¿Qué hacer con Kast?
La Moneda sabe que, por ahora, pueden seguir ganando en tanto el Frente Amplio siga sin reunirse con la ex Nueva Mayoría, y dentro de ésta, la DC siga escindida del resto. Es decir, la división de la izquierda prácticamente asegura un nuevo triunfo de la derecha. ¿Pero qué derecha?
Qué hacer con José Antonio Kast, se deben preguntar a diario en La Moneda. ¿Ignorarlo o enfrentarlo? ¿Atraerlo o combatirlo? ¿Qué hacer con él, considerando que uno de los propósitos del gobierno es abrir un nuevo ciclo en la política chilena?
Piñera sabe que el movimiento pendular de la política solo termina corriendo el cerco hacia la izquierda. No quiere ser nuevamente un paréntesis, no quiere ser un Presidente de mera administración. La derecha desea no solo retrotraer las reformas de Bachelet, sino que, además, busca tomar posiciones en el electorado y asegurar un nuevo ciclo de reformas desreguladoras y privatizadoras de la economía y las políticas sociales.
La Moneda sabe que, por ahora, pueden seguir ganando en tanto el Frente Amplio siga sin reunirse con la ex Nueva Mayoría, y dentro de ésta, la DC siga escindida del resto. Es decir, la división de la izquierda prácticamente asegura un nuevo triunfo de la derecha. ¿Pero qué derecha?
Hasta ahora, Kast ha sabido jugar sus cartas. Astuto y provocador, ha demostrado una inteligencia táctica que Ossandón no tiene, dejándolo atrás por varios cuerpos de ventaja. A las pocas horas de obtener un 8% en primera vuelta, Kast apoyó sin condiciones a Piñera para la segunda vuelta, mientras que Ossandón demoró varios días en hacerlo (y en rigor, varios meses después de la primeria), a cambio de un par de compromisos sobre la ley de pesca y una línea de metro.
Kast fue más astuto y entendió de inmediato que no era hora de negociaciones, sino que era hora de inversiones. Captó tempranamente que la campaña Guillier podía generar alta incertidumbre, apostó rápidamente por Piñera, y de esa forma, timbró para sí gran parte del voto Chilezuela.
Cuando ganó Piñera, Ossandón se hizo piñerista. Pero Kast volvió a dar un giro y paulatinamente se fue situando como el Pepe Grillo de la derecha profunda. Hoy La Moneda piensa en Kast, para bien o para mal, pero piensa en él y sus reacciones cada vez que toma una decisión. Muchas veces discrepa, pero de vez en cuando le llega un guiño. Lo del retiro del Pacto de Marruecos por la inmigración, por ejemplo, tiene perfume a Kast.
Tanto La Moneda como Kast saben que lo que se juega es crucial para la política en los próximos años. Saben que si la derecha logra fidelizar al votante que no confía en las instituciones, al chileno individualista y consumidor impenitente, puede ganar muchas elecciones. Y sabe que su misión es dejar a la izquierda del lado de la ineficiencia, de las recetas viejas y de los privilegios de las burocracias. Es la hora de acaparar el voto de la nueva clase media.
¿Es tan grave Kast para Piñera? Pudiera pensarse que no tanto. En un escenario de Kast contra Beatriz Sánchez o Daniel Jadue, la derecha corre a votar por él. En materias económicas o sociales, la matriz Chicago-gremialista de Kast no es muy distinta a Chadwick o Van Rysselberghe. En los temas valóricos se aparta, pero no más que Ossandón o la bancada evangélica.
En lo que se diferencia Kast es que él se ha sabido diferenciar. Él apunta con precisión cada falla del gobierno, cada concesión que este hace al centro, cada debilidad en la protección del orden público, cada suspiro antipinochetista.
Kast sabe que el miedo mueve más votos que los sueños; que lo individual más que lo comunitario; que el egoísmo más que la solidaridad. Y sabe que tanto Piñera como su sobrino Felipe mantienen aún la narrativa centrista noventera, en épocas donde la moderación discursiva se cotiza a la baja.
¿Qué hacer con Kast? ¿Entorpecer su crecimiento? ¿Pero qué pasa si es él el que llega a la segunda vuelta a enfrentar a la izquierda? Difícil dilema.
Si lo ignoran, sube; si lo enfrentan, pierden.
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