Histórico

Mortalidad por Parkinson en Chile se duplicó en dos décadas

Vivir más años y estar expuestos a pesticidas y sustancias tóxicas aumenta el riesgo de desarrollar el mal neurodegenerativo.

Si en 1990 la tasa de mortalidad por enfermedad de parkinson en Chile era de 0,94 por cada 100 mil habitantes, para el año 2009 la cifra llegó a 2,0. En total, este período murieron 4.910 personas por esta causa.

De acuerdo al estudio “Comportamiento de la mortalidad por la Enfermedad de Parkinson en Chile en el periodo 1990-2009”, realizado por investigadores del Instituto Nacional de Geriatría y las universidades de Santiago y Católica, en las últimas dos décadas, la tasa de mortalidad por parkinson se duplicó y hoy en Chile, cada año, son más las personas que mueren por esta causa.

Razones hay varias y es difícil señalar cuál de todas es la que prima, ya que no existen estudios que den cuenta de la realidad nacional frente a esta enfermedad. Se estima, de acuerdo a cifras internacionales, que en Chile hay entre 35 mil y 40 mil personas con el mal neurodegenerativo, y en la medida en que siga envejeciendo la población los pacientes aumentarán, porque a mayor edad hay más riesgo de enfermar. Se calcula que en los mayores de 60 años, la frecuencia de parkinson es del 3%.

“El aumento del envejecimiento poblacional es un factor importante al explicar el aumento del número de muertes anuales por la enfermedad de parkinson”, señala Carolina Pérez Pastene, jefa de la Unidad de Docencia e Investigación del Instituto Nacional de Geriatría, quien lideró la investigación. En el estudio observaron que en el año 2000 hubo 152 muertes por esta causa y en 2013 aumentaron a 755. Pero la sola explicación del aumento del envejecimiento no basta, dicen los investigadores, porque pese a que se ajustó la tasa de mortalidad para eliminar este factor, la tasa de mortalidad aumentó y sigue aumentando.

A juicio de Roque Villagra, neurólogo del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (Gero), la mayor mortalidad está relacionada con el envejecimiento progresivo de la población. “Antes la expectativa de vida tras el diagnóstico de parkinson era de 10 años. Pero el acceso a medicamentos adecuados ha hecho que la expectativa casi se iguale a la población general. Hoy, una persona con parkinson ve reducida su vida en dos o tres años”, dice.

A lo anterior se suma que el parkinson, al igual que otras enfermedades neurológicas, no es la causa primaria de muerte, por lo que no siempre se menciona en los certificados de defunción y es muy probable que la enfermedad esté subdiagnosticada.

Villagra explica que antes que se presenten los primeros síntomas de parkinson, hay algunos síntomas promotores que por sí solos no indican que se presentará la enfermedad, pero sí que está en un mayor riesgo, como por ejemplo el intestino más lento, depresión o cuadros de angustia por tiempo prolongado, pérdida del olfato y el trastorno conductual del sueño en fase REM (personas que actúan los sueños, se mueven mucho o hablan).

Químicos tóxicos 

A juicio de Villagra, para que una persona tenga parkinson se deben combinar una predisposición genética y la exposición a químicos. “Se ha visto, en los últimos años, que algunos químicos son tóxicos ambientales y afectan el metabolismo energético de las neuronas”, dice Villagra. En estudios internacionales se ha visto que en población expuesta a pesticidas agrícolas y que bebe agua de vertiente por un tiempo prolongado, por ejemplo,  tienen el doble de parkinson.

En el estudio realizado por Pérez y su equipo, evidenciaron que la mayor mortalidad ocurrió en hombres, quienes pasaron de una tasa de 1,19 en 1990 a 2,54 por 100.000 habitantes en 2009, mientras las mujeres tuvieron una variación de tasas de 0,75 a 1,62 por 100.000. “No sabemos si en el caso de Chile se pudieran expresar algunos genes propios que se puedan asociar a mayor daño o a una susceptibilidad diferente. Tampoco sabemos si pudieran estar expuestos a químicos presentes en el ambiente o asociados a su trabajo que determinen mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. Lo que sí sabemos a partir de trabajos realizados en otros países es que los hombres expuestos de manera crónica a algunos químicos sin la correspondiente protección, pueden tener en edades avanzadas más enfermedades neurodegenerativas, entre ellas parkinson”, dice la investigadora.

Nuevos tratamientos

Desde la década del 60 se utiliza como tratamiento paliativo la levodopa, un medicamento que aumenta la cantidad de dopamina en el cerebro, que es el neurotransmisor que se reduce en esta enfermedad debido a la muerte de las neuronas que la producen.

El problema, dice Claudio Hetz, director alterno del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) y consejero científico de Neurounion, es que la levodopa o L-DOPA funciona bien durante los primeros 10 años de tratamiento y luego, cuando la degeneración es masiva, el medicamento ya no es suficiente.

La estimulación eléctrica profunda o by pass cerebral también puede ser parte del tratamiento pero, por el precio que tiene, no se puede masificar. “También hay que considerar que puede tener efectos secundarios como alucinaciones, infecciones por la misma cirugía”, dice Hetz.

Las células madre, por ahora están consideradas sólo como un tratamiento experimental. Además, se ha visto que cuando se injerta tejido o células madre directamente en el cerebro, al poco tiempo estas neuronas también se ven afectadas por la enfermedad.

Las últimas investigaciones  van por el lado de la terapia génica, dice Hetz, es decir, la introducción de genes específicos en las células del paciente para combatir ciertas enfermedades.

“Estudios clínicos en Estados Unidos han demostrado que se puede mejorar la captación de dopamina si el virus modificado que recibe el paciente entrega genes específicos. También se ha probado con virus modificados que entregan factores que crean un microambiente más propicio para que las neuronas vivan más tiempo”, explica  el investigador.

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