Violencia y desolación: las pinturas y maquetas de Tomás Fernández
<P>El artista de 28 años presenta la muestra <I>Interiores</I> en la galería AFA de Santiago.</P>
Como parte de la generación sub 30 en Chile, Tomás Fernández -28 años- ha ido logrando paulatinamente una singularidad en su obra, que se nos presenta como un inquietante ejercicio de facturas simultáneas, autónomas, y que confluyen en una misma propuesta estética.
Sus quehaceres se desplazan desde la fotografía de registro hasta la pintura, pasando por la fabricación de maquetas y objetos. Cada etapa tiene su ritmo y lógica, sus propios azares y resultados. Son escenas que se replican para transformarse en otra cosa, y en ese proceso el artista encuentra semejanzas técnicas, analogías materiales, que quedan sugeridas o evidenciadas en la obra. Todo ello es parte de la exposición Interiores, que exhibe hasta abril en la galería AFA.
Con diferentes formatos, la muestra recrea espacios domésticos abandonados, sucios y desolados, así como ambiguas escenas que involucran cuerpos sin vida, rastros de violencia, abusos y exacerbación sexual. La mayoría corresponde a imágenes rescatadas de internet, que Fernández recrea con sus herramientas y técnicas. Sucesivos empastes de óleo, aguadas, chorreos, retazos de cartón, palos de maqueta, cinta adhesiva, pasta de muro, materiales de cierta precariedad que reconstruyen la escena dejando un halo de incertidumbre, borrando la evidencia y, de alguna manera, aplanando el dramatismo original y dejando colarse una perversa ambigüedad.
"Tengo una cierta fascinación por la huella, por mostrar habitaciones o espacios interiores cargados, donde la presencia o cuerpo humano está sólo sugerido", dice. "Me interesa apelar a la ambigüedad, que no se sepa muy bien qué se está viendo y qué se hizo".
Capa por capa, Fernández va transformando sus referentes; un cuerpo humano es ahora un trozo de cartón arrugado o una figura hecha con bolsa de basura. En esa relectura o suerte de mediación respecto a la fotografía o imagen original, altera el color, optando por una paleta en extremo restringida. Todo ello se relaciona a una percepción de precariedad que él ve y aplica, desde sus materiales hasta el hecho mismo de pintar en nuestros tiempos, saturados de imágenes de gran definición.
Si bien en la muestra toda situación es más bien sugerida, se advierte una violencia y un descontrol latentes. Tomás Fernández explica: "En un comienzo trabajé en un estilo muy arraigado a la tradición de la U. de Chile, donde se intenta evitar el tema, lo que importa es la mirada. Yo quise provocar una tensión entre esa parte formal con una pintura de temas muy fuertes y cargados, pero trabajados con esa síntesis. No aparecen rostros, todo está 'no dicho' y se neutraliza un poco la violencia evidente".
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