Asistencia del Presidente a la cumbre de los BRICS
El Presidente de la República concretó la semana pasada su asistencia en calidad de invitado a la Cumbre de los BRICS que se llevó a cabo en Río de Janeiro, Brasil, con el Presidente Lula da Silva como anfitrión del evento. La presencia del Mandatario chileno en la cita respondió precisamente a una invitación cursada por su par brasileño y cuya aceptación oficial se conoció en mayo pasado, en momentos en que el Presidente se encontraba en el Foro China-Celac realizado en Beijing. En el comunicado oficial de la Cancillería, en junio pasado, se señaló que “la presencia de Chile en la Cumbre de los BRICS está orientada a promover una oportunidad para seguir consolidando a nuestro país en la escena internacional, posicionándose como un actor relevante en temas de cooperación a nivel global”.
El viaje, sin embargo, despertó cuestionamientos tanto del mundo político como de especialistas del campo de las relaciones internacionales tanto por su pertinencia -considerando el escenario mundial actual- como por su conveniencia para el país. Si bien potenciar la presencia e influencia de Chile a nivel internacional es un objetivo valioso, debe ir en sintonía con una estrategia clara de largo plazo que cuide los intereses nacionales, algo que en este caso no queda claro. Si bien es verdad que no es la primera vez que un mandatario asiste en calidad de invitado a un evento de ese tipo -ya lo había hecho Michelle Bachelet en 2014-, el actual escenario mundial es muy distinto al de entonces y el propio rol de los BRICS ha cambiado, potenciando su influencia geopolítica.
Han sido sectores del Frente Amplio y del Partido Comunista los que han promovido que el país se incorpore a dicho bloque, no por razones económicas -ya que no se trata de un acuerdo comercial- sino por factores estratégicos. Los BRICS han insistido en impulsar una nueva gobernanza que desafíe la influencia global de Estados Unidos, favorezca cambios al sistema internacional e incluso promueva una nueva moneda que desafíe al dólar. Por ello, intervenir en esa instancia, incluso en calidad de invitado, debería responder a un análisis serio y detallado de parte de la Cancillería y no a decisiones improvisadas, guiadas más por consideraciones ideológicas que técnicas o gestos personales, que no ponderan adecuadamente todas las variables involucradas y los efectos que ellas conllevan.
La política exterior debe ser una política de Estado que vele por los intereses del país y muestre coherencia en sus objetivos. Asistir a la cumbre de un grupo cuyo principal impulsor es Rusia -al cual el Mandatario ha criticado consistentemente por su invasión a Ucrania, posición que reiteró durante el evento-, suena a lo menos contradictorio, como tampoco parecen ir en sintonía con esa instancia los principios guía de nuestra política exterior. Si bien el canciller ha insistido que no está en los planes del gobierno unirse a los BRICS, la presencia del Mandatario puede terminar generando más costos que beneficios, más aún en momentos en que el presidente de EE.UU. impulsa una agresiva política arancelaria, usando ese instrumento como arma de presión política.
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