Culebra: La isla que encanta
<img height="16" alt="" width="60" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193728.jpg " /><br /> Un descubrimiento para muchos turistas es esta pequeña isla dentro de otra isla. Culebra es un remanso de tranquilidad, una buena dosis de mar Caribe y un paraíso bajo el agua.
De Culebra había escuchado hablar, unas cuantas veces, sobre la belleza de sus playas y su mar de tres colores. En especial de Flamenco, el principal gancho y atractivo, considerada la segunda mejor playa del mundo en los ránkings que cada año se acostumbran a hacer en todo el mundo. Lo que también había oído de esta isla puertorriqueña era una anécdota que en este preciso instante no me saca ni media sonrisa. Que una de las formas de llegar –en avioneta desde San Juan– no era apta para cardíacos ya que, como la pista de aterrizaje es corta y complicada, porque queda justo al pie de una montaña, los pequeños aviones deben detener los motores y dejarse caer en picada... hasta volver a encenderlos justo antes de aterrizar. Pero el susto tenía una buena recompensa abajo.
Hace poco menos de media hora salimos desde el aeropuerto de San Juan y en el tranquilo vuelo es posible observar la belleza de la costa puertorriqueña y su gran cantidad de islotes bañados por un mar Caribe majestuoso. Los hay de todos los tamaños, con y sin vegetación, rodeados de arrecifes o con playas largas que se ven desde el cielo como verdaderos íconos publicitarios. Y sin duda, hacen que uno piense que en cualquiera de ellos podría levantarse la casa de los sueños. En eso estoy pensando, cuando el piloto de la pequeña aeronave anuncia a los seis pasajeros que venimos a bordo: "señores, a su pies, isla Culebra".
Inmediatamente se me aprieta la guata pensando en el momento en que las hélices del Cessna dejarán de girar y se iniciará la caída en picada.
Pero nada de eso sucede.
El descenso es suave. Es cierto que la pista aparece entre dos colinas llenas de vegetación, pero el pose sobre la pista apenas se siente y, más que miedo, lo que sentimos es asombro y la excitación propia de la aventura. Bajamos del avión con el pie derecho y con una amplia sonrisa y nos lanzamos al descubrimiento de este trozo bendito del Caribe.
Conocida en un comienzo como isla Pasaje, Culebra es una porción de tierra de apenas 12 por 7 kilómetros que se ubica al este de Puerto Rico y a un paso de St. Thomas. Habitada primero por indígenas taínos y caribes, más tarde fue refugio de piratas que la usaban como escondite, hasta que los españoles los expulsaron en 1879, el mismo año en que Chile entraba a la Guerra del Pacífico. También fue el último rincón de Puerto Rico colonizado por la Corona y, aunque han transcurrido siglos y más tarde el país pasaría a depender de Estados Unidos, todavía continúa siendo refugio, claro que con otros fines. Además de viajeros y buscadores de esa fascinante combinación de sol y mar, lo es de una gran cantidad de especies marinas, aves, reptiles y mamíferos que aquí hallan un ecosistema amigable donde desarrollarse: Culebra y sus 23 islas adyacentes (que incluyen Culebrita y cayo Luis Peña) forman parte del Refugio Nacional de Vida Silvestre, dependiente del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, uno de los más antiguos del país del norte.
Es hábitat de importancia para varias especies de tortugas marinas en peligro de extinción que usan sus playas para desovar, como también de especies como la lagartija verde de Culebra.
MARPARAÍSO
Elvin Morales tiene 38 años y seis como salvavidas en playa Flamenco. No pasa inadvertido. Y no tanto por su polera que dice "safeguard" ni el flotador rojo al más puro estilo de Guardianes de la Bahía que tiene cruzado, sino por sus llamativos anillos de oro en cada uno de sus dedos. Grandes, recargados, con su diente también de oro y su grueso colgante de varios quilates.
"Es una playa tranquila, el mar es calmo, claro que depende del viento", dice canchero, moviendo sus manos brillantes.
Nos cuenta de primera fuente la historia de la elección como segunda playa del mundo. "Salió después de Hawái, pero según los propios hawaianos y unos europeos que estuvieron acá visitando el lugar, reconocieron que ésta es mejor".
Invención o no, lo cierto es que Flamenco es una taza de leche, con un mar efectivamente de tres colores: verde, turquesa y azul y con arena que parece azúcar flor de lo fina y blanca. Flanqueada por palmeras y mangles, su costa de dos kilómetros de largo y onduladas curvas es impecable, carente de todo tipo de contaminación, pues no se permite la construcción en el borde costero ni nada que ensucie. La escasez de grandes olas se debe a los arrecifes coralinos que tiene alrededor –escenario ideal para el snorkeling– y, lo mejor de todo, es prácticamente deshabitada ya que son pocos los turistas que llegan. Diariamente, unas 500 personas visitan Flamenco. Son los fines de semana cuando la cifra se dispara: 2.500 personas llegan en ferries y avionetas desde San Juan o Fajardo, para disfrutar sus aguas cristalinas y tibias.
Según el salvavidas, de diciembre a febrero el agua es fría. Pero, quienes venimos del Pacífico sur, evidentemente, tenemos otro termostato: Elvin no tiene idea de lo que es frío.
Una agradable caminata por la orilla del mar lleva hasta un viejo tanque de la II Guerra Mundial, abandonado hace ya varios años y mudo pero impotente testigo de la ocupación militar estadounidense ya que Culebra, como Vieques y otras islas de Puerto Rico, fue una base naval hasta 1975.
Aquí, en primera línea frente al mar, existe también el único sitio donde es posible acampar en toda la isla. Por 20 dólares la noche, por carpa, se puede dormir junto a una playa increíble.
