar a la sala de montaje. Pero él los entiende y saca provecho de lo que hacen. Por ejemplo, en Una historia violenta, hay muchos matices del personaje. Sin un director que le preste mucha atención a lo que estás haciendo -en particular, con un personaje como el de esa película, que habla poco y nada- se perdería muchísimo en el camino. Además, es un tipo muy ordenado, eficiente, que termina sus rodajes a tiempo o incluso antes y que nunca se pasa del presupuesto. No entiendo por qué no le ofrecen una película por año.

Estuvo haciendo teatro ¿Fue una novedad en su carrera como actor?

Efectivamente, en noviembre del año pasado estrenamos en España una puesta de la obra de Ariel Dorffman, Purgatorio, junto con Carme Elias, una muy buena actriz catalana. Es una pieza muy difícil desde el punto de vista del texto: solamente dos personajes en el escenario durante una hora y cuarenta y cinco minutos. Más difícil todavía si se tiene en cuenta que no había hecho teatro desde hacía 20 años. En algún momento de los ensayos me entró el miedo y me pregunté para qué había aceptado, si estaba bien así, con trabajo y sin problemas. Pero al final me encantó hacerlo, fue una gran experiencia, de la cual no me arrepiento.

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