Viuda de Foster Wallace relata su muerte y el duelo en libro de memorias

<P>La artista visual Karen Green estuvo casada cuatro años con el autor de <I>La broma infinita</I>. </P>




Había dejado de tomar Nardil. Sentía que el antidepresivo afectaba su capacidad cognitiva y por lo mismo su escritura. Estaba contento, porque adicionalmente había logrado bajar varios kilos de peso.

David Foster Wallace parecía dar un paso mayor tras 20 años tomando pastillas contra la depresión: Tenía 46 años, era la figura más reconocida de su generación, y llevaba una década tratando de terminar un edificio narrativo, que parecía acercarse a su fin, la novela El rey pálido.

"Me siento, digamos, 'peculiar', es la palabra adecuada para describirlo", le escribió a su amigo y también escritor Jonathan Franzen.

Sin embargo, el horizonte del escritor estadounidense se oscureció hasta la tragedia. Fue el viernes 12 de septiembre de 2008 cuando David Foster Wallace decidió quitarse la vida: se ahorcó con una soga en el patio de su casa en Claremont, California. Había tenido dos intentos de suicidios fallidos, uno de ellos tres meses antes del desenlace fatal.

A cinco años de la muerte del autor que retrató el consumismo y la soledad de la sociedad norteamericana, su viuda entrega más detalles de su partida.

Karen Green, su pareja y esposa por cuatro años, decidió contar episodios inéditos de la muerte del narrador y su duelo, que la arrastró a una fuerte depresión.

Artista visual, Green acaba de publicar en EE.UU. el libro Bough Down, armado de poemas en prosa y una serie de collages. Es la tragedia contada a su manera: crudeza y poesía.

"Me preocupa que rompí tus rodillas cuando te corté", anota Green y agrega: "Sigo escuchando ese sonido".

Ella fue quien llegó primero al patio de la casa de Claremont. Una hora después la policía y 24 horas más tarde la prensa daba a conocer la noticia. El diario español El País anotaba en su necrológica: "David Foster Wallace, el mejor cronista del malestar de EE.UU".

Era la muerte del autor de La broma infinita (1996), novela elegida por la revista Time entre los 100 libros más importantes publicados en inglés desde 1923. Foster Wallace compartía un sitio al lado de Hemingway y Faulkner.

Sentir dolor

"Ya no me pongo el parche de visitas por encima de mi corazón", escribe Karen Green en Bough Down, en el momento que relata su ingreso al mismo hospital psiquiátrico donde había estado su marido. Es más, debido al tratamiento por depresión, la artista es atendida por el mismo doctor al que acudía Foster Wallace.

"Hago un llamado al doctor: Estoy sufriendo, es vergonzoso, te necesito", anota Green. "Sigo oliendo tu desodorante, que yo uso con moderación", agrega.

Bough Down se acompaña de collages realizados con estampillas de correos. Los recortes son intervenidos con frases de autores como Marianne Moore, Henry David Thoreau, Richard P. Blackmur, entre otros.

Para el diario The Wall Street Journal el libro "es encantador, inteligente y divertido, además de ser brutalmente claro y triste".

En el hogar de Claremont, Foster Wallace vivía con Green, el hijo de ella, y sus dos perros. Ese 12 de septiembre de 2008 a unos metros de su cuerpo estaba el borrador de El rey pálido. Eran 250 páginas. Pero había más. Entre otros borradores y apuntes, la novela que lo obsesionó por 10 años alcanzaba las tres mil hojas.

El rey pálido se publicó en 2011, con 600 páginas, y en ella Foster Wallace se mete en el laberinto del sistema tributario norteamericano, alude a fuerzas conspirativas contra la humanidad y desarrolla un tema en especial: el aburrimiento.

En enero de 2011, el narrador Jonathan Franzen llegó a Chile. Viajó a la isla de Juan Fernández. En una pequeña caja de madera traía las cenizas de su amigo, que lanzó al océano Pacífico.

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