Editorial

El contundente triunfo de Kast y la aplastante derrota del oficialismo

La ciudadanía ha valorado en José Antonio Kast su consistencia en el tema del orden y la seguridad, logrando sintonizar con las urgencias del país. Su gran desafío será administrar hábilmente este macizo triunfo, evitando caer en el triunfalismo. Como contrapartida, ha sido evidente el duro voto de castigo que recibió el oficialismo, en particular el Presidente Boric.

Jonnathan Oyarzun/Aton Chile JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE

Los resultados de la segunda vuelta presidencial no han dejado ninguna duda sobre la contundencia del triunfo de José Antonio Kast: ganó con el 58,1% de los votos (7,2 millones de electores), superando a su contendora, Jeannette Jara, por más de 16 puntos -quien apenas logró el 41,8%, por lejos el peor resultado que ha obtenido la izquierda desde 1990-; triunfó en todas las regiones por amplio margen, y si se observan los resultados a nivel comunal, Jara se impuso en poco más de treinta de las 345 comunas a lo largo del país, lo que grafica que se trata de la peor derrota electoral que la izquierda ha experimentado desde el retorno a la democracia.

Con su campaña basada en la noción de un gobierno de emergencia -centrada particularmente en el ámbito de la inseguridad y la migración irregular, pero también en la generación de más empleo y crecimiento, como asimismo abordar una serie de problemas en el ámbito social, como las listas de espera en salud- no hay duda de que Kast fue muy efectivo en sintonizar con los problemas más acuciantes de la población, y que el electorado premió sobre todo la consistencia que ha mostrado a lo largo de los años con las banderas del orden público y la seguridad. Pero a su vez también fue muy efectivo en recoger un masivo voto de castigo hacia el gobierno -es un hecho que la mayoría del país quería un cambio de rumbo y desaprueba la conducción que ha mostrado esta administración-, aspecto que seguramente resultó decisivo para explicar la contundencia de su votación y por qué la candidata del oficialismo fue tan duramente castigada.

Los resultados también son elocuentes en cuanto a que la candidatura de Kast no solo logró aunar detrás de sí al núcleo en torno al cual sustentó su candidatura -el Partido Republicano, el PSC y en segunda vuelta los Nacional Libertarios-, sino que también a los partidos de Chile Vamos y a sectores de Amarillos y Demócratas, lo que le da a su futuro gobierno una base de sustentación amplia. También logró capturar un porcentaje relevante de los votantes de Franco Parisi -que en primera vuelta representaron casi el 20%-, a pesar de que este llamó a no votar por Kast y su partido, el PdG, había acordado en una consulta respaldar la opción de anular el voto. El acotado porcentaje de nulos y blancos en la segunda vuelta -que en conjunto representaron el 7% del total de sufragios- solo confirma que Parisi nunca tuvo control sobre esos votos, y que estaba lejos de ser el gran elector, como él pretendía.

Una de las grandes interrogantes que surge ahora es cómo el propio Presidente Electo y las fuerzas políticas que lo acompañan administrarán este macizo triunfo, porque en buena medida de ello dependerá el éxito o fracaso de su futura gestión. Es posible que en algunos surja la tentación de caer en el triunfalismo y asumir que el amplio respaldo en las urnas supone una validación automática de todo el programa de gobierno y un consentimiento implícito para emprender todo tipo de reformas. Por de pronto, las fuerzas que han resultado victoriosas no deberían perder de vista que parte de su triunfo se debe a los “votos prestados”, es decir, a electores que han dado su preferencia por razones estratégicas, pero no necesariamente por afinidades ideológicas. Esto ha sido particularmente evidente en esta elección, donde la masividad de su votación también se debe a que sectores identificados con miradas más de centro o de centroizquierda migraron hacia la opción de Kast porque la alternativa de votar por una candidatura comunista les resulta intolerable.

La propia experiencia de lo que ha sido este gobierno también debería resultar suficientemente aleccionadora, donde sobre todo el Partido Comunista y las fuerzas que hoy se agrupan en el Frente Amplio se sintieron empoderadas para emprender un programa de profundas reformas estructurales, lo que rápidamente marcó una desconexión con las verdaderas urgencias del país. Lo propio se podría decir del segundo gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, quien también tuvo un ímpetu reformista que le trajo severos problemas en la conducción política de su coalición.

Así, uno de los grandes retos que tendrá el Presidente Electo será administrar hábilmente este triunfo que le ha dado la ciudadanía, lo que supone aterrizar bien las expectativas de lo que se puede esperar en su futuro gobierno y no caer en el error de impulsar cambios de corte refundacional sobre la base de mayorías que pueden resultar muy líquidas.

En ese sentido, el Presidente Electo dio una buena señal en su discurso de anoche, cuando junto con expresar un reconocimiento hacia sus adversarios, señaló que su tarea requerirá del máximo esfuerzo, e insistió en que “no nos pidan milagros, pídannos energía”, reconociendo que quizás no van a tener todas las soluciones.

La euforia y entusiasmo que se vio en las fuerzas de oposición contrasta con el desánimo que se observó en el oficialismo, que ha experimentado una derrota sin precedentes. Desde luego, la estrategia de Jeannette Jara en cuanto a tomar distancia del Partido Comunista -incluso prometiendo que renunciaría a la tienda en caso de ser electa- y alejarse de sus visiones más ideológicas claramente no dio resultados, demostrando que en el país sigue habiendo importantes resistencias ante la idea de que un militante de dicha tienda pueda ostentar una candidatura presidencial.

También parece plausible suponer que en el masivo voto que recibió Kast hubo una voluntad de sectores de la sociedad por dejar definitivamente atrás el llamado “octubrismo” y enviar una señal de castigo a las fuerzas que más se identificaron con ese período, en particular el Frente Amplio y el PC.

Pero parece un hecho que el gran derrotado de la jornada ha sido el propio Presidente Gabriel Boric, quien inevitablemente será señalado como uno de los responsables de esta aplastante derrota electoral. Ya desde el plebiscito constitucional de 2022 que el oficialismo venía experimentando sucesivas derrotas electorales, y los resultados de ayer solo son el corolario de ese desgaste, aunque probablemente nadie se imaginó que terminaría siendo de esa magnitud. Quienes insistían en los afanes refundacionales o en retomar las visiones más ideológicas del programa original nunca terminaron de comprender que las demandas de la sociedad iban por mayor orden y crecimiento, lo que se ha traducido en un duro castigo y seguramente abrirá un amplio debate dentro del mundo de la izquierda, para explicar y tratar de revertir esta pérdida de conexión incluso con parte de sus votantes.

A pesar de lo tensa que fue esta campaña electoral, es sin duda valorable que ayer nuevamente se hayan dado muestras de un ejemplar comportamiento cívico, lo que no solo se vio reflejado en el pronto reconocimiento de la derrota por parte de la candidata Jara y su discurso de reconocimiento, sino también en el respetuoso intercambio telefónico que tuvieron el Presidente Boric con el Presidente Electo, lo que desde luego prestigia a Chile dentro del contexto internacional.

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