Iba a escribir una columna sobre la Sub 17, el buen equipo que, potencialmente, tenía Chile y que por una serie de desaciertos se malogró cumpliendo una mediocre campaña en el Mundial. Resaltar esas luces que mostró contra Brasil, que, con un poco de aplomo, de suerte o de finiquito, pudo dejar al anfitrión en el camino. Pero, disculpen, me resulta tremendamente frívolo. El aire está ácido y pesado, hay olor a plástico quemado, vuelan helicópteros, se escuchan sirenas que van y vienen, la ciudad se queda en un tenso silencio. No hay toque de queda, pero todos se recogen como si estuviéramos en estado de sitio.

El miércoles entrevistamos al intendente de la Región Metropolitana, Felipe Guevara. Se quejaba de que la Conmebol le hubiera quitado la final de la Copa Libertadores a Santiago. Decía, con el guion optimista y el pie forzado de una aparente normalidad que se intenta instalar desde La Moneda, que habían invitado a la Confederación Sudamericana a comer a nuestra casa, que estaban los platos servidos y todo listo, pero que no habían aceptado. Le rebatimos, no había posibilidad, los platos pueden estar servidos, pero la casa está patas para arriba y sus moradores se están matando a palos.

Dos días antes, el mismo intendente había citado a Sebastián Moreno a la ANFP para sugerirle que los campeonatos de la A y la B volvieran a jugarse este fin de semana. Ollazo sin destino. No están dadas las mínimas condiciones de seguridad y normalidad para jugar. El Sifup se lo aclaró al día siguiente. En la desesperación, se programó a puertas cerradas en el Lucio Fariña el duelo entre San Luis y Santiago Morning que había quedado colgando de la 27ª fecha. Al final, no se jugó.

Son malas noticias para todos. El fútbol profesional es un ecosistema económico que no solo atañe a los jugadores y los dirigentes. Decenas de empleos, desde el más humilde de los acomodadores de autos hasta el locutor del estadio, dependen de su realización. Los mismos futbolistas, sobre todo los de los equipos más chicos, van a tener problemas porque el CDF no va a pagar si no hay fútbol, los sponsors de las camisetas tampoco y ni hablar de la publicidad estática, por el momento arrumada bajo el sol.

El campeonato va a terminar como se pueda. Inviable es cortar ahora, proclamar a Católica campeón y mandar a todos para la casa anulando los descensos como quería el inefable Jorge Valdivia. Además de adelantar sus vacaciones, el volante de Colo Colo se clasificaba a la fase de grupos de la Copa Libertadores automáticamente, cuando apenas hay dos puntos de distancia con Palestino y quedan 18 por jugar. Son 3.000.000 de dólares de diferencia. Y no es broma. Y entre el 7º y el 8º son 300.000 por clasificar a la Sudamericana. Súper solidario y ecuánime el Mago.

La intención de todos es que se juegue el fin de semana entre el 16 y 18 próximos. Para el bien del fútbol ojalá fuera así, pero la realidad está lejos de las intenciones. Más lejos incluso que de la limitada metáfora gubernamental de una mesa servida. Iba a hablar de la Sub 17 y terminé en cualquier lado, desvariando. Podría ser Presidente.

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