Histórico

Los rayados del metro

Grafitear los vagones del tren subterráneo, o TrainWriting, es una tendencia mundial que se instaló en el país. El metro de Santiago resulta atractivo para los grafiteros locales y extranjeros por su sistema de seguridad, pero aun así, en 2015 se registraron 73 casos y este año ya se han constatado 53. En Chile existen grupos reconocidos por intentar burlar la seguridad y rayar los vagones, como Afules y Opio. Acá en exclusiva uno de sus integrantes.

Pasadas las tres de la mañana del 3 de junio, un grupo descolgó una sábana naranja desde un ducto de ventilación del metro en la estación La Cisterna, desde donde bajaron siete grafiteros hacia los vagones estacionados. Otro se quedó en la calle para sacar la sábana y no despertar sospechas. En sus mochilas llevaban 30 latas de pintura en spray y cuatro cámaras fotográficas para documentar lo que iban a hacer.

No era la primera vez que Opio, como se hace llamar la agrupación o crew, entraba a una estación de noche, por lo que sabían cómo hacerlo. Días antes de la "operación", uno de ellos tiró líneas en un croquis y el resto fue poniéndole colores, diseños y signos hasta completar la obra. Cada uno tenía claro qué dibujar y dónde colorear. "Diez minutos era el tiempo límite que nos pusimos, pero lo hicimos en siete", cuenta A.F. (24), a quien le gusta identificarse sólo con sus iniciales. Él es uno de los integrantes del grupo que esa noche pintó de colores un vagón completo y escribió el nombre de la banda, tal como se estila entre los grafiteros.

Pero algo salió mal para ellos. Según A.F., los guardias pusieron atención a cámaras que otras veces ignoran. “A esta estación se entra y se sale como si nada, sin que se den cuenta. En el fondo, tuvimos mala suerte”, dice. Los Opio fueron interceptados en el interior de los túneles por un grupo de carabineros y al día siguiente los siete fueron formalizados en el 11° Juzgado de Garantía de Santiago. El que se había quedado en la calle logró escapar y fue a la audiencia a ver a sus amigos.

“Pintar el metro es un acto reivindicatorio del pueblo contra la autoridad, como un acto simbólico donde atraviesas los límites que te han impuesto. Hay quienes los atraviesan poniendo una bomba. En cambio en esto nadie corre riesgo de muerte. Sólo es un símbolo: tú pones una barrera y yo soy capaz de saltarla”, explica A.F. y agrega: “Mi manera de construir el mundo es pintarlo”.

Los Opio no son jóvenes marginales. Estudiaron en colegios como el Saint George’s o el Manuel de Salas, y algunos entraron a pedagogía en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación o diseño en la UDP. “El grafiti es transversal, no discrimina entre clases sociales”, dice A.F., y agrega: “¿Si lo que hago me ha traído problemas con mi familia? No, para nada. De mis papás no tengo nada que decir, sólo valorar su educación. Respetan mi libertad”.

Su “libertad” es un dolor de cabeza para el Metro. En 2015, la empresa registró 73 casos de rayados de vagones y este año ya van en 53 incidentes que impactan a un servicio que, según sus usuarios, destaca precisamente por su limpieza y orden. En la empresa explican que estos actos afectan directamente a los más de dos millones de personas que cada día usan este medio de transporte, porque además del millón y medio de pesos que la empresa ha dicho en las audiencias que cuesta la limpieza tras cada incidente, un tren afectado es sacado de circulación al menos una semana para ser enviado a talleres. “Metro es patrimonio de todos los chilenos”, argumenta la empresa.

No es para principiantes

El TrainWriting, o pintar los vagones del metro o trenes, comenzó en los 70 en Nueva York. Algo de eso se puede ver en la nueva serie musical The Get Down, que se estrenó la semana pasada en Netflix, donde el hijo de Will Smith, Jaden, interpreta a un enigmático grafitero que raya vagones en el Bronx. En Chile, una de las primeras apariciones masivas de esta forma de expresión fue en la Cámara Viajera de Sábado Gigante y luego llegó con los hijos de los exiliados que retornaron al país. "Al principio, Chile estaba diez años desfasado con Nueva York. Ahora somos pioneros", dice León Calquín, fotógrafo y dibujante que posee uno de los mayores registros visuales de grafitis en Chile. En los 90, ya había numerosos dibujos en las calles de Santiago. "Se pintaba en Plaza Italia, Avenida Ossa y Santa Rosa, a la que le decimos 'Santa Escuela' porque todos parten ahí", agrega. Hoy el grafiti está bastante más institucionalizado: hay varios festivales urbanos donde se puede apreciar esta disciplina y existen exponentes reconocidos en el mundo, como Inti Castro, radicado en Europa.

