Vuelta al romanticismo

<P>Catorce equipos de Primera División abrazan en la actualidad el sistema 4-3-3 como su fórmula de juego preferida. Todo un síntoma de cambios dentro de nuestro fútbol, y que marca la enorme influencia que sigue teniendo Marcelo Bielsa en esta franja de tierra. </P>




Hasta el 2010, coincidentemente el último año completo de trabajo de Marcelo Bielsa en Chile, porque su salida se consumó en febrero de la temporada siguiente, el fútbol chileno era un collage de variados sistemas tácticos. Curiosamente ninguno de los entrenadores que estaba en actividad en nuestro país parecía atreverse a abrazar el módulo con tres delanteros con que el rosarino conquistó el corazón de los hinchas y, por qué no, también de los propios seleccionados.

Por entonces, la U y la UC, por dar dos ejemplos, preferían jugar con un solo punta (Olivera en caso de los azules y Pratto por el lado de la UC), y rodearlo de una serie de volantes con llegada. La influencia de la selección de España campeona del mundo en Sudáfrica era evidente. La fórmula de muchos mediocampistas acompañando a un ariete de área, con poca participación en la elaboración, era adaptada al fútbol local, aunque no todos gustaban de aquella fórmula, principalmente por los intérpretes.

Colo Colo, por entonces, no salía de su fórmula con dos delanteros (Paredes y Miralles), que tanto éxito le había dado en el Clausura 2009.

Muchos, en esos años, incluso auguraban que en el corto plazo, el delantero estaría en extinción y sólo sobrevivirían quienes tuvieran en su ADN el rótulo de goleador. La Selección, pese a despertar la admiración de todos en Sudamérica, era vista por los clubes como algo muy lejano. E irrepetible.

Afortunadamente, en el caso de los atacantes, no sólo no desaparecieron, sino que volvieron a ser imprescindibles para los técnicos. Al punto que hoy, en Chile, 14 de los 16 equipos que disputan el Apertura tienen como preferencia, especialmente cuando juegan de local, el sistema de tres arietes. A Bielsa, en su Rosario natal, alguna sonrisa se le debe dibujar en su rostro.

La llegada de muchos discípulos del ex seleccionador argentino, la mayoría sin éxito, y el deseo de los técnicos chilenos de amoldarse al nuevo paladar del hincha, provocó un giro táctico que hoy se puede apreciar en casi todas las canchas.

Tres delanteros centros, un goleador y dos aleros o extremos, tres arietes sin posiciones fijas. No hay un único módulo de ataque, pero si hay una cosa clara: los técnicos, al menos en el papel, intentan privilegiar la posesión. Algo plausible después de tantos años en el oscurantismo del 4-4-2.

Las fórmulas que se aprecian son variadas. Alguno podrá decir que en el caso, por ejemplo de Universidad Católica o Unión Española, uno de los extremos es un volante convertido en delantero (Mark González en los cruzados o Kevin Harbottle en los hispanos), sin embargo, ellos siempre terminan la jugada como un ariete, más allá de que en algún momento del partido retrocedan metros para ayudar en la recuperación. A la hora de atacar, ambos equipos utilizan el ancho de la cancha con sus tres atacantes.

En el presente campeonato, sólo Palestino y Cobresal no han utilizado en alguna de las cuatro fechas disputadas una formación con tres delanteros. Eso sí, Pablo Guede en campañas anteriores en La Cisterna abrazó el 4-3-3 como sistema táctico. Hoy, por cuestiones de plantel, prefiere utilizar el 4-1-3-2, con tres mediocampistas creativos a espaldas de los dos arietes.

En el caso del actual campeón, Arturo Norambuena utiliza el módulo 4-3-1-2, aunque todavía está en la búsqueda de una línea de juego que le permita darle consistencia a un equipo que parece extrañar en demasía a Dalcio Giovagnoli.

El resto de los clubes ya inició su vuelta al romanticismo, que tuvo su esplendor en la década del 60 y cuyo primer exponente fue el Brasil campeón del mundo en Chile. La influencia del Barcelona de Pep Guardiola, para muchos el mejor equipo de todos los tiempos, sin duda que jugó también una parte importante en esta historia del giro táctico. Entre medio del catalán y Bielsa, la U de Sampaoli aportó otros matices a esta moda que hoy se vive en Chile.

De los 14 conjuntos que instalan tres atacantes en su formación, sólo Santiago Wanderers tiene decidido poner tres centrales y dos laterales volantes. Emiliano Astorga gusta de ese sistema a la hora de defender. Los demás, no se mueven de la línea de cuatro zagueros, tal como Barcelona.

A la hora de desmenuzar a los equipos, llama la atención, por ejemplo, que el trío de ataque de Huachipato está integrado por tres hombres que en su origen fueron centrodelanteros (Simón, Vásquez y Parraguez), lo que supone un mayor sacrificio de quienes ocupan las bandas, porque se necesitan otras características poco habituales en ellos.

José Luis Sierra, quien desde sus primeros años en Unión Española abrazó el módulo 4-3-3 con variaciones en las características de los intérpretes, decidió correr a la derecha a Suazo, para evitar tanto recorrido como en la época de Tapia. Aunque en el papel asoma como extremo derecho, utiliza mucho las diagonales sin balón para distraer a los centrales y sobre todo para generarle espacio a la subida de Gonzalo Fierro.

El giro del fútbol chileno está claro. Por ahora, la gran deuda, salvo la U de Sampaoli, es traducir este vuelco ofensivo en éxitos internacionales. Dejando de lado la Selección, la competencia local aún parece en pañales frente a la mayoría de Sudamérica. Ahí esta el otro desafío para que el romanticismo no se transforme en un espejismo.

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