Violinista ganador del Grammy toca en el quinto aniversario de Teatro del Lago

<P>Maxim Vengerov se presenta este sábado en la celebración de los cinco años del recinto. </P>




Frente a las costas del Lago Llanquihue y en plena primavera, la inspiración llega fácil. Al menos al violinista ruso naturalizado israelí Maxim Vengerov así le parece. "Las estrellas se alinearon y por fin pude venir a Chile, después de haber visitado Sudamérica en otras oportunidades", cuenta al teléfono desde su habitación de hotel en la ciudad austral.

Invitado especialmente para tocar este sábado en la Gala de Aniversario por los cinco años del Teatro del Lago de Frutilla, Vengerov se presentará a tablero vuelto. "No cabe un alfiler más", dice Uli Bader, director ejecutivo del coliseo musical austral. Es una respuesta de público acorde a la estatura de Vengerov, quien se mueve en las grandes lides, al mismo nivel de Joshua Bell o Gil Shaham (por nombrar dos que han estado en Chile) y no muy lejos de Itzhak Perlman (por hablar del mayor violinista que ha venido a Chile en los últimos 40 años).

Ganador del premio Grammy en el 2004 y nominado dos veces al galardón en 1996, este artista nacido hace 41 años en Novosibirsk (Siberia) tuvo su primer gran reconocimiento mediático cuando a los 21 años obtuvo dos premios de la revista Gramophone. Desde entonces su carrera se ha repartido entre las grabaciones, los conciertos, las clases y la dirección de orquesta, que practica desde el año 2007.

"Dedicarme a la dirección me sirvió para entender las obras en su totalidad. Suele pasar que algunos violinistas no saben mucho del resto de la orquesta y eso es como si un médico especializado en rodillas no supiera nada del resto del cuerpo humano", explica. "Tenía 25 años cuando grabé por primera vez el Concierto para violín de Brahms con el maestro Daniel Barenboim, uno de mis mentores, y la Sinfónica de Chicago. Pasaron 16 años, en el intertanto me dediqué a estudiar las Sinfonías de Brahms, y ahora lo volví a registrar con la Filarmónica de Oxford. Obviamente mi concepción del Concierto cambió mucho: lo veo como una especie de sinfonía donde el violín se integra y es parte del todo", cuenta.

Su concierto en Chile, en cualquier caso, será mucho más íntimo, presentándose con el pianista ruso Vag Papian. "Empezamos con la muy clásica Segunda partita de Bach, luego seguimos con la intensa Séptima sonata para violín de Beethoven, después hacemos una transición con la romántica Sonata para violín del compositor belga César Franck, que fue dedicada al gran violinista Eugène Ysae. De éste último, que como Franck era belga, tocaré su Sexta sonata para violín, y de Niccolò Paganini haré el Cantabile en re mayor y las Variaciones I Palpiti. Como se puede ver, son cerca de dos horas, y la segunda parte es mucho más ligera, más virtuosa si se quiere. Y en todo esto hay una conexión, pues Isae tenía una gran técnica, era como un Paganini belga", dice sobre el programa que hará este sábado. Y enfatiza: "Para mí, un concierto es como un viaje a otra época, un viaje cultural si lo quieres, una forma de escapar de la realidad. Por eso en las obras que interpretaré, donde hay un violín o a veces sólo un violín y un piano en el escenario, la acústica del teatro debe ser óptima".

Globalización

Maxim Vengerov viajó a Chile directamente desde su residencia en Montecarlo, sin pasar por otros países latinoamericanos como en una gira tradicional. Hoy, además, dará una master class en el Teatro del Lago: "Enseñar y hacer clases es para mí tan importante como tocar el violín. A estas alturas de mi vida es incluso mucho más desafiante la pedagogía que tocar. Decir las palabras en el momento indicado puede cambiar la vida de un intérprete para bien o, incluso, para mal, al punto de llevarlo a dejar el instrumento para siempre".

Vengerov se crió en medio de territorios imponentes. Aún así , el paisaje austral de Chile parece sorprenderlo, y no oculta el entusiasmo: "Realmente es impresionante la belleza del paisaje y cómo se emplaza esta construcción, el Teatro del Lago, en el entorno. Mi humilde misión no sólo es venir a tocar a Chile, sino que dar a conocer en Europa este escenario, hablar de él para que otros artistas se entusiasmen en venir".

Para Vengerov la globalización es una columna vertebral de la música actual y no entiende una visita a Chile sin que se difunda al otro lado del mundo. Tampoco parece creer mucho en las escuelas nacionales de música: "Me eduqué en la honorable y centenaria escuela rusa de David Oistrakh y Jascha Heifetz, entre otros grandes del violín, pero no puedo dejar de recordar que una de las mayores influencias en la Rusia del siglo XIX fue Henrik Wieniawski, que era polaco, pero que había aprendido a su vez de los maestros franceses en París. Hoy, por ejemplo, he visto tocar a los jóvenes chinos y puedo decir que están a un grandísimo nivel, un poco como nosotros antes. Pero muchos de los chinos estudiaron en la antigua Unión Soviética y, por lo tanto, aprendieron de la escuela rusa. En fin, después van a América y reciben otra influencia. Yo mismo he tocado obras chinas. Todo está interconectado: ahora mismo estoy en Frutillar y me encantaría tocar alguna obra chilena".

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