Pero cambiar las paredes de una calle por los trenes y carros del metro tiene significados particulares. Está por un lado la adrenalina que implica romper la seguridad y colarse en un espacio público resguardado. “Para los grafiteros tiene mucha poesía pintar vagones porque es el lugar donde nació el grafiti”, dice A.F. Los escritores —apodo que reciben los grafiteros que practican el TrainWriting— también buscan sacar sus dibujos de las esquinas de sus barrios. “Pintar un tren les da visibilidad porque éste recorre la ciudad mostrando los dibujos. Que se vea la marca de ellos por todos lados. Y mientras más alto, mejor”, agrega Calquín. Sin embargo, ese objetivo no se cumple en los trenes urbanos de Chile, porque cuando son rayados se sacan de circulación y por eso para los autores es tan importante fotografiar o grabar lo que hacen y poner las imágenes en internet.

El metro de Santiago es atractivo precisamente porque es muy seguro. De hecho, hasta la capital han llegado personas de Francia, Rusia, Canadá y Estados Unidos solamente a pintar los trenes. Entre ellos, Aper & Tibak, una pareja canadiense que vino en junio del año pasado y lo hizo en un vagón en la estación Ñuble. El resultado fue grabado, subido a internet y considerado un éxito para el mundo del grafiti. Otro ejemplo son Utah & Ether —sus nombres reales son Danielle Bremner y Jim Clay Harper—, reconocidos grafiteros de Nueva York y Chicago que recorren el mundo burlando medidas de seguridad y luego exhiben sus logros en una página web. "Pintar en el metro de Santiago definitivamente no es para principiantes, es para expertos. Hay muchos que han venido y no lo han podido hacer", explicó Ether hace unos meses en una entrevista en Joia Magazine mientras visitaban Chile.

 Una noche en el calabozo

Antes de su formalización, los Opio fueron detenidos y llevados a la 10° Comisaría La Cisterna. Ahí no lo pasaron mal, dice A.F., y explica que la única incomodidad fue que se les mojaron los calcetines. “Los pacos fueron buena onda y se reían. Nos decían los 007. Al final estaban haciendo su pega, no hay drama”. El joven de la sábana esa noche les llevó sopaipillas a la comisaría y, al día siguiente, calcetines secos para que se cambiaran.

Si les permitieran pintar los vagones, ¿sería interesante igual?

Tendría otro encanto, pero ya no existiría el mensaje: ‘Tú quieres mantener este vagón limpio, con cierto orden, código moral y estética, y yo no estoy de acuerdo y tomo la iniciativa para plasmar una realidad diferente, a pesar de que las leyes y las autoridades dicen que está mal. Hacerlo autorizado no lleva ese mensaje.

¿Entonces eres consciente de que cometiste un delito?

Totalmente. Lo que hicimos fue un delito en términos legales.

Cuando A.F. cayó detenido, María Pía Figueroa, su madre, estaba en Madrid. Ese día le llegó un Whatsapp de su hermano con un link a un canal de televisión donde vio a su hijo bajando por la sábana. “Lo que más me preocupó es cómo lo había pasado y cómo lo habían tratado los policías”, dice ella y luego agrega que cuando regresó a Chile no le recriminó nada. “¿Estás loco? Cómo se te ocurre que le voy a decir algo, él es un artista que dedica todo su tiempo libre a pintar. Esa es su pasión y lo hace muy bien”.

Figueroa es historiadora del arte y dice que el grafiti en el espacio público “es una tendencia mundial, la he visto en todas partes. En Chile se está desarrollando pero todavía el sentido común no lo ve como un arte porque hay una incapacidad de ver lo nuevo”, dice y agrega: “Es muy extraño porque en Chile hay carros que pasan con publicidad de grandes marcas y a nadie le molesta, sin embargo, que los artistas hagan su arte sí les molesta. Es una falta de cultura”. Pocos días después le regaló a su hijo para su cumpleaños una escalera plegable de aluminio. “Para que trabaje bien. Que no suba por cuerdas, ahora tiene su escalera”.

