Un día a bordo de un barco de Greenpeace
Fabricado en Polonia, fue acondicionado para ser totalmente sustentable. En él conviven 16 nacionalidades.
s la embarcación más grande de Greenpeace y ha sido parte de las más importantes campañas de la entidad en torno a la caza de ballenas, la exploración petrolera y la caza de osos en el Polo Norte. El Esperanza se encuentra por primera vez en Chile para fortalecer su trabajo en la protección de los glaciares.
Nos embarcamos en él por 24 horas para saber cómo es la vida a bordo de este referente de la lucha medioambiental. Nuestra travesía fue entre Valparaíso y Coquimbo. Lo primero que llama la atención es la multiplicidad de nacionalidades que conviven a bordo. El capitán es argentino, el jefe de cocinas mexicano y el encargado del área mecánica es chileno.
También viaja un grupo de 11 voluntarios de Greenpeace que pasaran por un completo entrenamiento.
Todos a trabajar
Nos recibe Emili Trasmonte, primer oficial, de nacionalidad española y quien cumpliera la misma función en el recordado Rainbow Warrior (Guerrero del Arcoíris) buque insignia de la organización por muchos años y hundido el año 1985. Es el encargado de la navegación y de la asignación de tareas a bordo. Todos -aclara- deberán cumplir funciones de apoyo. Durante las primeras horas de la mañana se desarrollan las labores de limpieza en todas las áreas del buque. No es fácil, considerando el constante movimiento de la embarcación y que a más de alguno le jugó una mala pasada.
La optimización en el uso del agua y la energía eléctrica es clave. Las duchas deben ser cortas y la loza sucia es enjuagada y luego llevada hasta una máquina que realiza un proceso de esterilización. El barco cuenta además con una pequeña planta desalinizadora que produce 2.000 litros al día. En Esperanza todo es reciclado y para ello existe una rigurosa clasificación de los desechos. Los envases tetra pak son lavados y las latas comprimidas para reducir su volumen.
Además, tiene un sistema de reciclaje de aguas residuales que permite que sólo el agua limpia sea tirada fuera de borda. Su sistema de refrigeración y aire acondicionado es en base a amoniaco en lugar de gas freón que disminuye la capa de ozono.
Para las emergencias cuenta con una completa sala médica a cargo de una enfermera con un depósito de medicamentos para dolores cotidianos. Hasta preservativos están disponibles para la tripulación.
Para que todo funcione bien y el buque cumpla con sus itinerarios, los mecánicos son claves. Uno de ellos es Andrés Soto, que hace ocho años trabaja para los barcos de Greenpeace. “El barco es como una casa, tiene toda una parte eléctrica, propulsión, sanitaria, cocina, aquí nosotros producimos electricidad para el funcionamiento de todos los equipos, tenemos un sistema para hacer agua potable y lo que hacemos es que todo ello funcione bien”.
El argentino Daniel Rizzoti, es el capitán y lleva más de 20 años en Greenpeace. “Mi trabajo es subir y bajar escalas”, dice sonriendo. Eso debido a que su camarote-oficina se encuentra justo abajo del puente de mando. Por ello, constantemente es requerido para tomar decisiones importantes.
“Este es un barco que tiene una condición para navegar en hielo diseñado para el mar Báltico y construido en Polonia en 1984. Es un barco fuerte, duro y preparado para estas tareas y Greenpeace en su momento lo adquirió especialmente para la campaña en contra de la caza de ballenas ya que con sus máquinas principales puede tomar mucha velocidad y perseguir a los barcos que cazan estos cetáceos”, asegura.
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