El boom de las apps de entrenamiento: ¿podemos volvernos “fit” a través del celular?
Miles de usuarios alrededor del mundo entrenan con ayuda de su teléfono móvil o relojes inteligentes. Aplicaciones como Strava, FitBit o Nike Training Club prometen rutinas, medallas y motivación constante, con metas que entregan cierto reconocimiento. Sin embargo, detrás de esta “gamificación” del ejercicio también hay ciertas dudas que aquí analizamos.
Con tan solo un par de clicks en el celular o en un dispositivo electrónico como un reloj, hoy cualquier persona, aunque esté en su casa, trotando en la plaza o haciendo abdominales frente a la TV, puede realizar un plan de entrenamiento. La tecnología nos ha puesto a disposición miles de rutinas especializadas, series y cronogramas, pero también un especial sistema de recompensa: insignias, medallas y mensajes motivadores que nos vuelven casi protagonistas de un videojuego cuando hacemos ejercicio.
Strava, por ejemplo, es una especie de red social de acondicionamiento físico y tiene más de 120 millones de usuarios en el mundo. Los relojes FitBit y su plataforma superan los 30 millones, y Nike Training Club se convirtió en una opción popular para rutinas sin equipamiento. Aunque son distintas en sus prestaciones y propósitos, todas comparten una misma premisa: motivar al movimiento de los usuarios usando distintas tecnologías.
“El uso de estas aplicaciones ha acercado más a las personas al ejercicio físico y a aumentar su nivel diario de actividad, por lo que se vuelve algo muy positivo”, dice Marcelo Flores, kinesiólogo, doctor en Ciencias de la Salud y académico de la Universidad Andrés Bello (UNAB). Eso sí, advierte que “en ningún caso pueden reemplazar a los profesionales de la salud: hay que tener ojo con eso, porque una app no evalúa, no corrige en tiempo real ni personaliza como lo haría alguien capacitado”.
Para Frano Giakoni, director de la carrera de Entrenador Deportivo de la UNAB, no es solo un simple formato digital. “Estas plataformas están diseñadas estratégicamente desde los principios de la psicología del ejercicio... Y no son sólo herramientas tecnológicas, sino entornos motivacionales cuidadosamente creados para fomentar adherencia y hábitos sostenibles”, afirma.
Más que sudor
Parte de la recepción que han tenido estas plataformas se debe a su capacidad de convertir el esfuerzo en “experiencia”.
Giakoni destaca la “gamificación” del ejercicio, con el cual, a través de un sistema de puntos, medallas, desafíos semanales o rankings, los usuarios se motivan a hacer ejercicio. “Apela a la necesidad de logro, reconocimiento y superación, y eso hace que se sienta menos rutinario y más atractivo”, explica.
El concepto, que proviene de las teorías de aprendizaje conductual, refuerza positivamente la repetición de un hábito. A esto se suma la posibilidad de la personalización, con aplicaciones que permiten definir metas específicas, adaptar rutinas de acuerdo a las propias capacidades, registrar los signos fisiológicos y ajustar objetivos.
Eso sí, aunque parezcan más los puntos positivos, debieran existir también límites.
“La recuperación de una lesión musculoesquelética es un proceso lento y progresivo y, si alguien retoma el ejercicio con una aplicación y sin supervisión directa, puede agravar el problema”.
Una de las principales críticas no apunta a los que estas plataformas hacen, sino a lo que no logran detectar.
“Muchas veces estos planes de entrenamiento que se ofrecen pueden ser demasiado genéricos y no se adaptan a las condiciones físicas reales de los usuarios”, acota Marcelo Flores.
Por ejemplo, en temporada invernal, ese eventual desajuste puede ser peligroso. “Como el frío afecta la movilidad, se articula menos el cuerpo, y si no hay un calentamiento adecuado, aumentan los riesgos de lesiones y que muchas apps no consideran”, añade el kinesiólogo.
Los errores más comunes son tres: comenzar el ejercicio sin activación muscular suficiente, aplicar intensidades o volúmenes muy altos sin supervisión y hacer los movimientos con mala técnica.
“Se pueden generar lesiones de columna, rodillas o tobillos, y en invierno, además, se suman factores respiratorios... Para el deporte al aire libre, hay que cubrirse bien porque se pueden irritar las vías respiratorias debido al frío y facilitar infecciones”, agrega Flores.