En el acceso a la playa hay una área de servicios con quioscos y baños. Los quioscos están recién inaugurados y en ellos se venden pinchos o brochetas de pollo, cerdo (US$ 2,5) y ¡tiburón! (de 2,5 a 5 dólares), hamburguesas, bebidas y, por supuesto, piña colada, el trago nacional.
Dejamos el lado norte de la isla para irnos a Zoni, la más grande de las playas, de aguas cristalinas algo alborotadas y arenas claras y finas, que no cuenta con servicios ni quioscos. Es la más lejana y también favorita de gringos y europeos; estos últimos suelen hacer topless, aunque oficialmente no está permitido. Entre mayo y junio, la playa se llena de tortugas marinas que aquí desovan y anidan; hay una gran fiscalización por parte de la Oficina de Recursos Naturales. Está abierta de 06:00 a 18:00 y en las noches un cerco impide su visita.
Desde aquí podemos ver Culebrita, pequeño cayo con excelentes playas y con piscinas naturales en algunos roqueríos. Tiene un faro muy característico y varios senderos para recorrerla, desde la salida del sol hasta que se pone. Por unos 40 dólares por persona, una lancha cruza a los turistas, pero hay que llevar agua y bloqueador.
BAJO EL MAR
Culebra es sumamente tranquila. Desde el pueblo, muchos turistas caminan o arriendan motos o scooters para recorrerla y llegar a los sitios más alejados. Es común ver que los locales lleven a algún turista peatón; se trata de gente por sobre todo hospitalaria.
El centro de la isla es pequeño. Un muelle, una oficina de banco, un par de restaurantes y bares, la oficina de US Post, el clásico correo norteamericano. A unas cuadras, un punto de reunión es Mamacitas, restaurante-bar-grill en el que dos enormes iguanas mascotas son la atracción. También tienen habitaciones en arriendo. Otro sitio es Dinghy Dock, bar-restaurante con animados happy hours. Desde su terraza al mar se observan sábalos, grandes peces que esperan pacientemente que los visitantes les arrojen comida. En un muro, numerosas fotos testimonian a ilustres visitas: Chayanne, Luis Fonsi, un conductor de MTV, varios reggaetoneros...
En la isla, la formalidad no existe. Ni para hablar, ni menos al vestir: trajebaño, polera y chalas es el uniforme oficial, hasta para ir a rumbear. Entre pequeñas y sencillas construcciones, aparecen grandes casas de veraneo. La mayoría pertenece a estadounidenses jubilados y europeos que se vienen por varios meses. Un fin de semana en una casa así fácilmente sobrepasa los US$ 1.000. Pero también hay opciones más baratas, casi siempre preferidas por grupos de amigos jóvenes, parejas y mochileros.
Si está despejado, podemos ver la vecina isla de St. Thomas, a apenas 18 millas náuticas. Tan cerca, que muchos van en lanchas y botes. En especial para el carnaval que se celebra cada mayo.
Culebra tiene numerosas áreas de snorkeling. Una de las mejores es playa Melones, cuyas orillas coralinas albergan gran cantidad de peces de colores y una sorprendente vida marina. Frente a ella se ubica el cayo Luis Peña, reserva natural protegida y en cuya área está totalmente prohibido cualquier tipo de extracción. Por 30 dólares, un water taxi cruza hasta él. Una recomendación: nunca se pare sobre corales, no sólo puede cortarse sino que además dañarlos.
Con una simple máscara es posible ver gran cantidad de especies: pez ángel, cojinova, colisrubia, capitán, pez flauta, chesna, cotorros, pez médico, pulpos y langostas.
Pero, sin duda, la actividad preferida es recostarse en una hamaca a ver cómo pasan las nubes o a contemplar los colores del mar. Si necesita botar energías, arriende una bici y recorra la isla: su tamaño asegura que la actividad no será demasiado agotadora y a su mano tendrá decenas de playas donde hacer un alto. Vea la puesta de sol: es espectacular y, por las noches, un baño en el mar mirando las estrellas también es una experiencia que hará de una estadía en Culebra simplemente algo inolvidable.
GUÍA DEL VIAJERO
- Cómo llegar:
Cuatro compañías aéreas (Vieques Air Link, Air Flamenco, Isla Nena Air Service y M&N Aviation) realizan vuelos desde San Juan o Fajardo. El vuelo dura media hora y cuesta unos US$ 100 ida y vuelta. Otra forma es en ferry, que puede tomarse en el puerto de Fajardo. Son unos 90 minutos y sólo tres frecuencias al día.
- Para moverse:
Puede arrendar un auto o moto en el mismo aeropuerto. Una scotter (para dos personas, con cascos) cuesta US$ 35 diarios. Por una semana, US$ 30 al día. Teléfono (787) 2107001.
- Cuándo ir:
Culebra tiene unos 3 mil habitantes. La temporada alta es de mayo a agosto, cuando llegan miles de visitantes por el día. También Semana Santa es un período intenso, cuando se copa su capacidad y recibe a 3 mil personas. Hay temporada de huracanes, de junio a noviembre.
- Dónde dormir:
1. Hoteles, departamentos y casas en arriendo. Hay desde US$ 75 por noche, pero la mayoría comienza en US$ 95. Para cuatro personas, desde US$ 150. Hay numerosos paquetes que incluyen el alojamiento, arriendo de auto, pasaje, excursiones desde San Juan.
2. El más completo es Club Seabourne. Son ocho villas, un hotel boutique con excelente restaurante y lindas vista a la bahía.
3. Posada La Hamaca: Precios más económicos, baños privados, ubicada en el centro. Desde US$ 89 para dos o cuatro personas.
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