Wislawa Szymborska
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Señor director:
Para los polacos, la muerte de Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura, es una pérdida irreparable. Se ha apagado la luz de la poesía polaca, aquella que contagiaba con su optimismo y fe en la existencia del ser humano, leída y comprendida por muchos en todo el mundo.
Falleció en casa, tranquila, mientras dormía. Tranquila como era ella, sin importarle su fama después del Nobel. Szymborska fue una persona sencilla, que sabía convertir las palabras en arte. Después del Nobel fue conocida en todo el mundo; sin embargo ella no se movió de Cracovia, quizá como una muestra de lealtad hacia su tierra natal.
Nunca perdió la humildad, la sencillez del lenguaje que utilizaba para construir sus versos, como un susurro, pensando en el lector. Nunca esperaba premios ni recompensas, por eso era tan querida por el pueblo polaco, que se veía representado incluso en su humor negro e ironía. Era llamada la gran dama de la poesía.
Con su muerte, termina una época de intelectuales polacos testigos de una época dolorosa.
Ella vivió y sufrió en carne propia los calvarios de la II Guerra, fue condenada a trabajos forzados, posteriormente conoció el comunismo y en los últimos años el neoliberalismo. Pero ella siempre proclamó el humanismo por sobre todo.
El polaco común se reconocía en cada poema suyo, porque ella escribía sobre el hombre sencillo, el hombre unido a la naturaleza, con sus problemas cotidianos, sus sentimientos y sufrimientos.
En su poesía, la memoria ocupa un lugar primordial, esa necesidad humana de ser recordados y de recordar. ¿Cuál es la mejor forma de despedirla? Leerla y hablar un poco de su importante paso por este mundo.
Ryszard Piasecki
Embajador de la República de Polonia en Chile
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