Un “vamos” necesario
Existen puntos ciegos que terminan por no ser beneficiosos. Aunque las notificaciones puedan actuar como incentivo a la constancia, pueden ser tomados como presión.
“Cuando las apps te recuerdan constantemente que no entrenaste, que perdiste una racha, o que no avanzaste, pueden transformarse en una fuente de culpa y estrés”, advierte Giakoni, quien añade que esto afecta particularmente a quienes están comenzando y no tienen una relación estable con el ejercicio. “Por eso, el diseño del mensaje debe ser inteligente: acompañar y no supervisar”, plantea.
La conveniencia y calidad también tienen puntos de tensión. Si bien una aplicación o herramienta de este tipo pueden ofrecer planes estructurados y monitoreo constante de distintas variables, difícilmente logran el nivel de exactitud que puede tener un profesional.
“No es suficiente saber tu edad o peso, sino que se necesita una evaluación completa para prescribir ejercicio: prescribir condición respiratoria, historial de lesiones y respuesta al esfuerzo, que las apps no alcanzan a medir con profundidad”, apunta Giaconi.
Cuando existen antecedentes clínicos, lesiones previas o dolencias crónicas, por ejemplo, el riesgo de autogestión aumenta. “La recuperación de una lesión musculoesquelética es un proceso lento y progresivo y, si alguien retoma el ejercicio con una aplicación y sin supervisión directa, puede agravar el problema”, explica Marcelo Flores y llama a identificar la señal más clara, que es la reagudización de los síntomas.
¿Son para todos?
No todos los usuarios se benefician igualmente de estos entrenamientos digitales. Según Frano Giakoni, funcionan bien para quienes tienen ya un nivel intermedio, experiencia previa, autonomía y familiaridad con el uso de tecnología. También para quienes valoran la estructura, los datos, registro del progreso y los desafíos. Pero no son recomendados para todos.
“Quienes no tienen conciencia corporal, tienen historial de lesiones o necesitan motivación más cercana, pueden frustrarse o exponerse a lesiones”, apunta el director de la carrera de Entrenador Deportivo de la UNAB.
El perfil ideal es el de un usuario sano, con metas generales de acondicionamiento, que use estas herramientas como una guía flexible más que como un plan rígido o entrenador personal.
“El ejercicio debe interpretarse y adaptarse de forma constante, y por eso quien necesite resultados específicos o está en una etapa sensible de su proceso físico, necesita supervisión profesional”, añade Giakoni, apuntando a que estas apps no comprenden la variabilidad biológica ni detectan sobreentrenamientos.
Según Marcelo Flores, son herramientas útiles, pero no son atajos. Lo ideal, dice, es que cualquier persona que quiera partir con una aplicación primero realice una evaluación física con un profesional. En caso de no hacerlo, asegurarse al menos que la plataforma elegida incluya videos detallados e instrucciones, con un eventual contacto remoto con un especialista.
La popularidad de estas aplicaciones ha ido al alza y vista como una medida para combatir el sedentarismo. Eso sí, según Giakoni hay que distinguir una solución individual a un problema estructural. “El sedentarismo no se explica sólo por la falta de acceso a rutinas especiales... Sino que es un fenómeno más profundo, que involucra el desarrollo de ciudades pensadas para autos, trabajos que exigen estar sentados o falta de educación sobre movimiento desde la infancia”, propone, y añade: “esto puede ayudar, pero no resuelve todo eso”.
La estrategia sugieren ambos, tiene que ser integral, con aplicaciones deportivas que pueden ser parte de la ecuación, pero que no reemplazan otras instancias que deben de pulirse, como la infraestructura pública, programas comunitarios o políticas que fomenten el movimiento como parte del bienestar de la sociedad. “Necesitamos cambiar las reglas del juego y no solo jugar de otra manera en el mismo ecosistema”, sugiere Giakoni.
“Una app puede motivarte a dar el primer paso, y eso no es poco, pero mantenerse en movimiento requiere más que eso: entender el cuerpo, sus límites, sus procesos y eso, por ahora, todavía lo enseña mejor una persona que una pantalla”, comenta Marcelo Flores de la Universidad Andrés Bello.
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