Histórico

El limbo de los entrenadores

No son técnicos activos, porque no dirigen a ningún club, pero siguen siendo estrategas a tiempo completo. No han anunciado su retiro, pero tampoco han podido concretar su regreso. Este es un ejercicio de aproximación a la extraña naturaleza de los DT y a su dudosa fecha de vencimiento. Un análisis de sus vidas profesionalmente suspendidas entre el mundo de los vivos y los muertos.

Frente a la puerta del Minimarket Matías se encuentran sentados tres hombres, conversando a la sombra. Son las 11 de la mañana de un día cualquiera en el Barrio Yungay, y los transeúntes que caminan por la vereda de la Calle General Bulnes se detienen al pasar junto al reducido grupo para saludar con afecto a sus integrantes. A primera vista, podría tratarse de una reunión cotidiana de amigos, o de un encuentro fortuito entre vecinos. Pero hay algo más. Y es que uno de ellos, el más viejo, esconde una pizarra en la parte trasera del auto.

A sus 74 años, hay muy pocas cosas que a Hernán Clavito Godoy le quedan por hacer -“me falta conocer las pirámides de Egipto. Y China”, ironiza-, pero de una sola de todas las que ha hecho no se ha logrado separar nunca. Es tal vez por eso que viaja con su pizarra a cuestas: “Quiero dejar bien claro que hay entrenadores de la edad mía que se retiran. Pero yo no, yo no me he retirado porque sigo vigente”, proclama, a modo de introducción, el DT cesante, mientras se acomoda sobre una silla en la trastienda del local que regenta su buen amigo Jorge Téllez, también entrenador.

Aquí es donde pasa la mayoría de sus mañanas el que fuera preparador de Audax Italiano, Santiago Wanderers o Santiago Morning -por citar tan sólo alguno de los más de 20 clubes que figuran en su historial- a la espera de un llamado que lo devuelva a su hábitat, situado a orillas de una cancha de fútbol: “El problema, y yo no tengo tapujos en decirlo, es que  acá en Chile hay una persecución contra el técnico de experiencia”, denuncia, antes de argumentar: “No respetan la edad. Está (José) Sulantay, (Jorge) Garcés, Raúl Toro, Ignacio Prieto, el Mortero Aravena, Ivo Basay, y yo digo: ¿qué pasa que a nosotros no nos quieren contratar? Porque al chico que sale del INAF le pagan poco, lo usan, pero a nosotros no nos van a poder usar como ellos quieren”.

Jorge Aravena, uno de los elegidos por el Clavito Godoy para ilustrar su acusación, también se encuentra actualmente en la nómina de los técnicos olvidados: “Retirado no. Cesante sí, porque mi intención sigue siendo dirigir. Sólo depende de que a uno lo inviten a participar”, sostiene el Mortero, en un discurso muy similar al que maneja otro exitoso DT chileno de larga trayectoria, alejado contra su voluntad de las bancas desde el año 2012, Jorge Lulo Socías. “Yo no soy un entrenador retirado. Soy un entrenador no activo”, precisa.

No activa, o más bien con escasa actividad,  se encuentra la Avenida Blanche de Las Condes a la hora del crepúsculo. Allí, alejado del bullicioso centro de la ciudad, es donde recibe a La Tercera otro histórico técnico del que el fútbol profesional no tiene noticias desde el año 2009, el ex seleccionador nacional Pedro García. “Lo que ocurre con los entrenadores muchas veces es que no están retirados sino que están solamente cesantes porque no tienen la opción ni las posibilidades de dirigir. Con los jugadores, por ejemplo, es distinto. Hay más equipos, más posiciones, otros países donde se puede superar la cesantía fácilmente. Pero el entrenador no lo tiene tan fácil”, comienza a relatar el director técnico de 69 años, sin poder apartar la vista del televisor, que está ofreciendo ahora el duelo en directo entre Colo Colo y Melgar, válido por la Copa Libertadores.

Hace treinta años, García dirigía a ese equipo, a un conjunto albo que -reconoce- le dejó huella, pero hoy se conforma con ver los partidos desde casa. No va demasiado al estadio, porque se encuentra “viviendo una vida de jubilado” y porque hace tiempo que dejó de moverse como pez en el agua en los mares bravos del profesionalismo: “El que no te llamen a ti, teniendo un currículum, habiendo tenido un prestigio, depende ahora de otros elementos, como la promoción o la publicidad. Yo no voy al estadio, no me contacto con dirigentes, no acepto mucho entrevistas. Tengo una vida bastante más personal, dedicada a mi familia”, apunta.

Sin fecha de caducidad 

Conforme se va acercando el mediodía, el calor comienza a ir en aumento en las calles de Estación Central, haciendo regresar mentalmente a Hernán Godoy a sus largos periplos como entrenador en el norte. “A mí me operaron los dos tobillos con bisturí, a la antigua, sin láser. Estuve un año lisiado y me recuperé caminando a pies pelados en Arica”, vuelve a rememorar el DT nacido en Vallenar, desenterrando con cada frase, con cada anécdota, otro capítulo olvidado de su extenso currículum, en un loable ejercicio de autoafirmación, como si fuese necesario echar mano del pasado para justificar, con argumentos de peso, su deseo implacable de continuar dirigiendo. Porque un entrenador -sostiene Clavito-, “no se retira voluntariamente”. Porque todo el camino recorrido debe servir para algo: “Es el medio el que retira a los entrenadores. El medio los retira. Y la idiosincrasia del pueblo chileno, porque estamos invadidos de técnicos extranjeros”, manifiesta Godoy, profesor de pedagogía en francés, quien a la espera de regresar a la actividad futbolística, dedica su tiempo a impartir charlas motivacionales y a ultimar el lanzamiento de su nuevo libro, un manual técnico inspirado en su célebre pizarra.

