El silencioso 40 aniversario de la muerte de Mao Zedong
Los actuales líderes del régimen comunista, con el Presidente Xi Jinping a la cabeza, intentan reducir en la medida de lo posible los homenajes al maoísmo por ser también una época de triste recuerdo. Sin embargo, el "Gran Timonel" sigue siendo un referente.
Para China, 2016 ha sido un año de aniversarios. En mayo, se cumplieron 50 años desde el comienzo de la Revolución Cultural de Mao Zedong, mientras que en julio el gigante asiático conmemoró los 95 años de la fundación del Partido Comunista. Y hoy se recuerdan los 40 años de la muerte del propio Mao, el padre fundador de la China comunista.
Pero al igual que lo sucedido en mayo, cuando China recordó en silencio la tristemente célebre campaña de Mao para afianzar la “revolución comunista” y consolidar su poder, ahora tampoco se esperan grandes actos para conmemorar la muerte del “Gran Timonel”, según explica a La Tercera Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, en Beijing. “No habrá grandes actos en China por los 40 años”, asegura.
Beijing ya dio muestras de que va a soslayar el aniversario el pasado 8 de enero, cuando se cumplieron 40 años de la muerte de Zhou Enlai, la “mano derecha” de Mao y ex primer ministro. Su familia llevó ese día flores a la sala que homenajea a Zhou en el mismo mausoleo donde descansa Mao, en el centro de la Plaza de Tiananmen, pero los actuales líderes chinos y la prensa oficial no hicieron mención alguna al personaje, más popular incluso que el “Gran Timonel” en la memoria colectiva nacional, según consigna EFE.
Ese mismo mes hubo una imagen incluso más sintomática. Pocos días después de mostrarse en los medios oficiales una gigantesca estatua dorada de Mao que construían unos campesinos en la localidad de Tongxu, de la provincia central china de Henan, y que, con 37 metros, iba a ser la mayor en su honor, la obra fue demolida por “carecer de la aprobación de las autoridades”.
La creciente distancia entre el maoísmo y la China del Presidente Xi Jinping, un líder que heredó de Mao un estilo más personalista que sus antecesores, ha causado otros roces en los últimos meses ventilados incluso por el diario Global Times, ligado al Partido Comunista de China (PCCh) y conservador pero que a veces se atreve con temas sensibles.
Según el periódico, las autoridades intentaron evitar que decenas de miles de personas celebraran el aniversario del nacimiento de Mao el pasado 26 de diciembre en su localidad natal, Shaoshan. También se buscó detener la construcción casi clandestina de templos en áreas rurales en honor al fallecido mandatario, que en zonas campesinas está empezando a ser deificado, según dicen, en reacción al actual liderazgo.
Y es que los actuales líderes chinos, con Xi a la cabeza, intentan reducir en la medida de lo posible los homenajes al maoísmo por ser también una época de triste recuerdo, con grandes dramas como la Revolución Cultural o las hambrunas del Gran Salto Adelante. “Xi se ha adherido a la declaración oficial del PCCh de 1981 sobre la Revolución Cultural y Mao: 70% buena, 30% mala, ‘graves errores’, pero sin crímenes. Así es cómo se conmemorará la muerte de Mao”, señala a La Tercera Jean-Pierre Cabestan, director del Departamento de Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Bautista de Hong Kong.
Sin embargo, muchos analistas ven en el gobierno de Xi maneras muy similares a las de hace 50 años. “Xi abraza el legado radical de Mao”, tituló en mayo el diario estadounidense The Wall Street Journal. “A pesar de estas diferencias obvias, Xi ha pasado sus primeros tres años en el cargo resucitando a Mao, tomando prestada su retórica e imitando sus prácticas. Ha concentrado el poder en sus propias manos y coqueteado con un culto a la personalidad, el símbolo más inquietante de la Revolución Cultural, en el cual el culto ciego de un líder supremo encendió años de violencia convulsiva”, comentó el influyente periódico.
Pero Xiaobo Hu, director del Centro para Estudios de China de la Universidad Clemson, en EE.UU., hace distingos. “Dada la desaceleración económica en los años recientes en China, la igualdad social y la justicia social se han convertido en uno de los temas más importantes para el gobierno y la población por igual. Este es el contexto en el que podemos entender mejor los discursos de Xi y la estética vinculadas a Mao”, dice Hu a La Tercera.
“Las referencias al maoísmo acostumbran a ser instrumentales siempre”, acota Ríos. “En este caso, hay dos circunstancias específicas a tener en cuenta. Tras la defenestración de Bo Xilai (ex ministro de Comercio condenado a cadena perpetua por corrupción), que había hecho bandera del maoísmo para reforzar sus aspiraciones al máximo liderazgo, Xi precisaba un discurso que desarmara cualquier atisbo de antimaoísmo. Por otra parte, para el rearme ideológico y la depuración del Partido que pretendía, el maoísmo resulta de gran valor y utilidad: la lucha de masas, la concentración del poder, la autocrítica”, explica el director del Observatorio de la Política China.
A juicio de Ríos, “Xi no es maoísta como ninguno de los dirigentes chinos desde 1978 en adelante, pero todos saben que no se puede prescindir de él y que en él radica buena parte de su legitimidad”. En es sentido, asegura que el actual Presidente chino “sobre todo ha resaltado el espíritu del Mao revolucionario -no el estadista- y reivindicado un Mao más humano y siempre en la línea tradicional: sus desvíos no opacan sus contribuciones”. “Hay muchas referencias, en suma, pero quizá la más importante sea la aseveración que maoísmo y reforma no se contraponen”, agrega.
A nivel de opinión pública en China, Ríos comenta que “Mao sigue siendo un referente esencial de la política china”. Muy pocos sueñan con el regreso del maoísmo aunque valoren los ideales de su época. Sin duda, su impronta varía mucho de unas generaciones a otras, pero lo que nunca olvidará ningún chino es que, a pesar de sus errores, puso término a la decadencia del país y sentó las bases de su emergencia”, concluye.
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