Yonni Barrios, el primero que optó por descolgarse de "los 33"
<P>Sólo irá a una cena con Leonardo Farkas, porque con el dinero que les donó se comprará una camioneta.</P>
Son las 22.40 horas del sábado y el minero Yonni Barrios, sentado en el comedor de la casa de su conviviente, Susana Valenzuela, en la población Juan Pablo II, termina la última cerveza de la noche. El festejo empezó al mediodía y Yonni ya está cansado, escuchando radio en silencio.
En realidad, siempre ha sido callado, y el transformarse en el hombre del ministro de Salud, Jaime Mañalich, bajo tierra, no modificó su carácter.
Desde que emergió de la mina, el miércoles, ha tomado algunas decisiones y se las ha comunicado, en breve y sin ahondar en detalles, a sus cercanos.
La primera es que no aceptará ninguno de los viajes que les han ofrecido a los 33, ni siquiera la propuesta de realizar aquel recorrido por Grecia que su familia lleva semanas planificando.
La segunda es que, al menos por un tiempo, no dará entrevistas, aunque sus cercanos lo presionen para que al menos acepte la de medios extranjeros, que han ofrecido pagar hasta dos millones de pesos por su historia.
La tercera es que no volverá a subir a la mina, ni para asistir a la misa que ayer congregó en el campamento Esperanza a 17 de sus compañeros.
"No fui, porque consulté con el sicólogo y me dijo que si no quería ir, que no fuera. Es muy pronto para mí, son muchos recuerdos. Quizás en un tiempo más, a lo mejor, vaya", afirma Barrios.
Su hijastro, Claudio Parra, cree que nunca volverá a la mina, y tampoco mantendrá una relación cercana con quienes convivió en el refugio por 69 días.
"El siempre ha sido un ermitaño y eso no ha cambiado. Yonni no tiene amigos y no hizo amigos allá abajo. Nunca habla de lo que le pasa, lo único que hace es sentarse al lado de la radio y escuchar rancheras. Y ahora que volvió, es el mismo nomás", concluye Parra, inquieto, porque Barrios "va a dejar pasar todas las oportunidades, porque es muy aislado".
A 700 metros bajo tierra, "el gran Yonni Barrios", como lo llama Mañalich, tuvo que renunciar, por obligación, a su ostracismo.
Fue el encargado en el refugio de ejecutar el operativo médico que, desde la superficie, los expertos idearon para mantener en las mejores condiciones posibles a los mineros atrapados en las entrañas del yacimiento San José.
Por su labor, Mañalich le ofreció realizar, de forma gratuita, cursos de perfeccionamiento en primeros auxilios, que Yonni aceptó realizar.
También lo convocaron a dar charlas motivacionales. Lo está pensando, aunque lo más probable es que lo rechace.
Sí asistirá el martes a la cena que les dará, en Caldera, Leonardo Farkas, sólo porque con los cinco millones de pesos que le regaló el empresario tiene pensado comprar una camioneta. Pretende dedicarse a la minería de manera independiente y salir, solo por el desierto, en su camioneta nueva y escuchando rancheras, a buscar pirquenes.
De lo que pasó en los días de oscuridad, Barrios sólo ha revelado que, a su juicio, el verdadero líder no fue el jefe de turno, Luis Urzúa, sino Mario Sepúlveda, y que aquello de "dos mujeres, un camino" -su esposa no es Valenzuela, sino Marta Salinas- con que se hizo conocido internacionalmente, era "una broma que me hacían para pasar el rato".
En lo demás, ha decidido respetar el pacto de silencio, aquel silencio que tanto le acomoda.
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