¿Genética o cultura? El debate científico sobre el altruismo
<img style="padding-right: 0px; padding-left: 0px; padding-bottom: 0px; margin: 0px; padding-top: 0px" height="13" alt="" width="81" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200910/550385.jpg" /> Desde la aparición de la famosa teoría de la selección natural, de Charles Darwin, la ciencia ha estado debatiendo sobre el origen de la generosidad en el hombre. Una nueva investigación dice que es la selección cultural y no la genética la que se encuentra tras el fenómeno.
Un soldado que da su vida en la guerra; alguien que no duda en donar sangre a un extraño, o el "buen samaritano" que presta ayuda a otra persona sin importar que jamás la vuelva a ver. Por más de un siglo, los científicos han sostenido un áspero debate para explicar el origen del altruismo: ¿Qué sentido puede tener pagar un alto costo personal para ayudar a otros en el contexto evolutivo? ¿Por qué los humanos parecen dispuestos a sacrificarse por otros cuando la teoría de la evolución dice que sólo sobreviven los más aptos?
Todas estas interrogantes comenzaron a emerger en 1859 tras la publicación del Origen de las especies, el libro en que Charles Darwin planteaba su teoría de la selección natural. El hecho de que la competencia entre individuos fuese la "fuerza" que había empujado la evolución parecía calzar con la conducta de muchos animales, pero no con el altruismo exhibido por los humanos al ayudar a sus semejantes sin esperar nada a cambio.
La gran duda, entonces, era si esta capacidad llegó a materializarse en nuestros genes debido a la selección natural -lo que implicaría que otras especies animales, como los simios también pueden exhibir el rasgo- o si el verdadero motor de este cambio fue el surgimiento de la cultura, cuyo poderoso influjo se manifestó en los genes con el correr del tiempo y las sucesivas generaciones.
Tras más de un siglo de debate científico, un reciente estudio publicado en la revista Proceedings, de la Academia Nacional de Ciencias en EE.UU., por expertos de la U. de California, afirma que fue la cultura la que motivó la aparición de la "bondad" en los humanos. Al aparecer las primeras sociedades, los individuos se percataron de que la cooperación resultaba positiva para la supervivencia del grupo. Los que no cooperaban eran desterrados o marginados. Fue así como la cooperación habría comenzado a manifestarse en los genes: los que cooperaban, sobrevivían.
EL DEBATE DARWINIANO
Para llegar a esta conclusión se requirió un largo peregrinar, que incluyó la participación de ciencias exactas como la matemática, la economía o la biología (y otras no tan exactas, como la filosofía y la religión). Desde la época de Darwin los científicos han estado esbozando teorías y realizando toda clase de experimentos, para comprobar si el ser humano es bondadoso por naturaleza o porque aprendió que esto era lo más conveniente para sobrevivir.
Uno de los primeros en abrazar estas reflexiones a fines del siglo XIX fue el biólogo Thomas H. Huxley, quien basándose en la teoría de Darwin estableció que sólo pueden sobrevivir las especies más combativas, mientras que los más "débiles e incapaces están condenados a muerte". Decía que la guerra encarnizada de unos contra otros era el estado normal de existencia. Este sería el motor de la evolución, que a su vez explicaría el comportamiento beligerante del hombre. Para sus seguidores, el altruismo sólo existía en las personas con parentesco sanguíneo.
Esta tesis fue compartida por algunos y rechazada por otros pensadores de la época, pero no sería hasta los 60 que las ecuaciones matemáticas ingresaron a este juego, iniciando el camino para explicar el fenómeno. El primero en recurrir a ellas fue el biólogo William D. Hamilton, creador de una regla que lleva su nombre. En ella establece que el altruismo evoluciona si suficientes parientes reciben beneficios como para compensar su costo. Es así como el altruismo se propaga, dice.
La regla Hamilton sería modificada en 1970 por George Price, genetista estadounidense que perfeccionó la fórmula, al punto que esta servía para explicar todos los procesos de selección de grupos. Fue esta fórmula la que usaron los científicos de la U. de California para llegar a su conclusión.
LA SELECCIÓN CULTURAL
Según explica a La Tercera Adrian V. Bell, líder del estudio, una parte clave de esta ecuación es la cantidad de diferencias que hay entre los grupos. Mientras más diferencias existen entre grupos, es más probable que la naturaleza vaya eliminando algunos rasgos y preservando aquellos más eficientes. El científico analizó la genética de poblaciones en países vecinos y las comparó con los resultados de la Encuesta Mundial de Valores, para conocer su propensión hacia el altruismo.
Bell dice que no son las diferencias genéticas las que explican el hecho de que una sociedad sea más "cooperadora" que otra, sino que las normas culturales. Cree que es muy posible que existan "genes buenos" que influyen en nuestro comportamiento, pero no cree que sea la selección genética la que "empuja" a estos genes a ser traspasados. "Son las normas culturales las que presionan al individuo", dice.
En otras palabras, los mecanismos de selección social terminan aislando a los genes menos altruistas. Es lo que ocurre con castigos como el destierro o la pena de muerte. Así, los genes altruistas han ido predominando en los grupos humanos, generación tras generación. "Nuestro estudio argumenta un origen cultural del altruismo en grupos grandes, el que se expresa en nuestros genes después de mucho tiempo", concluye Adrian Bell.
BUEN SAMARITANO
Según explica el profesor Lee Alan Dugatkin en su libro Qué es el altruismo, la clave para explicar el hecho de que alguien ayude a otro a quien nunca verá de nuevo está en la reputación. Explica que los seres humanos son muy conscientes de lo que otros piensan de ellos. Es por esto que, aunque los buenos samaritanos nunca vuelvan a ver a aquellos a los que han ayudado, saben que están siendo observados por otros. Al ayudar, desarrollan la reputación de alguien bueno en quien se puede confiar, explica.
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