Crítica de cine: Terror en lo profundo
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El director Ellis tiene una extraña filmografía, que incluye cosas como Celular (2004) y Terror a Bordo (2006). A diferencia de alguien como Tarantino, su interés por la chatarra, los subgéneros y la sangre no parece irónico, sino genuino y apasionado. Pero su talento no corre parejo con su devoción por el material y es una lástima. Terror en lo Profundo, con su desopilante argumento sobre adolescentes esquivando tiburones en un lago de Louisiana, habría sido un manjar en manos algo más expertas. Ellis no consigue una actuación creíble o un solo momento de suspenso. Lo que entrega a cambio, sin embargo, es curiosamente divertido: una serie de imágenes extrañas o surreales, como un tiburón que caza al vuelo a un pobre tipo trepado a un árbol. O la obsesión persistente de la cámara por los traseros de sus jóvenes protagonistas. A la larga, Terror en lo Profundo termina ganando el corazón porque se advierte que su objetivo no es (sólo) ganar dinero con un truco fácil, sino reinventar el género de las bestias sanguinarias aunque para eso deba descender a los abismos del cliché. Haría un doble perfecto con Piraña 3D, otro involuntario alegato a favor de la asistencia a piscinas cerradas.
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