Según explica la defensa de los siete grafiteros, rayar los vagones del metro es considerado como delito de daños y contempla una pena privativa de libertad, pero por no tener antecedentes graves, lo más probable es que se les condene a pagar una multa que puede llegar hasta las 40 UTM (cerca de un millón ochocientos mil pesos).

Uno de los últimos episodios ocurrió la noche del 30 de julio. Pasadas las 11 de la noche, seis jóvenes lograron ingresar a la estación Macul y pintaron el vagón 4416 con las iniciales de su banda: ULT. Tres de ellos —un argentino, una mujer y un menor de edad— fueron capturados por Carabineros luego de una persecución por los andenes.

Esa noche, la tarea de R.J.V.N. (16), el menor de edad, fue romper una puerta de madera y esperar, con un celular en la mano, la llamada de un amigo para cortar la luz de la estación. “La idea era dejar el tren en medio de las estaciones Macul y Vicuña Mackenna para poder pintarlo”, explica el joven, y agrega: “Era la primera vez que lo hacía. Sentí mucha adrenalina porque dejaría mi marca”. Los jóvenes consideraron diez minutos para entrar, pintar y salir, pero no contaron con que la puerta por donde saldrían estuviese cerrada. “No chequeamos bien la logística de salida”.

R.V. pasó toda noche solo en una celda de menores en la 36° Comisaría de La Florida. Antes de ser trasladado al Centro de Justicia, su hermana le llevó dos sándwiches de queso y un litro de leche de chocolate y lo retó. Al verse ahí esposado, pensó en lo mal que lo iba a pasar su papá. Esa misma noche le pidió disculpas. “Él tiene que pensar las consecuencias que traen sus actos. De un día para otro puede perder todo lo que tiene”, dice Raimundo Vega, su padre.

Entre las medidas cautelares, el tribunal determinó que los tres detenidos tienen que firmar semanalmente en la misma comisaría de La Florida. R.V. quedó además sujeto a vigilancia del Sename y debe participar en un programa de esa institución. “Yo entiendo su rabia y la de los cabros de hoy, pero rayar el metro no creo que sea la forma de expresarla. Le he dicho que si quiere dar la pelea, lo haga, pero desde dentro del sistema”, dice su padre.

UNA MAFIA BLANCA

El pasado 20 de junio, un grupo de desconocidos pintó los carros nuevos del metro que fueron traídos desde España para las futuras líneas 3 y 6. Entraron en la noche, sigilosamente y sin ningún enfrentamiento con seguridad. En Metro se dieron cuenta la mañana siguiente. Los trenes, que estaban completamente rayados con un nombre, apuntaban a un solo grupo responsables: los Afules, grafiteros que llevan más de seis años dedicados a rayar el metro y trenes en Chile y en el extranjero.

Su nombre es conocido en el mundo del grafiti e incluso son admirados por algunos de sus pares por una razón: nunca han sido atrapados. No está claro quiénes son, pero sí que está formado por 13 personas, entre los que hay diseñadores, arquitectos, trabajadores de empresas e incluso médicos. “Los conocí en la calle, mirando sus obras. Su manera de expresarse con el grafiti es de harto valor. Se podría decir que son un estilo de mafia blanca porque es una agrupación organizada sin algo malicioso”, comenta Diego Zúñiga, alias Le Dorian, diseñador que creó una página donde subía información de sus rayados. “Son un referente importante para los jóvenes. Incluso son valorados en Europa”, agrega.

León Calquín también los conoce. Se encontraba en el Concegraff del 2010, evento que se realiza anualmente en Concepción y reúne a los mayores exponentes del grafiti, cuando comenzó a conversar con un grupo desconocido de jóvenes. "Me acerqué y les pregunté: '¿Ustedes no pintan?'. 'No. Nosotros vamos a atacar en la noche. Vamos a pintar el tren que pasa por Concepción. Somos los Afules'", recuerda. En ese momento estaban trabajando en un documental que demoró seis años y terminó en la película Metal Stgo Afules, lanzada a fines del año pasado. El estreno lo organizó Joia Magazine, medio especializado en diseño y artes visuales. "Recibimos, por correo, un sobre con un pendrive y un texto en la oficina. Vimos la película y nos pareció interesante organizar un evento de lanzamiento", recuerda Pablo Bahamonde, uno de los fundadores de la revista. "¿Si los Afules fueron al lanzamiento de la película? Yo creo que sí, pero no se dejaron ver…".

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