Alcanzado el entretiempo del partido en el Monumental con empate a cero, Pedro García se incorpora ligeramente en el sofá y da un largo trago a su vaso de té helado para luego afirmar: “No hay edad para el retiro de los entrenadores. No existe el momento, sólo las ganas o el deseo de seguir conectado. Yo siempre estuve pendiente y esperando alguna posibilidad que fuera atractiva, pero evidentemente no se ha dado, ni se dio, ni estuve buscándola”.

La tesis, esbozada por Godoy y por García, la de que un técnico no tiene, en realidad, fecha de vencimiento, la suscribe también -valiéndose de ejemplos- Jorge Aravena, cesante desde el año 2012, cuando finalizó su segunda etapa en la dirección de Lobos de la BUAP: “¿Cuántos años estuvo Ferguson dirigiendo al Manchester al máximo nivel y a qué edad dejó de hacerlo? O Vicente Del Bosque, que ya ha sido campeón de todo y sigue dirigiendo, de vuelta ya a los 65 años. No hay fecha de caducidad en esto”, asegura el recordado ex futbolista.

Pero si no son los técnicos los que caducan, qué es lo que ha cambiado para que sea el mismo medio que los encumbró antaño, el que ahora los condena al ostracismo. Tal vez sea la transformación del balompié moderno, convertido ya en un negocio sin otro fin que el lucro, o quizás el inexorable proceso de rejuvenecimiento de las bancas y el acelerado alzhéimer de los dueños del fútbol. “Antes el empresario no estaba tan presente y los dirigentes eran más futbolizados. Ahora eso ha cambiado. El tiempo también va ayudando a que no te tengan en mente, porque te vas alejando del ambiente”, explica Pedro García, mientras el árbitro decreta el comienzo del segundo tiempo.

“Al transformarse los clubes en Sociedades Anónimas, los entrenadores perdieron la voz en el camarín, pero yo soy de los técnicos de pensamiento a la antigua. Yo elijo a mis jugadores y yo decido los jugadores que van a jugar en cada partido. Entonces, a mí no me vienen a contar cuentos. A los representantes no les interesa que el entrenador sea Hernán Clavito Godoy”, sentencia el veterano DT, antes de volver a ocupar su silla frente a la fachada en sombra del Minimarket Matías.

“Hoy día, y desde hace varios años, que está instalada en Chile la moda de contratar entrenadores argentinos. Una moda que nació con Bielsa. Todos en una época eran ayudantes de Bielsa, o alumnos de Bielsa o se habían tomado un café con Bielsa. Luego pasó lo mismo con Sampaoli, pero ahora tenemos un claro ejemplo de que muchas veces la copia es muy distinta del original”, reflexiona el Mortero Aravena.

Técnicos 24 horas

Es la hora del almuerzo en el Barrio Yungay y Godoy y sus interlocutores continúan conversando en plena calle sobre el fútbol y la vida, dos conceptos entre los que Clavito no encuentra diferencia alguna: “Yo vivo las 24 horas con el buzo. He dirigido de Arica a Puerto Montt. Primera, Segunda, con viento, con lluvia. El fútbol a mí me lo dio todo. Yo le he entregado toda mi vida al fútbol y el fútbol ha sido recíproco conmigo”, explica, visiblemente emocionado, el estratega, que continúa recibiendo elogios y saludos cada vez que un cliente se percata de su presencia al interior del modesto negocio.

En el sector oriente de la ciudad,  en el instante exacto en el que Colo Colo logra el solitario gol que habrá de darle el triunfo -y que Pedro García festeja contenidamente- cae la noche sobre la Precordillera. Desde su rincón de retiro y análisis en el que se encierra diariamente a ver en soledad todos los partidos -situado en el dormitorio principal, el técnico hace su última confesión: “Cuando uno es entrenador sigue siendo un poco jugador, y cuando uno fue técnico, sigue siendo siempre técnico. Y no deja nunca de trabajar porque un DT, a diferencia de un futbolista, juega el mismo partido tres veces, antes, durante y después”, manifiesta García, quien no descarta volver a dirigir por petición expresa de sus nietos, de quienes se declara “más hincha que de ningún equipo de fútbol”.

“El currículum no sirve. De repente dicen: ya no vale, está viejo, tiene párkinson. Pero yo estoy al día y no me asusta tomar ningún equipo, ni aquí ni en el extranjero. Aunque esté colista. He salvado ya a tantos que ni me acuerdo”, culmina Clavito Godoy, aferrándose heroicamente a su profesión, a su desgastada pizarra, tratando de sobrevivir en ese limbo en el que habitan todos los entrenadores que ya no están, pero tampoco se fueron.

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