Marcelo Simonetti: "En materia de personajes, la oscuridad siempre será más atractiva"

El narrador y columnista de La Tercera publica El disco de Newton, su segundo libro de cuentos. En ellos la realidad suele asaltar la ficción.




Una propuesta inmoral. Un escritor le contó a Marcelo Simonetti que había recibido una oferta: hacer de negro o autor fantasma. Nada extraño, en verdad. En el medio editorial es usual escribir para otros en forma anónima (las memorias de un político o un deportista, por ejemplo). Pero esta era una propuesta torcida: consistía en escribir un libro a nombre de un autor ya muerto, y hacerlo pasar por hallazgo inédito.

La vida imita a la literatura: Simonetti (Valparaíso, 1966) reconoció en esa historia el germen de un relato. Así nació Negro, uno de los  cuentos que integran su libro El disco de Newton. Publicado por Ediciones de la Lumbre, sello del que Simonetti es editor, es su segundo título en el género, a 13 años de El abanico de Madame Czechowska.

Autor de las novelas La traición de Borges y El fotógrafo de Dios, Simonetti presenta  siete cuentos identificados con colores, unidos bajo el título El disco de Newton. “El primero cuento que escribí fue Blanco, pero originalmente se llamaba El disco de Newton. En el desenlace de ese primer cuento el color blanco jugaba un rol fundamental. Me pareció que era un recurso atractivo: dejar a los colores una función importante en la resolución de las historias o que fueran piezas claves en el armado del cuento”.

Un asesino a sueldo, un cura que secuestra a una niña para sanarla y un oscuro agente literario son algunos de los personajes que habitan en el volumen, ganador del Premio del Consejo Nacional del Libro a la mejor obra inédita 2014.

En buena parte de los cuentos hay una suerte de nostalgia del pasado. ¿A qué se debe?

Tiene que ver con mi intención de escribir historias que estuvieran más cerca de la realidad, un intento por retratar el Chile que nos toca vivir, no como un espejo fidedigno sino más bien como un guiño. Y en ese afán, la irrupción del ayer era inevitable. En cuentos como Blanco, Rojo y Verde eso es evidente por la inclusión de un ex agente de la DINA reciclado en sicario, por el regreso al país de una antigua militante comunista convertida en una cocinera discípula de Ferrán Adriá y por el regreso de un prestigioso zoólogo al barrio de su infancia. De algún modo, en cada uno de esos cuentos hay una nostalgia por un Chile que se manejaba con otros códigos, que estaba hecho a otra escala, que tenía otros valores.

¿Cómo se vinculan estos cuentos con su libro anterior de relatos?

Siento que este libro se despega de El abanico de Madame Czechowska en la medida que son menos atemporales y más contingentes. Sin embargo, el elemento fantástico sigue apareciendo en algunos cuentos, más atenuado en función de una opción más predominante por el realismo.

El volumen está cruzado por personajes moralmente oscuros, ¿le resultan más interesantes? 

En materia de personajes, la oscuridad siempre será más atractiva que los modelos de virtud. A menos que asistamos a la descomposición del héroe o del ser virtuoso.

Todos o casi todos los cuentos se resuelven de modo sorpresivo, por nocáut como decía Cortázar, pero con final abierto, ¿por qué?

En mi primer libro de cuentos, la mayoría de las historias apostaban por ese golpe de nocáut pero con finales cerrados. Con el tiempo, la posibilidad de que el lector participe en la construcción de la historia me parece mucho más atractiva. De ahí que las historias no se abrochen del todo, que dejen la puerta abierta para que el lector también entre a jugar.

¿Cuál es su canon del cuento?

Por un lado los sudamericanos: Quiroga, Cortázar, Borges y Onetti. A ellos habría que sumar a Poe. Por otra vía corren Chéjov y Carver. Y aunque no es ningún descubrimiento, Alice Munro.

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