Casi sin respirar: historias de desminadores

En este proceso, a lo largo de 18 años, 10 uniformados resultaron con heridas de diversa consideración.

“El primer error es el último”, dice el argot de esta casta de uniformados. En 18 años se deshicieron de casi 18 mil explosivos antipersonales y antivehículos. Con 10 heridos.


Su expresión es resignada y al mismo tiempo comprometida. “Nadie quiere que esto pase, pero es un riesgo que forma parte de nuestro trabajo, de la misión, y lo tenemos muy claro”, dice el mayor de Ejército, Errol Pfeng.

Se trata del comandante de la Unidad de Desminado de la Brigada Motorizada N° 1 Calama, quien actualmente se recupera del accidente que sufrió el 1 de marzo de 2017. En esa zona, frente al salar de Aguas Calientes, la detonación de una mina antipersonal -que estaba fuera del perímetro del campo minado- le destrozó el tobillo derecho.

Pfeng es uno de los 10 uniformados, todos de esta rama castrense, que sufrieron heridas de diversa consideración a lo largo de los 18 años que le tomó a Chile cumplir el Tratado de Ottawa, sobre la prohibición y destrucción de minas antipersonales.

“Nuestro lema es claro: el primer error es el último”, comenta la capitana Patricia Seguel (37), quien lleva ocho años en estas tareas, agregando que “más que nervios, porque uno está preparada, es la incertidumbre de lo que te vas a encontrar en el suelo lo que te tensiona, porque los explosivos de verdad que se mueven, cambian de posición con factores como el tiempo, la erosión y el mismo clima”.

El miércoles reciente, en la Escuela de Ingenieros del Ejército, en Tejas Verdes, San Antonio, el ministro de Defensa, Mario Desbordes, condecoró a varios uniformados -de esta rama y de la Armada- que integraron los equipos de desminadores. También asistió a una exposición de material y procedimientos. “Gracias a este trabajo no vamos a poner en riesgo a ningún ciudadano chileno ni extranjero con este tipo de minas en nuestro territorio”, destacó el secretario de Estado, tras saludar por videoconferencia al mayor Pfeng, quien viene saliendo de una de las tantas intervenciones quirúrgicas para rearmarle el pie.

Desde 3 kilos

El pasado 27 de febrero, Chile destruyó la última mina antipersonal en el territorio y con ello cumplió el artículo 5 de la Convención de Ottawa. En estos 18 años fueron detectados e inutilizados 179.815 explosivos (120.905 antipersonales y 58.910 antivehículos), lo que significó despejar 200 áreas minadas en seis regiones. En total, se liberaron 27.533.823 m2.

El trabajo en sí es estresante, qué duda cabe. Se organizaba en jornadas largas, desde las 08.00 hasta las 14.00 horas, pero siempre se terminaba extendiendo hasta pasadas las 17.00. En un campo minado se avanza en columnas. Centímetro a centímetro. Es una hora de operación en terreno y una de descanso. Con un equipo completo de cada desminador que pesa 16 kilos, incluyendo el casco de policarbonato y botas con base blindada, más las láminas de kevlar en el traje.

La zona norte era la más sembrada, con 167 áreas de 200 en el país

Respecto de los explosivos buscados, los más frecuentes eran minas antipersonales PRB M-35, de origen belga, de 99 gramos y que se activan con una presión de nueve kilos; y la M-14, de EE.UU., de 108 gramos y que se detona con un peso similar al anterior. Aunque producto de la antigüedad, a veces bastan 3 kilos (como un pequeño animal de la zona) para detonarlas. Una simple piedra o apoyar una herramienta puede ser lo último que se escuche.

En cuanto a las minas antitanques, ni hablar. Las M-15 (EE.UU.) pesan más de 14 kilos. Una pisada y sería todo. Y siempre estaban dispuestas en “tréboles”: una antitanque rodeada de tres antipersonales.

La capitana Seguel recuerda uno de los muchos momentos de tensión que vivió: “En 2008, en la zona altiplánica, avanzábamos en base a un plano antiguo de cómo estaban sembradas, pero de pronto, al mediodía, nos dimos cuenta de que las minas que buscábamos no estaban donde se suponía, sino a nuestro alrededor. Con toda la cuadrilla (25 efectivos) estábamos rodeados de explosivos. Hubo que trabajar mucho para poder salir de allí”.

El cabo 1° Adrián Alvial (31) tomó parte en estas labores desde 2014. “Yo tengo un hijo de 9 años y siempre pensaba mucho en toda mi familia, pero en los campos minados no era preocupación ni nervios lo que sentíamos, sino la necesidad de tener mucha concentración”.

Relata que lo primero es utilizar el bastón detector de metales VMH3 CS, para ubicar la mina en el terreno. Luego viene un trabajo a mano, sin guantes, para tener mayor sensibilidad, con una pequeña pala y sonda de titanio. Pinceles, para correr el polvo. Y nervios de acero.

Comisión Nacional

En Chile, desde mayo de 2002 y radicada en el Ministerio de Defensa, funciona la Comisión Nacional de Desminado (CNAD), organismo que coordina y opera el cumplimiento del desminado humanitario.

El ministro Desbordes destacó el compromiso de toda la labor: “Estoy muy orgulloso del trabajo que se hizo, lo valoro muchísimo y ojalá la ciudadanía tomara conciencia de la importancia de esto, reconocido a nivel internacional”.

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